Artículos de Opinión | por Tatiana Martínez Hernández |
25-06-2013 |
Los
estudios coinciden en que la vida nació en el agua hace más de 3 mil 500
millones de años. Las primeras civilizaciones se desarrollaron alrededor de
ríos o lagos.
Hasta
el momento, es irremplazable la molécula formada por dos átomos de hidrógeno y
uno de oxígeno existente en el 71 por ciento de la superficie del planeta.
Sólo
el 3 por ciento de ella es dulce, y de esa ínfima parte puede utilizarse el 1
por ciento para uso y consumo humano.
El
desarrollo desigual y la explotación irracional de los recursos naturales
provocarán el fin de la especie humana y de la vida, pronostican analistas y
políticos.
La
sequía en algunas regiones, las inundaciones en otras, las guerras, el cambio
climático y la reciente catástrofe nuclear en Japón son apenas síntesis del
apocalipsis al estilo bíblico.
El
primer estudio global del Instituto Internacional para el Manejo del Agua
advierte que el agotamiento incontrolado de las capas acuíferas subterráneas
representa una seria amenaza para la seguridad de los alimentos.
En
los países en vías de desarrollo, el sistema de riego utilizado en la
agricultura depende del agua subterránea, pero su disminución y/o contaminación
resulta una agravante para la seguridad alimentaria mundial. Se espera que para
2025, la demanda del indispensable líquido será 56 por ciento superior al
suministro, y quienes tengan la suerte de contar con reservas serían blancos
del poder imperial.
De
hecho, la guerra en Irak tuvo además el objetivo adicional de controlar los
recursos hídricos de los ríos Éufrates y Tigris, torrentes caudalosos en una de
las zonas más áridas del planeta.
Estos
dos accidentes fluviales son motivo de conflicto entre Turquía, Siria e Irak.
Asimismo, el Río Nilo, cuna de la civilización humana, es la manzana de la
discordia entre Etiopía, Sudán y Egipto.
También
el Jordán y el Litani, en Oriente Medio, son puntos de las conversaciones en el
conflicto israelo-palestino.
Según
expertos, Jordania, Israel y los territorios palestinos han agotado casi todos
sus recursos acuíferos; y, de hecho, cualquier acuerdo de paz entre Israel y
Palestina debe considerar un apartado sobre aguas para ser aprobado por ambas
partes.
La
meseta del Golán, territorio ocupado por Tel Aviv a Siria, es un importante
reservorio de agua dulce en medio de esa zona desértica.
Con
el crecimiento poblacional mundial, cercano a 6 mil 800 millones de habitantes,
aumenta la demanda en la utilización del recurso en la industria (farmacéutica,
cosmética, alimenticia y textil, entre muchas otras).
En
la actualidad, existe un debate ético entre quienes defienden el agua como bien
social relacionado con el derecho a la vida y entre quienes hacen de ella un
negocio multimillonario.
El
analista Edmundo Fayanás publicó en el sitio Rebelión que, en medio de esta
fiebre por el “oro azul”, ha surgido una industria cuyo valor rondó, según
estimaciones del Banco Mundial, el billón de dólares en 2001.
Entre
las principales industrias del sector, se encuentran las corporaciones
multinacionales con fines lucrativos que ofrecen servicios hídricos o venden
agua embotellada, logrando grandes beneficios, apunta Fayanás.
El
agua, como la sonrisa, no debe tener precio. Pero el antiguo dicho de que “aquí
no se cobra el agua” es pura fantasía para los especuladores del líquido vital.
Para
el liberalismo económico, el agua es un bien comercial, como el petróleo, un
auto o una prenda de vestir, y, aunque el acceso a ella es una necesidad, no la
considera un derecho humano esencial.
Todo
lo contrario a lo estipulado en la resolución de la Asamblea General de
Naciones Unidas, el 28 de julio de 2010, que reconoce al agua potable y al
saneamiento básico como derecho humano esencial para el pleno disfrute de la
vida.
Dicha
resolución fue adoptada a iniciativa de Bolivia, tras 15 años de debates, e
impulsada por una activa campaña encabezada por el presidente Evo Morales.
El
agua, en tanto fuente de vida, es también consecuencia de la muerte de millones
de personas por enfermedades relacionadas con su consumo contaminado, sobre
todo en el África subsahariana.
Beber
agua no tratada causa 5 millones de muertes al año, según informes de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Pero
aproximadamente 1 mil millones de personas carecen del servicio de agua potable
y más de 2 mil 600 millones no disponen de acceso al saneamiento básico.
Reducir
en el 50 por ciento el número de personas sin ella para 2015 se contempla como
una de las Metas del Milenio de la ONU, aspiración que está lejos de
alcanzarse.
Incluso
si se lograse este difícil objetivo, se calcula que aún quedarían alrededor de
500 millones sin la posibilidad de acceder a ella, y más de 1 mil millones
carecerían de un adecuado sistema de saneamiento.
La
Organización Mundial de la Salud estima que la adopción de políticas de agua
segura podría evitar la muerte de 1 millón 400 mil niños al año víctimas de
diarrea.
Pero
los esfuerzos actuales son insuficientes para conservar y aprovechar el recurso
natural que generó vida y que se convierte hoy en causa de especulación,
conflictos y muerte.
Fuente:
Alai-Amlatina
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