Artículos de
Opinión | Diego Jiménez García* | 19-06-2013 |
Trabajaba
para el Estado, en el Ministerio de la Verdad, falsificando documentos. Winston
Smith descubre un día que esa sociedad en la que vive, en la que fue
anulado el pasado -sólo existe el presente-, es una farsa. Incluso la guerra
permanente con la que el Estado tiene sometida y atemorizada a la población no
es real. Todo conduce a un fin: tener engañada a la gente para que no se rebele
contra la mentira y la opresión en la que vive. La telepantalla, el Gran
Hermano y la Neolengua se erigen en métodos sutiles de control y manipulación
de la población.
Quién nos
iba a decir que 1984, la novela de ficción distópica de George Orwell,
un virulento alegato contra el régimen de Stalin, fuera a reflejar, casi
setenta años después, la realidad de los países occidentales capitalistas.
Desaparecida la Unión Soviética, era preciso buscar un enemigo externo para
justificar, como en la novela, el Estado de guerra permanente. Ese papel se le
asignó a Al Qaeda, tras la caída de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de
2001. Las intervenciones militares en Irak y Afganistán se legitimaron por la
lucha contra ese nuevo enemigo difuso, el terrorismo. A partir de ahí, el miedo
se instaló entre la población.
En nuestro
país, como ya advirtiera el fallecido escritor y humanista José Luis
Sampedro, el miedo también hoy se ha extendido entre la población. Miedo al
futuro, a perder el puesto de trabajo, a manifestarnos en la calle, a
expresarnos en público… y, como respuesta defensiva, se ha potenciado un
individualismo feroz y paralizante. Además, la brutal crisis económica que
soportamos ha supuesto la irrupción de términos que, como en la Neolengua de la
novela orwelliana, ponen en evidencia la manipulación por el lenguaje: así
‘brotes verdes’ (un intento de negar la crisis), ‘austeridad’ y ‘sacrificio’ (por
supuesto sólo para los sectores populares), ‘estabilidad presupuestaria’ (esto
es, gastar menos, sobre todo en políticas sociales), ‘crecimiento negativo’
–qué disparate- (o sea, recesión)…
Pese a ello,
como la contestación social contra la crisis iba in crescendo, desde el poder
había que iniciar todo un proceso de criminalización social, deslegitimando
aquélla. Primero fueron los sindicatos y sus cuadros de liberados sindicales;
luego se arremetió contra los supuestos privilegios de los funcionarios; se
ignoró el auge del 15 M y, cuando la protesta en las calles era una evidencia
insoslayable, se empezó a despreciar ese movimiento tachándolo de poco
representativo, y, por último, la excesiva contundencia policial ante las
protestas ciudadanas nos ha recordado los peores tiempos del franquismo… Pero
lo que no nos esperábamos es que se pudiera llegar más lejos y que alguien se
atreviera a calificar de terrorismo una actividad militante legal. Por ejemplo,
la que desarrolla Ada Colau.
Reconozco
que, hasta hace muy poco, poco sabía de ella. Pero su presencia en el Congreso
para la negociación de la ILP por la dación en pago y sus apariciones en
debates televisivos varios han motivado que siga con interés los pasos de esta
ciudadana de Barcelona, con una larga trayectoria de militancia. En estos días,
además, su figura mediática ha cobrado peso con motivo del ‘Premio Ciudadano
Europeo 2013’ concedido por el Parlamento Europeo a la Plataforma de Afectados
por la Hipoteca (PAH), de la que ella es la voz más destacada.
La concesión
del premio a esta activista (compartido con Euskaltzaindia) removió las
vísceras de quienes, como el eurodiputado del PP Carlos José Iturgaiz,
son incapaces de desvincularse de la herencia ideológica del franquismo.
Sabedor de que a gran parte de la población le repugnan las actividades armadas
de ETA, Iturgaiz dijo que su formación estudiará si existe la posibilidad de
dar marcha atrás y hacer que se retire el galardón a la PAH, y adelantó que al mismo tiempo
pedirá que se replantee el reglamento por el que se rige el premio. ¿El motivo?
Ya en abril de este año, en una comparecencia ante la Comisión de Peticiones de
la Eurocámara, comparó los escraches reivindicativos de la PHA de este año con
las acciones de grupos independentistas vascos durante 1996, acusando, además,
de haber comenzado una campaña de acoso e intimidación a los cargos electos de
su partido.
Estas
afirmaciones persiguen un claro fin: además de deslegitimar todo atisbo de
contestación social, el hecho de que se compare con ETA a un colectivo que se
está mostrando especialmente eficaz y contundente contra el drama de los
desahucios esconde el interés de personajes como éste de manipular la verdad,
inculcarle el miedo a la gente y, por consiguiente, hacer desistir a las
personas afectadas de acercarse a esta Plataforma.
Ante estas
trapacerías, hemos de hacer como Winston, el personaje de la novela citado
arriba: rebelarnos contra este estado de cosas, ahondando en el espíritu
crítico, hoy más necesario que nunca. Y como de apoyar a Ada Colau se trata,
contribuyamos a ello con nuestra firma virtual. Lo pueden hacer en la web www.change.org.
*Para
Tercera Información
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