24 julio
2013
Vicenç Navarro
El Ministro de Finanzas del gobierno alemán, el Sr.
Wolfgang Schäuble, escribió un artículo en El País (20.07.13, p.31),
significativamente titulado “No queremos una Europa alemana”, en el que
subrayaba que lo último que Alemania desea es que Europa sea una réplica de su
país, negando cualquier intento de alemanizar Europa. En realidad, el ministro
señalaba que no es la intención del gobierno alemán la de liderar el desarrollo
de la Unión Europea, proceso que, según él subraya, debe construirse por todos
y con todos los países, en una decisión colectiva. Esta postura del Sr.
Schäuble es, según él, la de los sucesivos gobiernos alemanes desde Schröder a
Merkel.
Esta
postura, sin embargo, entra en claro conflicto con la propia narrativa y
argumentación utilizada por el ministro alemán para explicar el porqué la Unión
Europea no acaba de arrancar y salir de la crisis. Para la mayoría de países de
la UE (no solo de la periferia de la Eurozona, sino incluso del centro, como
Francia e Italia), esta situación actual es intolerable. Y ninguno de ellos ve
salida a este crecimiento económico tan lento, cuando no negativo.
Pues bien,
según Wolfgang Schäuble, lo que estos países necesitan hacer son “reformas en
su mercado laboral y en su sistema de protección social” (frase que aparece
varias ocasiones en su artículo) “tal como hizo Alemania” (frase que aparece
dos veces en el artículo). Y para protegerse de la crítica de que él está
recomendando seguir el modelo alemán, se refiere que “así lo están proponiendo
el BCE, la Comisión Europea, la OCDE y el FMI, presididos por un italiano, un
portugués, un mejicano y una francesa, ningún alemán” (no hay nada mejor que
sean otros los que propongan y/o apoyen tus propuestas). Detrás de la retórica
del ministro lo que estamos viendo es que el gobierno alemán está imponiendo el
modelo alemán a través de los organismos sobre los cuales tiene una enorme
influencia. Y así lo admite él mismo, utilizando otros términos. Considera
ejemplares las reformas laborales y sociales de la Agenda 2010, iniciadas por
el canciller Schröder, que admite que fueron “dolorosas”, pero que salvaron al
“hombre enfermo” que era la economía alemana. Según el ministro, estas reformas
dieron confianza a los inversores, permitiendo así la recuperación económica, y
tendrían que hacerse también a lo largo del territorio europeo.
Este es el
diagnóstico del ministro y sus recomendaciones que, según él, la población
europea está exigiendo y apoyando. Escribe que “según las encuestas una clara
mayoría de ciudadanos, no solo del Norte, sino también del Sur de Europa,
abogan por reformas y por la reducción de la deuda y del gasto público para
superar la crisis”. Tengo que reconocer que tuve que leer esta cita dos veces,
pues creía que me había saltado algo. No, dice lo que cito. Bien, hasta aquí el
dogma que reproduce el establishment conservador-liberal que domina la
gobernanza de la Unión Europea, bajo el liderazgo del gobierno alemán.
Por qué el
modelo alemán no es modélico
El mismo día
que leía este artículo, leí el interesante informe del European Council on
Foreign Relations, titulado A German model for Europe?, escrito por
Sebastian Dullien (Profesor de Economía Internacional en la Universidad de
Ciencias Aplicadas de Berlín), que cuestiona de arriba abajo las tesis
expuestas por el Ministro de Finanzas alemán, indicando que, ni el crecimiento
de la economía alemana y su bajo desempleo se deben a las reformas de la Agenda
2010, ni el modelo alemán es un buen modelo para el resto de la Unión Europea.
Y muestra abundante evidencia para sostener sus críticas. Veamos los datos.
El informe
de Dullien describe con detalle las reformas de la Agenda 2010, inicio de las
supuestamente exitosas reformas. Tales reformas se centraron en realizar
cambios en el mercado de trabajo, que dieron como resultado un mercado laboral
dual, con división clara entre trabajadores fijos y trabajadores temporales.
Este último sector creció dramáticamente, siendo responsable de un gran
crecimiento de trabajos precarios y de bajo coste. Dichas reformas se iniciaron
en el año 2003 y continuaron durante el gobierno Merkel. También, y como
componente de las reformas, se redujo el gasto público, incluyendo el social,
pasando algunos derechos y provisiones de ser universales (es decir, derechos
de ciudadanía) a sectoriales y/o asistenciales. Esas reformas fueron altamente
impopulares, causa de su posterior derrota electoral. Y así ha sido en todos
los países donde tales medidas se están aplicando. En realidad, la mayoría de
las encuestas muestran que la gran mayoría de personas que viven en la Unión
Europea están, no a favor como el ministro escribe, sino en contra de tales
reformas.
Un tanto
semejante ocurre con los recortes de los gastos públicos que caracterizaron la
Agenda 2010, incluyendo el gasto público social, muy sustanciales en educación
y en Investigación y Desarrollo (I+D). Todas estas reformas tuvieron muy poco
impacto en el crecimiento de la productividad. En realidad, y tal como muestra
Sebastian Dullien, el crecimiento de la productividad laboral en Alemania ha
sido más baja en los años 2000 que en la década anterior (sorprende en este
sentido el artículo de Schröder en el Financial Times, 05.06.13, en el
que este autor aconseja que Francia copie a Alemania en estas intervenciones,
cuando en realidad el crecimiento de la productividad alemana es menor que el
francés).
Lo que ha
sido muy acentuado ha sido la disminución de los salarios, muy por debajo de la
que le correspondería por el nivel de productividad laboral, situación que es
incluso más acentuada cuando se considera el descenso de la inversión. En otras
palabras, el crecimiento de la productividad depende del trabajador (y de su
salario) y de la inversión en la infraestructura. Pues bien, ha habido un
descenso muy marcado de la inversión pública y privada, con lo cual, el
crecimiento de la productividad se ha basado primordialmente en el descenso
salarial. En el año 2008, el 20% de la población trabajadora recibía salarios
bajos y el 40% vio un descenso de sus salarios durante el periodo 2000-2006.
Este
descenso salarial, más las políticas de recortes de gasto publico, ha creado un
problema grave de demanda doméstica durante todos estos años, problema que ha
sido diseñado por las políticas públicas del Estado que han favorecido las
exportaciones a los otros países de la Eurozona, así como a los países
emergentes. Este elevado grado de dependencia de la economía de las
exportaciones y la escasa atención a la demanda doméstica y a la inversión y gasto
público hacen extremadamente vulnerable a la economía alemana a los vaivenes y
recesiones de la economía mundial, y sobre todo de la Eurozona.
Pero la
exportación del modelo alemán es inviable en la Eurozona, pues las políticas de
austeridad y bajos salarios (que es la receta alemana) están creando una
escasez de demanda, origen de la crisis actual. El modelo alemán no es bueno,
ni para Alemania ni para el resto de la Eurozona. El único al que se favorece
es al sector exportador que, provisionalmente, se beneficia de esta situación,
hasta que deje de haber demanda de sus productos, resultado de la recesión
mundial.
Fuente: www.publico.es
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