Día 26.9.13
Han vuelto a operar al monarca español
de la cadera, la séptima operación en tres años y se ha vuelto a reabrir el
debate sobre la sucesión real, el Estatuto de la Casa Real, del Rey que lleva
pendiente de desarrollarse desde que se aprobó la Constitución Española y la
figura del Príncipe desprovista de atribuciones legales.
Martu Garrote
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Como socialista y republicana, apuesto por
una reforma constitucional, con su preceptivo referéndum, para decidir, entre
otras cosas, si queremos seguir manteniendo una figura arcaica, machista y poco
democrática, como es la monarquía hereditaria o si queremos elegir al Jefe del
Estado español en elecciones en donde todos y cada uno de los españoles mayores
de edad podamos decidir quién nos representa.
Esta reforma constitucional debería
abordar también la definición del Estado, el problema territorial, en el que mi
apuesta es, sin duda alguna, el Federalismo. Un federalismo moderno, sin cupos,
viejas prebendas, ni distinciones “históricas”. Un federalismo del siglo XXI,
de españoles diferentes pero con los mismos derechos y obligaciones. De
españoles plurales pero solidarios que pagan impuestos en función de su renta y
reciben servicios de calidad y en función de sus necesidades.
Una reforma constitucional para que
todos los menores de 53 años que no votamos en el 78 podamos hacerlo hoy,
libres, informados y responsables. Una Constitución que nazca del consenso, del
acuerdo y la voluntad de la mayoría y no del miedo o del deseo de pasar página,
de cerrar las puertas al terror vivido, de huir hacia adelante. Una reforma
constitucional que no tiene que asustar a nadie, en Alemania, país modelo de estabilidad
se han producido numerosas reformas constitucionales, hasta el Estados Unidos
se han enmendado varias veces su sacro santa Constitución.
Volviendo a la cadera real asunto con el
que empezaba esta columna, queda claro que fue un error aplazar el desarrollo
del artículo 57 de la Constitución que dice textualmente en su punto quinto:
“las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra
en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica”. Ley
Orgánica que 35 años después no se ha llevado a cabo y que genera que hoy se
abra este debate.
No es asunto baladí ya que el rey,
además de campechano, es el Jefe del Estado español y como tal tiene una serie
de funciones no delegables que tiene que cumplir y que son esenciales para el
correcto funcionamiento de las instituciones, por ejemplo, la sanción y
promulgación de las normas, la recepción de credenciales de los embajadores,
nombramiento del Presidente, los Ministros, miembros del Tribunal
Constitucional, miembros del Tribunal Supremo, Presidentes y Consejeros de las
Comunidades Autónomas…
Al no haberse desarrollado la Ley
Orgánica que recoja un procedimiento legal para que el rey abdique o renuncie
al trono, al no estar reguladas las funciones del Príncipe, salvo como heredero
al trono en caso de fallecimiento del rey, en estos momentos, el Estado español
se encuentra con un Jefe que no puede ejercer sus funciones y que tampoco puede
delegar las mismas en nadie.
El debate sucesorio se entremezcla con
el debate sobre si es la monarquía la forma de representación del Estado
realmente querida por los españoles o solo fue una situación de transición
elegida en un momento harto delicado de la historia de España. Esta es la razón
por la que, ni se ha desarrollado la Ley Orgánica antes citada, ni se ha
cambiado la Constitución para eliminar la pragmática sanción por la que el
trono lo heredan los hombres antes que las mujeres y que entra en clara
contradicción con el principio de igualdad que consagra la misma Constitución
en su artículo 14.
A los dirigentes españoles de casi todos
los partidos políticos, sobre todo de los que participaron activamente en la
idealizada Transición, les da pánico abrir estos debates, unos porque son
claramente monárquicos y no quieren arriesgarse a que los españoles apostemos
mayoritariamente por una República; otros porque siendo republicanos, se han
tornado juancarlistas, en reconocimiento al papel del Rey en la consolidación
de la democracia en España y creen estar ayudándole pese al deterioro que está
sufriendo su imagen en los últimos años; algunos más porque temen que en estos
momentos de desprestigio de las Instituciones, los españoles se decanten por
alguna figura demagógica o popular a la hora de elegir en votación al nuevo Jefe
del Estado.
No hay que tener miedo a la democracia,
pregúntennos a los españoles si queremos seguir siendo una monarquía
parlamentaria, con un Rey como Jefe del Estado o si por el contrario,
preferimos ser una República donde elijamos cada cinco años a nuestro máximo
representante. ¡Ante la duda, democracia!
Martu Garrote@martuniki
Fuente: www.diarioprogresista.es
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