Artículos de
Opinión | por Fernando Martínez Heredia | 26-06-2013 |
Palabras en
la presentación de los libros de Ernesto Che Guevara Apuntes críticos a la
Economía Política y Retos de la transición socialista en Cuba (1961-1965), de
la Editorial de Ciencias Sociales del Instituto Cubano del Libro, durante la 22
Feria Internacional de Libro de La Habana, en La Cabaña, 18 de febrero de 2013.
Ernesto Che
Guevara es uno de los nombres fundamentales en la historia del pensamiento
revolucionario cubano. Y es uno de los más prominentes marxistas que
participaron desde el Tercer Mundo en el proceso de universalización de esa
concepción teórica revolucionaria. Los dos títulos que se presentan aquí hoy
son de una enorme importancia para el conocimiento de la concepción
revolucionaria marxista del Che.
He analizado
su pensamiento en numerosos escritos e intervenciones desde hace décadas.
Entonces, dedicaré la mayor parte de mis palabras a un aspecto de la concepción
teórica del Che que está muy desarrollado en Apuntes críticos a la Economía
Política, pero también está siempre presente en Retos de la transición
socialista en Cuba (1961-1965).
No es posible
valorar ni sacarle mucho provecho a un pensamiento específico sin conocer en
alguna medida sus presupuestos ―tanto en lo concerniente al mundo en que se
elaboró como a la persona que lo hizo— y el lugar que ocupó ese pensamiento
respecto a las situaciones y los problemas fundamentales de su época. Enumero
cuatro aspectos del momento histórico al que pertenecen estos dos libros: el
triunfo del socialismo cubano; el tiempo en que ese socialismo fue retado por
el estado del pensamiento existente en un país capitalista neocolonizado en el
cual comenzaba una Revolución muy profunda; las necesidades, el desarrollo y
los conflictos propios de esa Revolución en el poder durante su primera etapa
(la que va de 1959 a inicios de los años 70); y el conjunto de sus condicionamientos
internacionales.
Las tres
revoluciones cubanas sucedidas entre 1868 y 1935 habían exigido
complejizaciones de la hegemonía de la dominación que permitieran su
reformulación eficaz en cada etapa posrevolucionaria. Una consecuencia
importante fue la incongruencia entre la estructura económico-social y las
dimensiones política e ideológica, que llegó a ser muy fuerte durante la
segunda república burguesa neocolonial (1936-1958). Se estableció un delicado
equilibrio dirigido a que nunca más hubiera una Revolución en Cuba, pero
conllevaba el riesgo de que si esta sucediera, se vería obligada a ser muy
radical. Por ejemplo, el democratismo era más influyente que el liberalismo.
Estaba muy extendida la creencia en que grandes jornadas cívicas y la adopción
de nuevas leyes podrían satisfacer las necesidades de cambios de la sociedad.
La palabra revolución era muy utilizada, pero las organizaciones políticas
―incluida la declaradamente socialista— no se proponían utilizar esa vía para
abatir el dominio del imperialismo y el capitalismo nacional. El movimiento
revolucionario insurreccional dirigido por Fidel tuvo que abocarse en la
práctica a la victoria para que el socialismo perteneciente al movimiento
comunista internacional admitiera esa posibilidad.
La
Revolución socialista de liberación nacional que triunfó en 1959 tuvo ese
carácter por la praxis organizada y conciente que lo conquistó, no a
consecuencia de características de la estructura económica y social del país.
Ese segundo choque con los principios de la teoría-ideología del socialismo
guiado por la Unión Soviética y el movimiento comunista de su campo ―la
corriente mayor y más influyente del socialismo en el mundo—, pronto fue
seguido por otros. Se fue haciendo obvio que, además de ser un evento
trascendental por su inmenso alcance y por haber sido inconcebible, que conquistó
la liberación nacional y social del país, estableció un poder popular fortísimo
y enfrentó con éxito las agresiones de EE.UU., la Revolución cubana constituía
una herejía dentro del campo de las experiencias y las ideas socialistas.
Para
comprender estos eventos y sus consecuencias es preciso reconocer la existencia
de dos formas de socialismo en Cuba, que se iniciaron desde la tercera década
del siglo XX y han tenido una historia de contradicciones y conflictos, y
también de coexistencias y colaboraciones. Esas dos formas son el socialismo
proveniente del movimiento comunista internacional y el socialismo cubano.
