La Guardia Civil
impuso al pequeño una sanción de 200 euros por cometer una infracción hace dos
semanas en la merindad burgalesa de Sotoscueva
Consideraron que el
pequeño constituía un peligro para la circulación
23.06.13 - 00:42 -
LEIRE PÉREZ | BASAURI.
«Los agentes fueron unos déspotas con mi hijo, que incluso
se echó a llorar», lamenta el padre
El
paseo en bicicleta que Carlos Peña -vecino de Basauri- y su hijo Iñigo -de tan
sólo seis años- dieron hace dos sábados en Cornejo, un pueblo de poco más de
100 casas en la Merindad de Sotoscueva, en Burgos, les ha salido caro. El
pequeño se saltó un stop en presencia de una patrulla de la Guardia Civil que
no dudó en imponerle un serio correctivo: 200 euros de multa.
No
era la primera vez que padre e hijo montaban en bici, ya que a pesar de residir
en Bizkaia veranean en este pueblo. Volvían de una concentración de
asociaciones de mujeres que se celebró en la zona próxima de Ojo Guareña -el
pequeño a pocos metros del padre- cuando se adentraron en una carretera local,
la BU-562, a través de un cruce en el que se levantan varias casas y una fuente
y por el que se puede transitar hacia Villarcayo.
Tanto
Carlos como Iñigo frenaron, pero una patrulla de la Guardia Civil que se
encontraba en el lugar reprendió al pequeño por circular delante de su
progenitor y a una velocidad por encima de la recomendada. «Mi hijo paró,
aunque sobrepaso la línea», reconoce Carlos Peña.
Los
agentes adscritos a la Jefatura Provincial de Tráfico de Burgos consideraron
que el pequeño constituía un peligro para la circulación. «Se detuvieron a 30
metros de donde nos encontrábamos, se bajaron y me dijeron que controlara a mi
hijo», relata el padre.
«Los
que corrían eran ellos»
Lejos
de aceptar la crítica, este basauritarra se enfrentó a los agentes y les
reprochó que circularan por encima de la velocidad permitida. Según su relato,
«ellos eran los que iban rápido, pero les debió de sentar mal que se lo dijera
porque, ante mi reproche y el de otros vecinos, nos apartaron y nos multaron».
Lo
curioso es que la sanción no iba dirigida al padre por la contestación que
había dado. Uno de los dos funcionarios sacó el bolígrafo y multó al niño de
seis años por «no detenerse en el lugar en el que había un stop, incorporándose
a la carretera, así como obligando a los vehículos a frenar, sin ser apercibido
por ello».
La
sanción al pequeño Iñigo fue de 200 euros, pero se ha quedado en la mitad porque
su padre la ha pagado con premura. Aun así, Carlos Peña ha decidido recurrir la
multa por «varios motivos». «No aparecen mis datos y hay varios errores de
forma», afirma. Si gana recuperará el dinero abonado, pero si pierde deberá
costear la totalidad de la sanción así como las costas del proceso.
Asegura
que a él no le preocupa el dinero. Es más una cuestión de orgullo, de demostrar
que su hijo circulaba en correctas condiciones. Y lo que más le dolió fueron
las formas de los agentes. «Fueron unos déspotas. No es normal cómo actuaron
con mi hijo, que incluso se echó a llorar», lamenta. Además, critica que no le
dieran opción de «firmar». «Nos entregaron la multa deprisa y se marcharon
corriendo».
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