sábado, 3 de mayo de 2014

EL RAPTO DE EUROPA

Me permito decirle al posible abstencionista que no se engañe, que si no va a votar no quiere decir que no vaya a votar, en términos políticos, sino que otro votará por él y, probablemente, en el sentido contrario al que a él le gustaría.
nuevatribuna.es | Por Nicolás Sartorius | 02 Mayo 2014 - 19:32 h.
Foto: Parlamento Europeo.
Blog Alternativas en El País | En la mitología griega, hija del rey fenicio Agenor a la que Zeus, en forma de toro, raptó y se la llevó por mar a la isla de Creta donde disfrutó de los honores de la divinidad. Alegoría inspiradora de innumerables obras pictóricas desde el Verones, Ticiano o Rubens, Europa, representada por una mujer bella, siempre ha sido objeto de múltiples deseos, algunos surgidos de los peores tiranos de la historia. Para las personas de mi generación era un sueño y un objetivo pertenecer a esa Europa, al fin reconciliada, después de infinitas guerras, símbolo de la democracia que nos era negada por una dictadura que no parecía tener fin. España era el problema y Europa la solución, se decía por doctas mentes. Y en efecto, España entró en la Comunidad europea y conoció el periodo más próspero de su historia. Porque no conviene olvidar, a pesar de la que está cayendo, que gracias a los diferentes “fondos” procedentes de Europa nuestro país ha podido modernizarse y transformarse como no lo había hecho en varios siglos anteriores, por lo menos en términos de infraestructuras y otros elementos de la modernidad. 
Sin embargo, de unos años a esta parte esta divinidad benévola y benefactora se ha transformado en una especie de pesadilla, en forma de recortes, austeridades y disciplinas, que tienen al personal sufriente enfurecido hasta límites desconocidos en el pasado. Es como si nos hubiesen raptado, de nuevo, a la Europa de nuestros sueños, pero esta vez no por el dios Zeus en forma de toro sino por   los mercados, las troicas, los poderes especulativos y otras furias con la intención de llevarnos no precisamente a la isla de Creta o a cualquier otro paraíso del Mediterráneo sino al infierno del desempleo masivo y la deuda descomunal. ¿Y qué podemos hacer los simples mortales para rescatar a Europa de las garras de quienes la han conducido a tamaño desastre? Abandonarla a su suerte y volvernos a encerrar cada uno en nuestro cobijo -léase nación o Estado- como si ésta fuese la solución o incluso meramente posible? O, por el contrario, comprender que la solución a nuestros males sigue estando, en abundantes proporciones, en la Unión Europea y luchar por transformarla en una auténtica unión política de naturaleza federal en la que el poder resida en los ciudadanos y sean los intereses de estos los que primen por encima de todos los demás. 
En las próximas semanas vamos a tener la ocasión de demostrar por qué opción nos inclinamos, con ocasión de las elecciones al Parlamento europeo. El ambiente es proclive a la abstención, según anuncian las encuestas. Sería un craso error no ir a votar. Es comprensible que los ciudadanos estén hartos de los partidos, de los políticos, si tenemos en cuenta cómo van las cosas. Pero estas elecciones no van solo de partidos. Nos jugamos la propia legitimidad de la Unión Europea que sufriría mucho con una alta abstención, dando armas y argumentos a todas las aventuras de los partidos de ultra derecha, xenófobos, ultra nacionalistas, etcétera, que pululan y van creciendo en los más variados países europeos. Nos jugamos la salida de la propia crisis, si vamos a seguir con el austericidio actual o, por el contrario, se empiezan poner en práctica políticas de reactivación económica, de creación de empleo y de reconstrucción del estado de bienestar. Nos jugamos si nos estancamos en la actual UE, sin política social, ni económica o caminamos decididamente hacia una unión política democrática que afronte en serio, con los instrumentos adecuados, los problemas comunes que tenemos los europeos en este mundo cada vez más globalizado, en el que ir cada uno por su lado es un auténtico suicidio.
Para terminar, me permitiría decirle al posible abstencionista que no se engañe, que si no va a votar no quiere decir que no vaya a votar, en términos políticos, si no que otro votará por él y, probablemente, en el sentido contrario al que a él le gustaría.
Por Nicolás Sartorius es vicepresidente ejecutivo de la Fundación Alternativas.


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