Holm-Detlev Köhler
Publicado
en 2013/01/14
[Diario El País // 04/01/2013] Un
fantasma recorre Europa: Alemania va bien porque hizo las reformas
estructurales necesarias a tiempo y ahora toca a los países en crisis hacer lo
mismo. Así vende Angela Merkel la Agenda 2010 de los años 2003-05, llenando de
orgullo a su antecesor socialdemócrata Gerhard Schröder, que se siente ahora
como auténtico artífice delmilagro del empleo alemán.El presente
artículo pretende desmitificar este discurso tan imponente en dos pasos.
Primero aclaramos los verdaderos efectos de las reformas para después analizar
las auténticas fortalezas de la economía alemana.
Durante dos décadas, Alemania figuraba
en la opinión pública como el paciente enfermo de Europa, con altos gastos
sociales y costes laborales, un mercado laboral muy rígido y estructuras
corporativistas con una amplia participación de los agentes sociales en la
gestión pública. Frente a esta situación alarmante el gobierno de Schröder
aprobó a finales de 2002 la famosa Agenda 2010, también conocida comoreformas
Hartz en alusión al presidente de la comisión de expertos Peter Hartz,
amigo de Schröder y jefe de personal de la multinacional Volkswagen, condenado
en 2007 a dos años de cárcel por varios delitos de corrupción y sobornos al
comité de empresa en forma de viajes de lujo a Brasil con prostíbulo incluido a
cargo de la empresa.
Las cuatro leyes Hartz consistieron
en la creación de Agencias de Servicios Personales en las Oficinas de Empleo
(Hartz I); el fomento del autoempleo y los mini-empleos’ con
sueldos inferiores a 400€ al mes carentes de contribuciones sociales (Hartz
II). Las oficinas de empleo se convirtieron en job-centers para
sus clientes (parados) (Hartz III). Por último, el sistema de
prestaciones por desempleo sufrió una importante reestructuración, reduciéndose
los beneficios contributivos y fusionándose el sistema de subsidios para
desempleados de larga duración con otras ayudas sociales no contributivas para
personas sin ingresos (Hartz IV).
¿Cuáles han sido los resultados de
la Agenda 2010? El efecto más inmediato y profundo ha sido la dualización del
mercado de trabajo con un amplio sector de mini-empleos y
empleos subcontratados (más de siete millones de personas) con grandes
dificultades de inserción en el mercado laboral regular. Cada vez más personas
quedan atrapadas entre empleos por 1€/hora, mini-salarios subvencionados y la
vuelta al paro, mientras en el otro mercado laboral la carencia de
profesionales cualificados atrae a los nuevos inmigrantes bien preparados y se
ha convertido en un serio problema para una economía que gozaba antes del mejor
sistema de formación profesional del mundo. Se calcula un porcentaje mayor del
20% de los asalariados alemanes pertenecientes a la categoría de trabajadores
pobres, un altísimo valor en el marco europeo y una brecha salarial y social
desconocida en la Alemania de la post-guerra. Más desigualdad y más pobreza en
medio de una economía boyante es el efecto principal de las famosas reformas.
La amplia gama de medidas de
flexibilidad interna facilita la vida a las empresas durante las crisis
Otros efectos han sido una gestión
cara y caótica en los nuevos job-centers con personal no preparado
y desbordado por las nuevas demandas; una inseguridad jurídica que ha generado
miles de demandas judiciales, más de 50 decretos correctores de errores y dos
sentencias del Tribunal Constitucional en contra de artículos de las leyes
reformistas. Gran parte de las medidas introducidas han sido abandonadas por
defectos jurídicos o por disfuncionalidades prácticas. Así, las famosas
reformas estructurales del Gobierno alemán han tenido efectos socioeconómicos,
administrativos y jurídicos nefastos y representan la mayor chapuza jamás
aprobada por un parlamento de la República Federal de Alemania.
¿De dónde viene entonces la relativa
buena marcha actual de Alemania? Realmente, la economía alemana contradice las
certidumbres más firmemente establecidas de la ciencia económica: no es una
economía de servicios, sino industrial. El sector servicios se articula
alrededor de un fuerte núcleo industrial; no es, tampoco, una economía de
nuevas tecnologías, sino de sectores de intensidad tecnológica media; no es una
economía con un mercado liberalizado, antes bien, este se encuentra densamente
regulado; además, se trata de una economía con altos costes salariales e
impuestos relativamente altos, con sindicatos influyentes y mucha intervención
pública.
Alemania tampoco deslocalizó las
partes más intensivas de mano de obra a países de bajo coste, sino que ha
mantenido sectores industriales integrales en su territorio. El fundamento de
la fortaleza económica alemana sigue descansando sobre sectores industrialestradicionales’ como
el de la construcción de vehículos y de maquinaria, la química, la
electrotécnica, la tecnología médica, los aparatos ópticos y la protección del
medioambiente; todos ellos articulados alrededor de una amplia variedad de
grandes y medianas empresas fuertemente orientadas al liderazgo en el mercado
global. Esta fortaleza resiste incluso a las malas políticas económicas de los
gobiernos y ha permitido a las empresas alemanas reorientar sus estrategias de
exportación hacia los mercados emergentes, con China a la cabeza.
El ‘milagro’ es obra de los
empresarios y los sindicatos alemanes; no de sus políticos y banqueros
La fortaleza alemana tiene su
fundamento último en unas relaciones laborales cooperativas y en la
participación activa de los sindicatos en la gestión de las empresas. Fueron,
de hecho, los sindicatos los que convencieron a las empresas a renunciar a la
flexibilidad externa o ajuste vía despidos y negociaron una amplia gama de
medidas de flexibilidad interna con cálculos anuales de horas de trabajo,
sistemas variables de jornada laboral y la exitosa solución del Kurzarbeit. Eltrabajo
corto facilita a las empresas la puesta en práctica de reducciones
temporales del tiempo de trabajo para capear los temporales sin deshacerse de
su capital humano, mientras las oficinas de empleo subvencionan programas de
formación continua y reciclaje profesional, además del 60% del salario de las
horas no trabajadas. La negociación colectiva de estas medidas ha sido
responsable de salvar alrededor de tres millones de puestos de trabajo desde
2008 y ha sido esta mano de obra retenida por las empresas la que ha permitido
la recuperación acelerada de la economía alemana.
Simplificando, un empresario alemán
aprovecha los momentos de coyuntura económica expansiva para invertir en nuevos
equipamientos y tecnologías, que le permiten mejorar la productividad de su
empresa y la competitividad de sus productos, y pacta con los sindicatos
medidas de reducción de jornada y de formación continua en tiempos de crisis,
que le permiten retener mano de obra cualificada. Mientras, un empresario
español contrata en épocas boyantes mano de obra barata a través de contratos
temporales, lo que no le permite mejorar ni en productividad ni en
competitividad, y después opta por el despido masivo y se aprovecha de la
crisis para exprimir a los empleados restantes. Por eso, la productividad
aumenta en Alemania en tiempos de crecimiento y desciende durante las crisis.
Justo lo contrario que en España, donde los pocos trabajadores que quedan deben
trabajar mucho más que antes.
En la década anterior a la crisis,
los costes laborales nominales por unidad producida crecieron en España un 30%
(igual que en Grecia y Portugal). En Alemania el aumento fue de un 1,8%. La
tasa de inflación fue en España constantemente superior a la media europea; en
Alemania fue inferior, lo que implica una ganancia relativa en competitividad.
En fin, mientras España se emborrachaba de una burbuja con dinero fácil,
Alemania sufría la modernización constante de su base productiva y la costosa
incorporación de la economía del este. El milagro alemán es,
por lo tanto, consecuencia de las fortalezas tradicionales de la industria y de
las relaciones laborales alemanas y no tiene nada que ver con las supuestas
reformas de principios del siglo. Realmente, el único acierto de los recientes
gobiernos alemanes ha sido la introducción de un paquete de estímulos
económicos al inicio de la crisis y el aumento de la cobertura del Kurzarbeit.
En resumen, el resto de Europa puede
aprender mucho de los empresarios alemanes y bastante de sus sindicatos, pero
nada de sus políticos y banqueros.
Holm-Detlev Köhler es
profesor titular de Sociología de la Universidad de Oviedo.
Fuente: http://dedona.wordpress.com/
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