Despliegue de la
artillería conservadora contra el juez y silencio de la izquierda institucional
Miércoles,
26 de junio de 2013
Por Paco Acosta / Canarias Semanal
El titular del juzgado de Instrucción número 9, Elpidio Silva,
que todavía sigue encargado oficialmente de la investigación de las actividades
financieras del ex presidente de Caja de Madrid, Miguel Blesa,
ha decidido no rendirse. Como primera medida se ha querellado ante
el Tribunal Supremo contra el magistrado que está actuando como instructor del
expediente disciplinario que le ha abierto el Consejo General del Poder
Judicial por dos posibles faltas muy graves y una grave y que
le pueden costar su expulsión de la carrera.
Fuentes del alto tribunal señalaron que la querella, que fue registrada el lunes, se presenta contra el magistrado de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, Álvaro Domínguez, que es quien instruye el expediente, y contra la fiscal designada para informar sobre el mismo, María José Rodríguez Abadía. Domínguez investiga la actuación del juez Silva en su juzgado y deberá presentar a la Comisión Disciplinaria del CGPJ una propuesta de archivo del expediente o bien instar la suspensión, el traslado forzoso e incluso la expulsión de Silva de la carrera judicial.
En todo este caso no deja de resultar curioso que el detonante que ha puesto en marcha la artillería ultraconservadora que dispara sobre el juez Elpidio Silva, se haya producido justamente cuando éste comenzó a instruir el proceso de investigación contra el todavía todopoderoso multimillonario Miguel Blesa. En el "fuego a discreción" se produjo una clarísima combinación entre el conjunto de la maquinaria mediática del sistema -prensa, radio, televisión, tertulianos… - y los sectores más reaccionarios de la magistratura, que son muy numerosos y disponen de extraordinaria influencia en los ámbitos del poder judicial . La primera línea de falsimedia la ocuparon los locutores de extrema derecha Jiménez Losantos y Carlos Herrera, que no escatimaron calificativos para desprestigiar la labor del juez en el procesamiento de Blesa. Como consecuencia de ello, el juez Silva se vio obligado a demandar el amparo del Consejo General del Poder Judicial, reclamación que fue denegada por esta institución. Llamativo ha resultado para muchos que el ruido vocinglero protagonizado por la extrema derecha haya sido acompañado por el discreto silencio de la izquierda institucional, que como se sabe disfrutó de la generosidad crediticia con la que el banquero multimillonario supo premiar su lealtad.
En principio, el expediente que le ha incoado al juez Silva el corporativo aparato de la judicatura, está basado en dos supuestas faltas muy graves y una grave. Las primeras lo son por “absoluta y manifiesta falta de motivación” de sus resoluciones y por retrasos en la tramitación de asuntos en su juzgado mientras que la grave corresponde al artículo 418.5, que sanciona la falta de consideración del juez del “caso Blesa” a sus funcionarios.
Los conflictos entre este juez y las instancias superiores de la magistratura no se parecen en nada a las que en su día mantuvo el ex juez estrella Baltasar Garzón, casi todas ellas caracterizadas por el exhibicionismo narcisista y el oportunismo político de este último. Elpidio Silva, por el contrario, se ha caracterizado por su trayectoria discreta y su manifiesta voluntad de pasar desapercibido en relación con los medios de comunicación.
Fuentes del alto tribunal señalaron que la querella, que fue registrada el lunes, se presenta contra el magistrado de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, Álvaro Domínguez, que es quien instruye el expediente, y contra la fiscal designada para informar sobre el mismo, María José Rodríguez Abadía. Domínguez investiga la actuación del juez Silva en su juzgado y deberá presentar a la Comisión Disciplinaria del CGPJ una propuesta de archivo del expediente o bien instar la suspensión, el traslado forzoso e incluso la expulsión de Silva de la carrera judicial.
En todo este caso no deja de resultar curioso que el detonante que ha puesto en marcha la artillería ultraconservadora que dispara sobre el juez Elpidio Silva, se haya producido justamente cuando éste comenzó a instruir el proceso de investigación contra el todavía todopoderoso multimillonario Miguel Blesa. En el "fuego a discreción" se produjo una clarísima combinación entre el conjunto de la maquinaria mediática del sistema -prensa, radio, televisión, tertulianos… - y los sectores más reaccionarios de la magistratura, que son muy numerosos y disponen de extraordinaria influencia en los ámbitos del poder judicial . La primera línea de falsimedia la ocuparon los locutores de extrema derecha Jiménez Losantos y Carlos Herrera, que no escatimaron calificativos para desprestigiar la labor del juez en el procesamiento de Blesa. Como consecuencia de ello, el juez Silva se vio obligado a demandar el amparo del Consejo General del Poder Judicial, reclamación que fue denegada por esta institución. Llamativo ha resultado para muchos que el ruido vocinglero protagonizado por la extrema derecha haya sido acompañado por el discreto silencio de la izquierda institucional, que como se sabe disfrutó de la generosidad crediticia con la que el banquero multimillonario supo premiar su lealtad.
En principio, el expediente que le ha incoado al juez Silva el corporativo aparato de la judicatura, está basado en dos supuestas faltas muy graves y una grave. Las primeras lo son por “absoluta y manifiesta falta de motivación” de sus resoluciones y por retrasos en la tramitación de asuntos en su juzgado mientras que la grave corresponde al artículo 418.5, que sanciona la falta de consideración del juez del “caso Blesa” a sus funcionarios.
Los conflictos entre este juez y las instancias superiores de la magistratura no se parecen en nada a las que en su día mantuvo el ex juez estrella Baltasar Garzón, casi todas ellas caracterizadas por el exhibicionismo narcisista y el oportunismo político de este último. Elpidio Silva, por el contrario, se ha caracterizado por su trayectoria discreta y su manifiesta voluntad de pasar desapercibido en relación con los medios de comunicación.
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