¿Quién teme a los empresarios corruptos?
Lunes, 22 de julio de 2013
Redacción Canarias-semanal.org
En un artículo titulado "¿Quién teme a los empresarios corruptos?"
cuyos autor es el periodista Carlos Sánchez (*) se hace una
interesante reflexión sobre los mecanismos históricos en los que se ha
asentado la corrupción en España. De él hemos extraido los párrafos
siguientes:
"El 11 de diciembre de 1923 se celebró un cónclave empresarial insólito. Ese día se reunieron en Madrid el marqués de Urquijo, el conde de Zubiría, el industrial sir Ramón de la Sota (título concedido por el rey de Inglaterra), el marqués de Arriluce de Ybarra, el conde de Gamazo y el empresario vizcaíno Juan Tomás Gandarias. De la reunión salió una carta que se remitiría a los empresarios y aristócratas más relevantes del momento. Y fruto de esa circular, pocos días después, el 14 de diciembre, se reunía en los salones del Banco de Crédito Industrial, en el paseo de Recoletos, la flor y nata del empresariado patrio.
Así es como nació la Federación de Industrias Nacionales, hermanada con la asociación de banqueros, que previamente había mostrado su respeto al dictador Primo de Rivera. Los grandes bancos habían ofrecido al Directorio su “más desinteresada y patriótica colaboración para la labor de reconstitución nacional, consistente en el fomento de obras públicas con capital español”. En realidad, lo que se pretendía era evitar la presencia de “ese capital extranjero, más o menos imaginario, del que se habla”. Ni que decir tienen que esa “patriótica colaboración” cimentó la creación de numerosos monopolios y oligopolios en la España de la Dictadura. De hecho, no se puede entender esa época sin tener en cuenta los estrechos lazos entre Alfonso XIII y la élite empresarial, incrustada en el parlamento con títulos de senador o diputado para velar por sus intereses.
"El 11 de diciembre de 1923 se celebró un cónclave empresarial insólito. Ese día se reunieron en Madrid el marqués de Urquijo, el conde de Zubiría, el industrial sir Ramón de la Sota (título concedido por el rey de Inglaterra), el marqués de Arriluce de Ybarra, el conde de Gamazo y el empresario vizcaíno Juan Tomás Gandarias. De la reunión salió una carta que se remitiría a los empresarios y aristócratas más relevantes del momento. Y fruto de esa circular, pocos días después, el 14 de diciembre, se reunía en los salones del Banco de Crédito Industrial, en el paseo de Recoletos, la flor y nata del empresariado patrio.
Así es como nació la Federación de Industrias Nacionales, hermanada con la asociación de banqueros, que previamente había mostrado su respeto al dictador Primo de Rivera. Los grandes bancos habían ofrecido al Directorio su “más desinteresada y patriótica colaboración para la labor de reconstitución nacional, consistente en el fomento de obras públicas con capital español”. En realidad, lo que se pretendía era evitar la presencia de “ese capital extranjero, más o menos imaginario, del que se habla”. Ni que decir tienen que esa “patriótica colaboración” cimentó la creación de numerosos monopolios y oligopolios en la España de la Dictadura. De hecho, no se puede entender esa época sin tener en cuenta los estrechos lazos entre Alfonso XIII y la élite empresarial, incrustada en el parlamento con títulos de senador o diputado para velar por sus intereses.
Aquella reunión no es, de
ninguna manera, una anécdota en la historia de España. El compadreo entre poder
económico y poder político recorre transversalmente el país. Hasta el extremo
de que el sistema territorial que nació de la Constitución de 1978 copió
literalmente los vicios del viejo sistema de la Restauración. No hay
presidente de comunidad autónoma que no haya creado una red clientelar a su
alrededor -las liaisons dangereuses de sus señorías- con empresarios locales
que han comido y bebido de forma copiosa del presupuesto.
Aquí está, en última
instancia, el origen de la corrupción económica en España: la existencia de
élites locales - en su origen vizcaínas y catalanas dada su especialización
industrial- que han engrasado suficientemente el sistema de partidos para ganar
concursos y concesiones públicas. No es que en la Administración central no se
hayan podido cometer irregularidades, pero en todo caso son menores debido a
que los mecanismos de fiscalización del gasto público han sido más estrictos.
La Intervención General del Estado, con todos sus errores, es una de
esas instituciones que habría que salvar en este fin de época".
