Rafael Poch
Publicado en 2013/09/24
En la
historia de la Europa contemporánea ha habido cinco Alemanias. La primera es la
fragmentada y preindustrial Alemania anterior al siglo XIX, un mosaico
multinacional que sobrevivió hasta Napoleón reivindicando una legitimidad
imperial romana sin llegar nunca a ser verdadero Estado. La segunda aparece con
la unificación bismarckiana posterior a la guerra franco-prusiana y se extiende
bajo batuta prusiana hasta más allá de la Primera Guerra Mundial, con su
crítico apéndice republicano de Weimar. La tercera Alemania fue la de Hitler y
Auschwitz, un régimen de doce años particularmente trágico y nefasto que
concluye con el fin de la Segunda Guerra Mundial. La cuarta es la Alemania
doble de posguerra, tutelada por las potencias de la guerra fría; una mezcla de
capitalismo y democracia en el Oeste, la RFA, y una mezcla de socialismo y
dictadura en el Este, la RDA.
Todas estas Alemanias tuvieron
algunos breves y fallidos contrapuntos emancipadores, desde las revoluciones de
1848 y 1918, hasta los movimientos de 1968 en la RFA y de 1989 en la RDA, pero,
en general, el papel de este país en la historia europea se ha caracterizado
por su condición de vanguardia continental de la contrarrevolución
restauradora, la reacción absolutista y un agresivo belicismo.
Desde ese pasado, la quinta Alemania
arranca de la reunificación nacional de 1990, a partir de la anexión de la RDA
por la RFA —proceso que merece la pena repasar para situarse en el presente—
pero apenas ahora comienza a manifestarse, haciendo un uso pleno y normalizado
de su recuperada soberanía y potencia. La principal novedad que esta quinta
Alemania aporta respecto a la anterior tiene dos componentes.
El primero es el de su regreso,
paulatino pero decidido, a un intervencionismo militar en el mundo que comenzó
en los mismos años noventa en los Balcanes y que hoy ya abarca desde Afganistán
a África. En ese ámbito Berlín aún está por detrás de otras grandes naciones
europeas, pero ya ha invalidado definitivamente el Nie wieder Krieg(Guerra,
nunca más) del canciller Willy Brandt, la posibilidad de ser una gran Suiza
europea y el antiimperialismo, al que tanto apego tuvieron los alemanes de la
RFA y de la RDA, respectivamente, desde la pos- guerra hasta los años ochenta
del siglo XX. Hoy, con el pasivo desagrado de sus ciudadanos, el establishment alemán
justifica sumarse militarmente al dominio imperial de Occidente en el mundo
apelando abiertamente a la necesidad y legitimidad de acceder a recursos
energéticos y materias primas globales. Esta es una novedad muy significativa.
El otro es un liderazgo europeo,
dogmático y arrogante, para imponer el programa de involución neoliberal
impulsa- do desde los años setenta desde el mundo anglosajón y que la crisis
financiera de 2008 ha convertido en rodillo. Al día de hoy este liderazgo
apunta a profundizar la desigualdad, social y entre países, y a una ruptura
desintegradora del proyecto europeo. Dicho proyecto, del que la Unión Europea
es resultado, fue formulado a partir de los años cincuenta del siglo XX como
alternativa a la desastrosa y agresiva Europa guerrera que en los últimos
siglos enfrentó crónicamente a unas naciones contra otras y solo por eso ya
debe ser considerado útil y valioso.
El rechazo a estas dos grandes
novedades de esta quinta Alemania es lo que marca en el país la diferencia
entre izquierda y derecha. Las fuerzas y corrientes políticas minoritarias que
en la Alemania de hoy rechazan el regreso al intervencionismo militar y el
neoliberalismo que profundiza la desigualdad, encoge la democracia y amplía el
privilegio de una minoría, son inmediatamente expulsadas del sentido común por
elestablishment alemán y declaradas «irresponsables» e
«incapacitadas para gobernar» (regierungsunfähig).
Más que un sistema de partidos de
izquierdas y derechas, conservadores o liberales, el sistema político alemán es
un conglomerado que engloba a toda esa variedad en una disciplina superior y
común de defensa del capitalismo. Esa esfera compacta, condena y expulsa a la
marginalidad a quienes la ponen en cuestión, y es ejemplo de la degeneración
absolutista y oligárquica a la que conduce la mezcla de democracia y
capitalismo en los países más ricos del mundo a principios del siglo XXI.
Ninguna fuerza política llegará al
poder en Alemania sin haber previamente sintonizado con el programa general
del establishment. La evolución de las fuerzas políticas con
intenciones de cambio, desde los socialdemócratas en su día hasta los verdes
hace mucho menos, y quién sabe si Die Linke en el futuro, es
una trayectoria de adaptación al sentido común del establishment.
Lejos de ser un rasgo exclusivo del sistema alemán, lo que destaca en Alemania
de ese fenómeno general es su estabilidad: ese conglomerado de poderes fáctico
de grandes consorcios empresariales y financieros, lobbys industriales, con sus
sólidos anclajes políticos y mediáticos, está particularmente organizado y bien
articulado en el país.
Elemento central de esa estabilidad
es la cultura nacional de la obediencia debida a la autoridad, un particular
culto al Estado, concebido como una institución neutral, superior y abstracta,
y una predisposición al acatamiento automático de las jerarquías. A ello se
suma una tradición de consenso e integración, enemiga del conflicto y del
desorden como vías legítimas de resolución del choque de intereses. El
contraste de esta cultura política, la tradición del Untertan, del
súbito razonable del orden absolutista descrito en la célebre novela de
Heinrich Mann, con la tradición francesa y republicana del rebelde citoyen,
ha inspirado todo tipo de reflexiones que hoy continúan siendo actuales para
todo el continente.
Este libro presenta unos brochazos
de esta quinta Alemania en un momento en el que Europa mira hacia Berlín con
cada vez más prevención y desconfianza. «Un país que vuelve a dar miedo», como
señalaba el titular de un semanario germano. La involución neoliberal que
Alemania encabeza y los delirios de hegemonía europea que proyecta el subidón nacional
de la quinta Alemania está incrementando la germanofobia y el antieuropeísmo,
particularmente en la Europa del Sur, cuya población era hasta hace poco muy
favorable al europeismo —y no solo por la lluvia de millones recibidos de los
fondos de cohesión.
Si dos Alemanias anteriores
desembocaron en grandes guerras, la quinta Alemania apunta claramente hacia la
desintegración europea.
Los autores no quieren contribuir a
ninguna fobia nacional ni tampoco a una reacción antieuropeísta que no proponga
refundación ciudadana del proyecto. Lo que pretenden es in- formar sobre el
lamentable papel que el establishment alemán, que forma parte
de un orden mundial multinacional, está desempeñando en la actual crisis
europea, en el bien entendido de que ese orden también vulnera los intereses de
la mayoría social en Alemania.
Las primeras víctimas de la
involución llevada a cabo por la elite empresarial y política alemana fueron
los propios alemanes. En los últimos veinticinco años, la actual República
Federal ha sufrido una transformación radical. Más desigualdad en un país que
era relativamente nivelado para criterios europeos, estancamiento salarial,
generalización de la precariedad socio-laboral en un país en el que la
seguridad del puesto de trabajo era considerable, avance de la pobreza y de la
desolidarización, recorte de un sistema de garantías sociales que en su día fue
sólido y ancho, rebaja de impuestos a los ricos y mayor apertura al negocio
privado en el ámbito de la sanidad y las pensiones. Según las últimas encuestas
del conservador Instituto Allensbach de demoscopia, los alemanes son
perfectamente conscientes de ello: un 70% constata una inflexión en justicia
social, particularmente en la distribución de la riqueza, y considera que las
cosas han empeorado en los últimos años. Ese cambio brutal se ha inducido
gradualmente en las dos ultimas décadas, y es presentado mediáticamente como un
éxito e incluso como una especie de segundo milagro económico al lado del de la
posguerra, en contradicción con la experiencia de la mayoría de los ciudadanos.
Eso es en gran parte posible porque, observada en el contexto de crisis euro-
peo, especialmente comparada con los países del sur que han sufrido la misma
medicina en dosis mayores y en plazos mucho más breves con consecuencias aún más
brutales, la situación socio-laboral alemana es mucho mejor. Esa circunstancia
atrae hacia Alemania a no pocos jóvenes, y no tan jóvenes, españoles sin futuro
laboral en su país. Frecuentemente llegan al país muy mal informados sobre lo
que les espera allí.
Toda propaganda debe incluir algún
anclaje con la realidad para ser eficaz y ese es el caso de la relativa e
incierta salud de Alemania en la crisis. Relativa porque siendo cierta para los
beneficios empresariales, no lo es para la mayoría de asalariados que, sin
embargo pueden consolarse comparando su situación con la mucho peor que rige en
otros países. Incierta porque se basa en una estrategia exportadora que en los
últimos veinte años ha acentuado su dependencia de la coyuntura global hasta
hacerla extrema. Esa dependencia es inquietante porque en caso de enfriamiento
o colapso puede hundir todo el edificio alemán con gran facilidad. A diferencia
de China, que dispone de un gran mercado interno y es consciente de los
problemas de esa excesiva dependencia, Alemania no parece preocupada por ello.
Este libro presenta un panorama muy
general de todo lo que aquí se ha señalado. Es una visión apresurada y
provisional que utiliza focos de diverso tamaño, desde el más amplio, con una
perspectiva de varias décadas, hasta el más concreto que describe realidades de
la semana pasada, pasando por el proceso político de los últimos años. Si tras
su lectura la realidad alemana ha quedado algo más clara para el lector
español, habrá cumplido su objetivo.
Berlín, abril, 2013
Rafael
Poch-de-Feliu es el corresponsal del diario La Vanguardia en Berlín. Junto
a Àngel Ferrero y Carmela Negrete acaban de publicar el libro La quinta Alemania: Un modelo hacia el fracaso europeo(Icaria
Editorial), del que este texto es el prólogo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario