Rafael Poch
Publicado
en 2013/09/24
Se trabaja lo mismo que hace diez años, pero ese
trabajo se reparte entre más gente peor pagada.
El éxito de Alemania en la crisis no tiene que ver con la
flexibilización de su mercado laboral, sino con los méritos ignorados de su
modelo: industria, organización efectiva y estrategia, ésta última a costa de
los socios
No hay un mercado laboral alemán,
sino dos.
1. El primero
se contempla, por ejemplo, en la región de Heilbronn-Franken, un territorio de
Baden-Württemberg (sur) como la mitad de la provincia de Barcelona y 800.000
habitantes, que es el reino del Mittelstand: empresas pequeñas y
medianas enfocadas a la exportación, frecuentemente familiares y líderes
mundiales en segmentos muy concretos como la tornillería o los ventiladores.
Las relaciones laborales en las empresas locales se caracterizan por sueldos
suficientes, alta moral del trabajo y la correspondiente lealtad de los
trabajadores. Frecuentemente los empleos pasan de padres a hijos.
2. El segundo
mercado laboral es el del sector de salario bajos y minijobs, los
trabajos no contributivos con sueldos máximos de 450 euros. Favorecido por la
inexistencia de salario mínimo, ahora un debate nacional, este sector precario
es la otra cara de la moneda.
La exportación, cuya marca es la
calidad, opera en el primer mercado laboral. En Heilbronn-Franken, con casi
pleno empleo (3% de paro), Detlef Schulz-Kuhnt, portavoz de la cámara
local de industria comercio, casi se molesta cuando se le pregunta por la
presencia del sector de salarios bajos y de minijobs en su
región. El segundo mercado de trabajo, con productos cada vez más degradados,
domina el sector servicios; la mitad de la restauración y la hostelería, casi
todas las peluquerías y gran parte del comercio.
En 1995 el sector precario implicaba
al 15% de los trabajadores, hoy implica a ocho millones de trabajadores, el
25%, y se ha expandido tres veces más rápido que el sector tradicional, es
decir con contrato a tiempo completo, convenio y salarios suficientes característico
del sector exportador.
La convivencia de ambas
realidades, que el Reino Unido conoce desde hace décadas, es tormentosa en
Alemania. El país tiene una arraigada tradición de desagrado hacia la
desigualdad y de apego al seguro social algo que se remonta a Bismarck,
defendida por unos sindicatos mucho más potentes que los británicos. Esa
tradición estuvo, además, muy determinada por la proximidad del frente de la
guerra fría. Mucho fue derribado a partir delshock de la
reunificación nacional de 1990, pero ha tenido grandes consecuencias y
tensiones políticas que aconsejan hoy al establishment a
no tensar más la cuerda. Hoy en Alemania se habla más de restablecer que de
recortar el estado social.
Alemania tiene una de las tasas de
natalidad más bajas del mundo. La tendencia viene de lejos pero es
particularmente aguda desde 2005, cuando la precarización se hizo sentir más.
Mientras los empresarios y el gobierno mencionan la demografía como
determinante del recorte, los sindicatos apuntan que el recorte profundiza la
depresión demográfica al crear condiciones aún más desfavorables para que
jóvenes sin trabajo satisfactorio ni garantías de futuro, procreen y tengan
familia.
Problemas del sector precario
El sector precario no parece ni
transitorio ni provisional y augura serios problemas para el futuro: solo un 7%
de los empleados en minijobs consiguen pasar a trabajar más
tarde al sector tradicional, es decir a tiempo completo y con salarios más
altos regulados por convenio, según el Instituto Alemán para el Mercado Laboral
y el Empleo (IAB). Si en 1996 el 70% de los empleados en Alemania Occidental
trabajaban en empresas con convenios de sector, hoy son el 53% (36% en Alemania
del Este). El 42% de ex empleados del sector tradicional que han perdido su trabajo
solo encuentran empleo en el sector de salarios bajos, es decir a tiempo
parcial, con contrato limitado, minijobs, etc. Al ser los trabajos
y contratos precarios no contributivos, se incuba, además, un problema de
pensiones y de pobreza. Actualmente la mitad de los jubilados alemanes reciben
una pensión inferior a 700 euros, al nivel de pobreza, aunque la inmensa
mayoría de ellos tienen otros ingresos.
La institucionalización de la
precarización fue el gran resultado de la reforma socio laboral del año 2003
del canciller Gerhardt Schröder, la Agenda 2010, que seguía la
tendencia marcada por la “Estrategia de Lisboa” de la UE del año 2000 y del muy
anterior neoliberalismo anglosajón de la época de Reagan y Thatcher: recortar
el gasto social, bajar impuestos a ricos y empresas, privatizar y flexibilizar
el mercado laboral. En Alemania esa reforma, menos radical que la de Thatcher,
se vivió como un cataclismo para la mayoría asalariada y como una bendición
para los empresarios cuyos beneficios se dispararon mientras los salarios se
estancaban, agravando una desigualdad social desconocida en el país: alrededor
del 50% de los hogares alemanes no pagan hoy impuesto sobre la renta porque
ganan demasiado poco para hacerlo.
Dudosa repercusión en el empleo
Los defensores de la Agenda 2010 dicen
que gracias a ella Alemania recuperó empleo a partir de 2005 y tiene hoy poco
paro: una tasa del 6,8%, según la contabilidad nacional (5,4% para la OCDE) que
corresponde a 2,94 millones de parados. La realidad es menos simple: la
coyuntura general cambió en 2005 y muchos otros países que no habían realizado
ese tipo de reformas también registraron aumentos de empleo.
El “milagro del empleo” alemán
tiene también que ver con el hecho de que gracias a la dinámica expansión de los
trabajos precarios y mal pagados, el mismo trabajo se repartió entre más
personas, al convertirse empleos a tiempo completo en empleos a tiempo parcial.
Lo demuestra el hecho de que al día de hoy en Alemania se trabaja lo mismo
–medido en millones de horas- que hace trece años, pese a que ahora se ocupa a
3,3 millones más de trabajadores en ese mismo tiempo.
Fenómeno preocupante, tradicional en
el Reino Unido pero que aquí se vive como novedad, es que tener empleo ya no es
garantía de no caer en la pobreza: solo 2 millones de los 4,5 millones de
receptores de subsidio social (Hartz IV) son parados, el resto es gente que no
llega al mínimo a pesar de que trabaja. Otro espejismo del empleo alemán es
que, según estimaciones sindicales, casi un millón de parados ha sido barrido
debajo de la alfombra por la contabilidad oficial, que no cuenta a los parados
enfermos, ni a los mayores de 58 años, ni a los que asisten a cursos de
formación u otras categorías.
Un claro éxito: el Kurzarbeit
Pero incluso con un millón más de
parados, Alemania sigue teniendo una tasa de desempleo y un vigor en la crisis
envidiable ¿A qué se debe? En lo que respecta al empleo, al hecho de que en
2009, con una recesión del 5% aplicó una exitosa y eficaz estrategia: el “Kurzarbeit”,
la jornada laboral reducida a la que se acogieron muchas empresas exportadoras,
mediante acuerdos y subvenciones estatales, que salvó 1,2 millones de empleos y
con ellos el consumo. Para lo demás hay que hablar de factores estructurales
como la organización y gestión de las empresas, un equilibrio territorial sin
grandes desigualdades regionales, un sistema educativo bien acoplado a la
economía y el peso del corporativismo.
A grandes rasgos, la economía
alemana tiene dos patas, el descrito Mittelstand y los grandes
consorcios mundiales, tipo Siemens y Volkswagen. Estos últimos están cada vez
más enfocados al mercado extraeuropeo, (el mercado de la zona euro es de gran
importancia para Alemania pero está en retroceso), y son los que determinan
cada vez más la extrema dependencia de las exportaciones como generadoras del
grueso del crecimiento. Pero nada de ese vigor puede entenderse sin atender a
dos hechos estructurales fundamentales.
Factores de solidez
·
Uno es la solidez de la economía alemana. Alemania es la economía
más industrial entre las de los países desarrollados. Sin contar la
construcción, un 20% de su población activa aún está empleada en la industria,
mucho más que en cualquier otro país europeo.
·
El otro es el aspecto de Alemania como “sociedad organizada”:
por doquier un tupido tejido de cámaras de comercio, asociaciones industriales,
sindicatos, educación y administración, estrechamente vinculado e integrado. No
hay en Europa un país mejor preparado para afirmar una ventaja competitiva
sobre sus socios y para formular estrategias económicas. En el mundo solo
países asiáticos como China la superan en capacidad de planificación
estratégica – con la enorme diferencia de que en China la política todavía
manda a las empresas, mientras que en Alemania, como en Bruselas, son los
intereses de los grandes consorcios y monopolios los que determinan al gobierno
la línea a seguir. En cualquier caso es muy difícil trasladar el “modus
operandi” alemán allí donde no hay una estructura industrial pareja ni una
sociedad organizada.
Dentro de esa mayor organización se
incluye el poder de los sindicatos. Los sindicatos alemanes tienen más poder
que en cualquier otro país de Europa, allí donde hay comités de empresa. El 40%
de los trabajadores alemanes operan en empresas que tienen tales comités.
Gracias a la llamada “cogestión” (Mitbestimung) los comités de empresas
alemanes tienen poder de decisión en asuntos que en otros países son mucho más
exclusivos del empresario: jornada laboral, organización del trabajo, salarios
y rendimientos. El empresario costea todo el gasto de los comités de empresa.
Allí donde hay comité de empresa, los despidos deben ser consultados, de lo
contrario son nulos. Evidentemente, todo eso apenas existe en el sector
precario.
A esa fortaleza estructural se suman
también factores coyunturales. En la eurozona la industria alemana dejó en la
cuneta a sus competidores europeos a base de practicar un intenso dumping salarial
en un nuevo contexto de mercado y moneda común donde el superávit de uno es
déficit de otros. Además, Alemania se beneficia del aumento sin precedentes de
la demanda de los países emergentes por que se acopla muy bien a su industria.
Todo esto no tiene nada o muy poco
que ver con la “flexibilización del mercado laboral”, la involución que tiende
a volatizar el derecho laboral. En el mundo científico nadie ha demostrado
nunca que un mercado laboral más flexible genere empleo. Mentar el relativo
éxito alemán en la crisis, para desmontar el derecho laboral y de pensiones en
España, es, pura y simplemente, un fraude.
El trágico despropósito del momento
es que se pretende imitar de Alemania los aspectos más dudosos, sino negativos,
de su desmonte socio-laboral -¡y con el único objetivo “estratégico” de poder
pagar a bancos en gran parte alemanes atrapados por sus pésimas inversiones en
las subprime y los ladrillos español e irlandés a costa del
bienestar de las clases medias y bajas!- mientras se ignoran las verdaderas
claves de su éxito, por no hablar de su gran apuesta de futuro completamente
ignorada: la transición energética hacia renovables que navega a toda vela en
plena crisis.
Fuente: http://dedona.wordpress.com/
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