|
Domingo 29 de septiembre 2013
|
José Enrique Centén Martín <ecenten@gmail.com>
Los que defendemos el
republicanismo como forma de Estado damos razones por la cual la República es
la más demócrata, al margen del sistema de gobierno, y en España no es solo el
deseo de una gran mayoría, es por nuestra historia y por las monarquías que
hemos tenido, las primeras fruto de las invasiones como la romana, germánicas
(visigodas, suevos, alanos, vándalos…), árabes o las de consolidación de los
distintos reinos interiores durante la llamada reconquista que precedió al
nacimiento de España como nación, y durante los últimos 500 años España ha
sufrido dos dinastías, los Absburgos o Austrias y los Borbones, a cual más
abyecta con reyes asesinos, deficientes, degenerados, dementes, déspotas,
ladrones, ninfómanas, traidores…
Los republicanos hemos dado razones
aun a sabiendas que “la razón es un cántaro de doble asa, que se puede
agarrar por la derecha y por la izquierda, y puede proporcionar fundamentos
para distintas acciones”, Montaigne (1533-1592),
pero los monárquicos ¿qué defienden?, no han planteado ningún razonamiento para
debatir dado que no existe, la República es cántaro de una sola asa; no
argumentan, su postura fue descrita por Tito Livio (59 a.n.e - 17), “el hablar de los hombres criados bajo la
monarquía está siempre lleno de locas ostentaciones y vanos testimonios; pues
cada cual eleva gratuitamente a su rey al más alto nivel de valor y de grandeza
soberana”. Los monárquicos defienden un anacronismo sin argumentos, solo
les mueve el interés particular, porque el vasallaje esencial y efectivo no
afecta más que a aquellos a los que conviene y que gustan de honrarse y
enriquecerse con tal servicio.
Séneca (4 a.n.e - 65) en Thy. 205-208
decía, “la mayor ventaja del que reina es esta: que el pueblo se ve obligado
tanto a soportar los hechos de su señor como a alabarlos”.
Antaño el acatamiento y obediencia al
rey correspondía a su rango; mas la estima, como el afecto, solo se la debemos
a la virtud. Por orden político se sufría con paciencia a los indignos,
ocultando sus vicios y ayudando con elogios sus actos más nimios, mientras su
autoridad necesitaba ese apoyo. Más una vez acabada esa relación, no hay razón
para negar a la justicia y a nuestra libertad la expresión de nuestros
verdaderos sentimientos; y en especial porque a los súbditos se les ha negado
la gloria de haber servido fielmente a un señor cuyos defectos les eran bien
conocidos, frustrando la posteridad de tan útil ejemplo y ahí estamos.
Pero aún hay más razones desde la
antigüedad, Tácito (55 - 120), cita en ann. 15,67-68 la valentía de dos
soldados al preguntarles Nerón el porqué de quererle mal, el primero contestó “te
amé cuando lo merecías; mas después de que te hiciste parricida, incendiario, bufón,
rastrero, te odio como te mereces”; y el segundo a la pregunta de por qué
le quería matar, respondió “porque no hallo otro remedio para tus continuas
maldades”.
Me pregunto muchas veces, si somos
capaces de estimar al caballo por ser vigoroso y ágil, no por sus arneses; a un
galgo, por su velocidad, no por su collar, un cuadro, por ser una obra de arte,
no por el marco… ¿Por qué no estimamos del mismo modo a un hombre por lo que es
suyo?, la posesión de una gran servidumbre, un hermoso palacio, autoridad,
rentas: todo esto está a su alrededor, no en él. Hay que medirlos como a las
estatuas sin sus zancos (la base) porque esta no pertenece a la estatua,
pongamos a un lado honores y riquezas, ¿qué tiene?, nada, solo nuestra
percepción y la ceguera de nuestra costumbre. Poco o ningún favor nos hacemos
mientras consideremos a un labriego y un rey, a un noble y a un villano, a un
magistrado y a un particular, a un rico y a un pobre, distintos solo por
decirlo y motivado por sus oropeles, eso hay que evitar, más cuando somos todos
iguales con distintas funciones.
Ciro (424 - 401 a.n.e.) decía: “solo corresponde mandar al
hombre que valga más que aquellos que los que mande”. El rey Hierón, según
Jenofonte (431 - 354 a.n.e.) dijo: “los
reyes en el goce de la voluptuosidad, son de peor condición que los
particulares porque la costumbre y la facilidad les priva de la punta agridulce
que en ella encontramos”.
Desde hace más de 2.500 años se habla
de los defectos monárquicos demostrando que toda monarquía es antidemocrática
al no ser elegido el jefe del Estado, y no igualitaria, en especial la nuestra
al permitir que un individuo esté por encima de la ley según la Constitución en
su artículo 56.3, una muestra más de la incongruencia de esta Constitución al
estar en contra del artículo 14 “los españoles son iguales ante la ley, sin
que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo,
religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o
social”.
También en nuestra Constitución se
habla de sucesión, pero al ser este monarca impuesto por un dictador queda
deslegitimada la monarquía como tal y su sucesión, y si añadimos que en ella no
se contempla la abdicación en su artículo 57.5, la monarquía debe pasar al sus
legítimo dueños el pueblo español por ser, “RES PUBLICA” desde 1931.
No hay comentarios:
Publicar un comentario