Hacer negocios en España
"Es cierto que hay otra corrupción mucho más sibilina que algunos historiadores económicos han denominado ‘captura del Estado’, que se produce cuando el regulador queda prisionero defendiendo intereses particulares y no el bien común. Y la existencia de algunas patronales durante el franquismo, como Seopan o Unesa, en plena prohibición del asociacionismo sindical y empresarial, refleja cómo han funcionado las llamadas puertas giratorias. Es decir, la confusión entre lo público y lo privado.
"Es cierto que hay otra corrupción mucho más sibilina que algunos historiadores económicos han denominado ‘captura del Estado’, que se produce cuando el regulador queda prisionero defendiendo intereses particulares y no el bien común. Y la existencia de algunas patronales durante el franquismo, como Seopan o Unesa, en plena prohibición del asociacionismo sindical y empresarial, refleja cómo han funcionado las llamadas puertas giratorias. Es decir, la confusión entre lo público y lo privado.
Como han puesto de
manifiesto algunos historiadores, el proteccionismo, el intervencionismo y los
elementos favorables a la colusión empresarial subsistieron durante la
democracia, aunque con formas diferentes, más complejas y refinadas. En ocasiones,
el empresario no busca sólo influir en las élites políticas para consolidar su
poder económico, sino que, en realidad, se sirve de sus propios recursos
económicos para que triunfen sus convicciones políticas, lo cual socava todavía
más el Estado democrático. Muchas veces aprovechando la debilidad económica de
los grandes grupos de comunicación, mero instrumento de sus bastardos
intereses".
Mordidas a políticos corruptos
"Lo curioso del caso es que este
comportamiento ruin y repugnante de ciertos empresarios que pagan mordidas a
políticos corruptos no suele ir más allá de un disgusto periodístico. De una
pena de telediario, que diría la vicepresidenta. No existen códigos
deontológicos contundentes más allá de meras declaraciones de principios ni
listas negras capaces de expulsar de las asociaciones patronales a quienes
sobornan a funcionarios públicos o a dirigentes políticos. Y ni siquiera este
asunto suele plantearse en las juntas de accionistas, donde se da por hecho que
un empresario tiene motivos suficientes para realizar una coima, como si se
tratara de un asunto menor. Ningún gran empresario ha entrado todavía en la
cárcel por sobornar a un funcionario o por pagar comisiones, lo cual choca contra
la realidad de un país que puede leer todos los días en los periódicos que
algunas corporaciones (de dentro y fuera de Ibex) han hecho entrega de
generosas cantidades de dinero de forma ilícita
Es como si la corrupción económica
fuera disculpada por el subconsciente colectivo del país; como si se tratara de
un mal inherente al sistema político. Cuando en realidad las dos corrupciones
-la política y la económica- se retroalimentan. Se necesitan. Una no se
entiende sin la otra.
La realidad, sin embargo, es
que ningún gran empresario ha entrado todavía en la cárcel por sobornar a un
funcionario o por pagar comisiones, lo cual choca contra la realidad de un país
que puede leer todos los días en los periódicos que algunas corporaciones (de
dentro y fuera de Ibex) han hecho entrega de generosas cantidades de dinero de
forma ilícita. No se trata de pequeños empresarios que para sobrevivir han
tenido que hacer alguna tropelía, sino de señores del euro que sólo buscan
acrecentar su poder. Y el argumento de que los empresarios son libres de ayudar
al partido que quieran suele ser falso. La mayoría engrasa a todos los
partidos con opciones reales de ganar, por lo que las ayudas no pueden llevarse
al terreno estrictamente ideológico.
Algunos de esos
empresarios, incluso, gozan de títulos nobiliarios, acompañan a las autoridades
en viajes de Estado y otros, además, aparecen ante la opinión pública como
bienhechores de la humanidad arropados por su infinito patriotismo. Aunque
ninguno da explicaciones a sus accionistas sobre su presunta implicación en
asuntos tan reprobables que merecen el reproche social.
Un auténtico dislate.
Sin duda coherente con la complacencia que este país ha tenido históricamente
con la corrupción económica. Probablemente, por el hecho de que la mayor de la
corrupciones posibles -la corrupción política- forma parte de nuestro historia
en los últimos doscientos años. Lo mismo que el estraperlo o el fraude fiscal
generalizado".
Desde luego, habría que añadir, no para investigar a un solo partido, sino a todo el sistema político..." ,
*Carlos Sánchez es periodista y autor de los libros "Los Nuevos Amos de España" y "Dinero Fresco" Ha trabajado en radio, televisión y prensa escrita.
Desde luego, habría que añadir, no para investigar a un solo partido, sino a todo el sistema político..." ,
*Carlos Sánchez es periodista y autor de los libros "Los Nuevos Amos de España" y "Dinero Fresco" Ha trabajado en radio, televisión y prensa escrita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario