Juan Tortosa
03 mayo 2014
“Estoy
muy preocupada por el futuro de mi hijo. Le veo crecer y no tengo perspectiva
para él”
“Dicen
que en los hogares españoles de los trabajadores no falta el pan, pero mienten,
¡canallas! Lo que no falta es el hambre y la miseria”
“Salí
de España de emigrante para ver si podía solucionar la situación de mi casa,
pero… ¿he dicho casa? Si la perdí y vivo alquilado como buenamente puedo…”
No
son frases extraídas del twitter de la España de hoy día, pero podrían serlo.
Está cantado establecer este paralelismo cuando repaso “Las cartas de La
Pirenaica”, el último libro que me ha prestado mi amigo José María
Perceval y que no sé si le devolveré. Pero no, no son frases de twitter,
son fragmentos de cartas, muchas de ellas desesperadas, escritas hace más de
cincuenta años y enviadas a Radio Pirenaica para que las leyeran en uno de sus
programas. Para quienes no lo sepan, Radio Pirenaica era el único soplo
de aire fresco, en materia de comunicación, que existía en la asfixiante España
franquista. Clandestina, por supuesto, emitía desde Bucarest y se sintonizó
durante años, reverencial y temerariamente y no sin dificultad, desde decenas
de miles de sótanos y cuartos trasteros en todos los rincones del país.
Cuando,
en mayo de 2014, busco desesperadamente en el dial alguna emisora que me
proporcione las dos versiones de una información, algún medio que me deje de
intoxicar y no consigo encontrarlo, este libro de Armand Balsebre y Rosario
Fontova editado por Cátedra me traslada a aquellos oscuros
tiempos en que era necesario recurrir a Radio Pirenaica si se quería saber algo
de lo que ocurría en España, si se quería conocer “la otra cara de la luna”.
“Radio
España Independiente“, que era el nombre oficial de Radio
Pirenaica, llegó a ser el más potente altavoz del antifranquismo entre 1941 y
1977. Uno de los programas más célebres de este medio legendario que tutelaba
el Partido Comunista en el exilio se llamaba “El Correo de la Pirenaica“.
Allí se leían las cartas que llegaban a Rumanía tras un novelesco periplo
que comenzaba en el periódico francés “L’Humanité”, pasaba por
Moscú y recalaba finalmente en Bucarest.
Eran
cartas de antiguos combatientes republicanos, de exiliados, expresos, obreros,
campesinos, mineros, profesores, amas de casa, escritores, estudiantes…Todos
desesperados en busca de un altavoz para sus problemas, de un lugar donde
denunciar la represión, la falta de libertad y de expectativas…
Quince
mil quinientas cartas, ¡15.500!, cuyos contenidos veo resumidos y seleccionados
en el libro de Balsebre y Fontova y tras cuya lectura no puedo evitar asociar
con buena parte de los problemas que a día de hoy viven y sufren tantos
ciudadanos españoles. Problemas que los medios ningunean, que no aparecen por
ninguna parte, como si no existieran. Salvo cuando quieren demonizar
organizaciones como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca o
cuando deciden usar las televisiones públicas para recurrir a la “generosidad”
de los espectadores, cuando intentan suplir con la búsqueda de caridad a través
de los medios aquellas necesidades que los recortes han provocado. Caridad, sí;
derechos, no. Como en el franquismo.
La
precariedad y la falta de libertad son
el denominador común del contenido de las cartas que Balsebre y Fontova
encontraron en los archivos del PC casi por casualidad, porque tropezaron con
ellas cuando buscaban material para otra investigación y comprobaron que hasta
ahora nadie le había prestado a esta correspondencia ninguna atención.
¡Qué
barbaridad, cómo se repite la historia! Porque precariedad y falta de
libertad son los términos que mejor definen los dos años y medio de
legislatura de Rajoy quien, a cambio de salvar el pellejo de banqueros,
ladrones y depredadores varios, decidió desde el principio de su mandato
dejarnos tirados sin trabajo, sin derechos, sin expectativas, con sueldos de
miseria y con un futuro tan oscuro como indefinido.
Leo
“Las cartas de La Pirenaica” y no puedo evitar un escalofrío. Demasiadas
similitudes, demasiado parecido todo. ¿Qué pasa en esta dichosa España nuestra?
¿Nos hemos puesto a andar hacia atrás, como los cangrejos? La guerra civil
acabó, además de con la vida de cientos de miles de españoles, con la libertad
y con el bienestar de quienes sobrevivieron. Hubo después que recomponerse, con
muchísimo trabajo, desde la miseria y desde el instinto de supervivencia.
Esta
vez no ha habido guerra. No ha sido necesario disparar ni una sola bala.
Durante años nos vacilaron gobernantes, banqueros y especuladores, inventaron
un crecimiento ficticio con el que acabaron pillando por los huevos a la mayor
parte de la población y ahora, tras habernos empotrado en la miseria, nos
quieren convertir además en culpables de sus fechorías. Con la anuencia de la
mayor parte de los medios, hurtándonos datos, escatimándonos información,
haciéndonos cada día más difícil encontrar un sitio donde poder conocer “la
otra cara de la luna”.
A falta de Radio Pirenaica, ahora tenemos twitter. No
sé si es lo mismo.
Fuente: www.publico.es
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