Por Carlos Galeón.
Todavía se estaban llorando las
víctimas del accidente del tren que descarriló en Santiago, cuando ya el
presidente de ADIF (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias) ya
intentaba lavarse las manos, cargando toda la responsabilidad sobre el
conductor del tren, afirmando que de debería de haber frenado cuatro
kilómetros antes de que se produjera el accidente.
Pero, ¿realmente alguien puede
pensar que la seguridad de un tren mixto (alta velocidad-normal, lo que
de por sí ya es un experimento) depende única y exclusivamente de una
persona sujeta a cometer un error humano? Si es así que dimitan
inmediatamente y que se les pidan las correspondientes responsabilidades
penales jurídicas a que haya lugar, porque ningún convoy donde viajan
cientos de personas puede quedar expuesto a un fallo humano sin que
tenga otros factores de seguridad.
Por lo que se es sabido hasta
ahora el conductor es una persona con experiencia y sensata, como todo
el mundo expuesta a cometer un error, pero, ¿y los sistemas de
seguridad?, ¿fallaron o son inadecuados al tipo de tren y vía?
Según los expertos, ésta es una
línea mixta de alta velocidad con tramos en transición que no disponen
del ancho convencional y en los que se ha de bajar la velocidad. Tal es
el lugar donde ocurrió el accidente. Pero existen dos sistemas de
seguridad; el de alta velocidad (que actúa automáticamente)) ARTMS, y el
normal, ASFA que avisa cada segundo, que sólo frena si la señal está en
rojo.
Aquí ya nos planteamos dos
preguntas. La primera es si se deben de mezclar ambos tipos de línea por
una política equivocada de querer hacer kilómetros de vía rápida con
demasiadas prisas, y la segunda es si no deberían de llevar los tramos
de cambio, también el sistema de seguridad de la alta velocidad, en
lugar del antiguo, por los famosos recortes y la política de austeridad
que de- semboca siempre en hambre o en desastres.
Es demasiado pronto para saber la verdad. Pero la experiencia nos ha enseñado que vendrán las ya conocidas “comisiones de investigación”,
siempre trucadas y puestas al servicio de quien tiene la vara de mando.
Pasó con el Yak-42, volvió a pasar con el accidente de metro más grande
nuestra historia; el de Valencia, puesto nuevamente en movimiento
gracias a un periodista, Jordi Évole, y puede que vuelva a pasar ahora
dónde ya tienen una cabeza de turco preparada en bandeja de plata. Lo
demás quedará en anecdótico y accesorio.
La tragedia ya ha ocurrido
y no tiene vuelta atrás,
pasado el tiempo afligido
veamos lo que hay detrás
haciéndolo con sentido.
No se trata de ir buscando
quién ha sido el culpable,
sino de ser responsable
y empezar investigando
todo lo que sea probable.
Decir que fue el maquinista
no lo traga ni un jumento,
que es excusa surrealista
y ni sirve de argumento
ni tema de un fabulista.
Si es que ha sido por recortes
debido a la austeridad,
que tengan la dignidad
de decir también qué importes
tienen la seguridad.
Que intenten que nos traguemos
que todo ha funcionado,
como si fuéramos memos,
que nada les ha fallado,
es evitar que pensemos.
Que ya bien les conocemos
y sabemos su afición
a pensar que enmudecemos
formando una comisión
con que nada esclarecemos.
No queremos comisiones
sino saber la verdad
con certeza y equidad,
y si ha de haber dimisiones,
que las haya en brevedad.
Si fue la seguridad
lo que esta vez ha fallado
porque por rapacidad
fue en su día retallado
por dalle viabilidad.
Que nos lo digan bien claro
y no anden con medias tintas,
que no busquen el amparo
de empezar a hacernos fintas
con su típico descaro.
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