Fidel
consumó su liderazgo completo en las jornadas de la fase inicial de la
Revolución en el poder, y desde entonces ha sido siempre el máximo guía
político e ideológico del proceso. El Che se mantuvo siempre junto con Fidel y
siguiendo su liderazgo, y compartió con él la colosal aventura de la
Revolución. En el transcurso de aquellos años, Fidel debió asumir sobre todo
las funciones de dirigente máximo y de educador popular, y el Che, que
desempeñó un cúmulo de responsabilidades prácticas en numerosos terrenos,
elaboró al mismo tiempo en aquellos años una obra teórica que es el más
importante monumento intelectual de la Revolución en su primera etapa, obra que
por su alcance ha resultado muy trascendente para la estrategia y el proyecto
cubano, hasta el día de hoy y en el futuro que alcanzo a pensar.
El aspecto
del pensamiento del Che al que voy a referir es el de su crítica al socialismo
que llamaban “realmente existente”, crítica que evolucionó y se hizo cada vez
más dura y fundamentada. Al hacerla, el Che procedió con arreglo a su
responsabilidad militante y de dirigente cubano.
Las
experiencias procedentes de las nuevas relaciones económicas con socios tan
lejanos en muchos sentidos tenían que contener insatisfacciones,
incomprensiones y prejuicios, pero también críticas provenientes de la
diferencia de posiciones respecto a las cuestiones económicas y el socialismo.
En octubre de 1963, al planear un seminario para los cuadros del Ministerio de
Industrias, Che orienta relacionar y comparar los sistemas de dirección.
Comenta que hay que estudiar las relaciones entre el sistema de dirección y los
problemas económicos y las concepciones de los países socialistas. Encerrarse
en una “falsa concepción de la ley del valor”, dice, les hizo perder contacto
con el mundo exterior. La productividad mundial dejó atrás a los otros países
socialistas que, a diferencia de la URSS, dependían del comercio exterior.
Se produce
una lucha continua entre los aparatos centrales y las empresas, dice el Che,
porque estas buscan tener metas menores para sobrecumplir fácilmente o no
arriesgarse a incumplimientos; su éxito consiste en obtener mayores premios.
“Se está estableciendo entre el aparato central y la Empresa una contradicción
que no es socialista, una contradicción que atenta contra el desarrollo de la
conciencia”. Los dirigentes de empresas socialistas se van convirtiendo así en
expertos en engañar al Estado, deformándose como individuos, y ante el obrero
la imagen del buen dirigente es la del que “sabe” organizar para “sobrecumplir”
siempre.
En julio de
1964, mientras culmina el debate económico público, Che ofrece una visión de
conjunto del problema a sus compañeros de Industrias. En la URSS se prepara la
reforma económica, en medio de discusiones que condujeron a la destitución, en
octubre, de Nikita Jruschov; en los países europeos de su campo se habla mucho
también de la reforma. Toma un ejemplo reciente que ha estudiado, los análisis
del 14º Congreso del partido polaco acerca de graves deficiencias de la
economía y cómo enfrentarlas. La utilización del cálculo económico en un país
que ya antes había descolectivizado su agricultura no logra evitar males de todo
tipo, incluidos algunos que parecerían propios de un modelo muy autoritario,
pero “la solución que se le piensa dar a estos problemas en Polonia es el libre
fuero de la Ley del Valor, es decir, la vuelta al capitalismo (…) el cálculo
económico, cuando llega, como debe llegar, a un callejón sin salida, conduce
por la lógica de los hechos a tratar de resolverlo por el mismo sistema,
aumentar el estímulo material, la dedicación de la gente específicamente a su
interés material y por ahí al libre fuero de la Ley del Valor. Y por ahí al
surgimiento en cierta manera de categorías estrictamente capitalistas (…)
Polonia lo está probando y creo que también van a probarlo otros países
socialistas".
(Continuará...)
Fernando
Martínez Heredia es Filósofo y ensayista cubano. Premio Nacional de Ciencias
Sociales.
Fuente: Che
por siempre
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