En la reunión del G8 en Lough Erne, los puntos de vista de Estados
Unidos, por un lado, de Francia y el Reino Unido, por otro lado, y finalmente
de Rusia, se confrontaron bajo la mirada atónita de los demás participantes.
Hubo un intercambio de puntos de vista sobre el equilibrio del mundo en general
y, en particular, sobre Siria. También se habló de economía, con vista a
levantar el secreto relativo a los consejos de administración de las firmas off
shore.
Artículos de Opinión | Thierry Meyssan | 27-06-2013 |
Los 10 miembros del G8 durante el
debate.
«¿Todavía
sirve para algo el G8?», nos preguntábamos en 2008, cuando los entonces
presidentes Nicolas Sarkozy y George Bush planeaban reunir a los jefes de
Estado o de gobierno de 20 de las 29 grandes potencias en un esfuerzo por
resolver la crisis financiera.
El
G8 es la cumbre anual en la que participan 8 jefes de Estado o de gobierno en
presencia de 2 representantes de la Unión Europea. O sea, no son 8 sino 10. En
una discusión, organizada en parte alrededor de un orden del día y en parte en
forma de conversación informal, los participantes intercambian sus puntos de
vista sobre los grandes problemas internacionales sin la obligación de negociar
por ello ningún tipo de resultado. Sin embargo, la cumbre publica un largo
comunicado final, que recoge el trabajo realizado a lo largo del año a nivel
ministerial, y una breve declaración de intenciones referente a los puntos
sobre los que existe un consenso.
Siria
La
cumbre que se desarrolló en Lough Erne (Irlanda del Norte), el 17 y el 18 de
junio de 2013, era especialmente importante por tratarse del primer encuentro
entre los presidentes Obama y Putin desde la reelección del primero, hace 9
meses. Después de que Hillary Clinton y el general David Petraeus sabotearon la
conferencia de Ginebra (el 30 de junio de 2012), los dos jefes de Estado habían
acordado que su primer encuentro les permitiría anunciar una solución de la
crisis siria. Sin embargo, a pesar del cambio de equipo en Washington, ese
encuentro se pospuso repetidamente mientras que el secretario de Estado John
Kerry se perdía en declaraciones contradictorias.
Y
el contexto cambió durante este largo periodo de espera. El Líbano está sin
gobierno desde que Tammam Salam fue nominado como primer ministro, hace 2 meses
y medio. En Arabia Saudita, el príncipe Khaled ben Sultán, ministro adjunto de
Defensa, fracasó al tratar de derrocar al rey Abdallah. En Qatar, Estados
Unidos dio de plazo hasta principios de agosto al príncipe Hamad al-Thani para
que ceda el trono a su hijo Tamim y se aparte de la escena junto con su actual
primer ministro. En Turquía, una mayoría de la población se ha sublevado contra
la política de la Hermandad Musulmana que está aplicando Recep Tayyip Erdogan.
En Irán, el pueblo acaba de elegir a un liberal en materia de economía, Hassan
Rohani, para ocupar la presidencia de la República Islámica. Y en Siria, el
ejército leal al gobierno acaba de liberar la ciudad de Qoussair y está
emprendiendo la batalla de Alepo.
En
el plano de la propaganda, y al igual que con el caso de Irak en 2003, Francia,
el Reino Unido y Estados Unidos trataron de recurrir nuevamente al «truco de
las armas de destrucción masiva»: los gobiernos de esos 3 países supuestamente
tienen pruebas del uso de armas químicas por parte de Damasco. El «régimen de
Bachar» ha «pisado la línea roja» haciendo supuestamente indispensable una
intervención de la comunidad internacional para «salvar a los sirios» y hasta
para «salvar la paz mundial». ¿De verdad? Ya en manos de Moscú, resulta que las
«pruebas» están lejos de responder a las normas de la Organización para la
Prohibición de Armas Químicas (OPAQ). Además, Siria –al igual que Israel– ni
siquiera es firmante de la Convención sobre las Armas Químicas. Y, de todas
maneras, nadie se explica por qué un ejército en plena campaña de reconquista
recurriría al uso de gas sarín.
En
realidad, Francia y el Reino Unido están tratando de imponer su propio proyecto
de recolonización, acordado entre esos dos países en el momento de la firma del
Tratado de Lancaster House –el 2 de noviembre de 2010, o sea cuando ni siquiera
existía la «primavera árabe». Para lograrlo están utilizando a los regímenes
árabes sionistas, así como Turquía, Arabia Saudita y Qatar.
Por
su parte, Estados Unidos «maneja por detrás», según la expresión utilizada por
la señora Clinton. O sea, si la iniciativa tiene éxito, Washington la respalda,
pero se opone a ella si fracasa. Después de la comedia sobre las armas
químicas, Washington se comprometió a enviar amas oficialmente al Ejército
Sirio Libre (ESL), pero no al Frente al-Nusra, fuertemente vinculado a
al-Qaeda.
Así
que la situación no es precisamente favorable para el bando de los
colonialistas en el momento de la apertura del G8. Y se complica aún más con
las revelaciones de un empleado de la firma de abogados Booz Allen Hamilton, un
tal Edward Snowden, quien acaba de publicar una serie de documentos internos de
la NSA (la National Security Agency de Estados Unidos), después de buscar
refugio en Hong Kong. La mayor agencia de seguridad del mundo espía las comunicaciones
telefónicas y a través de internet de los estadounidenses… ¡y del mundo entero!
Y lo hace con la contribución del CGHQ británico, que ayudó a implementar
escuchas contra los delegados del G20, durante la reunión de Londres, en 2009.
En pocas palabras, los anglosajones (Estados Unidos, Reino Unido y Canadá)
llegan al G8 en posición de inferioridad para discutir con sus invitados…
quienes evitaron hacer uso de sus teléfonos.
Sobre
el tema de Siria, la posición franco-británica consiste por lo tanto en aislar
a Rusia para obligarla a ceder. Desempeñando excelentemente su papel, el
anfitrión David Cameron denuncia al
«dictador-que-mata-a-su-pueblo-con-armas-químicas». Se pronuncia por una
conferencia Ginebra 2 para que en ella se tome nota de la capitulación del
presidente Assad y se transfiera el poder a los amigos de Occidente. Confirma
la entrega inminente de armas a los «revolucionarios», propone una salida
honorable para «Bachar», anuncia que se mantendrá la administración baasista y
distribuye las concesiones para la explotación del gas. En cuanto a la bandera…
ya se sabe que será la de la colonización francesa.
Todo
ese parloteo se estrella contra Vladimir Putin. Interrogado por la prensa a su
llegada, el presidente ruso ya había declarado, ante un Cameron que no creía lo
que estaba oyendo:
«E
stoy
seguro de que ustedes están de acuerdo en que seguramente no deberíamos ayudar
a gente que no sólo mata a sus enemigos sino que además mutilan sus cuerpos y
se comen sus entrañas ante el público y las cámaras. ¿Esa es la gente que
ustedes quieren respaldar? ¿Quieren ustedes entregarles armas? Si es así,
parece que hay aquí muy poca relación con los valores humanitarios que Europa
ha venido proclamando y promulgando durante siglos. En todo caso, a nosotros, en
Rusia, eso nos parece inconcebible. Pero, dejando de lado las emociones y
adoptando un enfoque puramente de trabajo sobre la cuestión, permítanme
subrayar que Rusia está entregando armas al gobierno sirio legalmente
reconocido, en total conformidad con las reglas del derecho internacional.
Insisto en el hecho de que no violamos con eso ninguna ley, ¡ninguna!. Y pido a
nuestros socios que actúen de la misma manera.»
Putin
responde al cotorreo humanitario con su visión objetiva de los hechos y con el
derecho internacional. No, Siria no está enfrentando una revolución sino una
agresión externa. No, Siria no utiliza armas de destrucción masiva contra su
propio pueblo. Sí, Rusia entrega a Siria armas antiaéreas para que se proteja
de un ataque extranjero. Sí, las entregas occidentales de armas a los Contras
constituyen una violación del derecho internacional castigada por los
tribunales internacionales.
El
francés y el británico nunca lograron arrinconar al ruso. Vladimir Putin
siempre encontró apoyo en algún otro participante –a menudo en Angela Merkel–
dispuesto a expresar dudas.
Ante
la firmeza rusa, David Cameron trató de convencer a sus socios occidentales de
que la suerte de las armas todavía puede cambiar de bando: el MI6 británico y
la DGSE francesa están dispuestos a favorecer un golpe de Estado en Damasco. Un
agente, reclutado en palacio, pudiera matar al presidente mientras que un
general, reclutado en la cúpula de los servicios secretos, liquidaría a los
elementos leales y tomaría el poder. Las nuevas autoridades implantarían una
dictadura militar que poco a poco dejaría espacio a una «democracia
parlamentaria».
Aparte
de que todos se preguntan quiénes son los traidores reclutados en el entorno
presidencial, la proposición británica no convenció. No es la primera vez que
se recurre a esa hipótesis y el resultado es un fracaso. Ya se produjo el
intento de envenenamiento contra los miembros del Consejo Nacional de Seguridad
sirio y de toma del poder por uno de ellos. Pero el supuesto traidor estaba
jugando un doble juego. Vino después el bombazo que costó la vida a los
miembros del Consejo Nacional de Seguridad, atentado sincronizado con el ataque
de 40 000 yihadistas contra la capital siria, pero la Guardia Nacional
garantizó exitosamente la defensa. También se produjo el ataque contra la sede
del Estado Mayor, realizado por un grupo de kamikazes y sincronizado con la
sublevación de un regimiento, sublevación que nunca llegó a producirse. Hubo
otras intentonas más pero lo importante es que los planes que ya fracasaron en
circunstancias más propicias tienen menos de probabilidades éxito en momentos
en que el ejército nacional está reconquistando el territorio.
En
su Comunicado Final (desde el párrafo 82 hasta el 87), los participantes en el
G8 reiteran su confianza en el proceso de Ginebra, sin aclarar por ello sus
ambigüedades. Todavía no se aclarado qué es para ellos una «transición
política». ¿Será una transición entre guerra civil y paz o entre una Siria
gobernada por Assad y otra gobernada por elementos prooccidentales? Hay, sin
embargo, dos puntos ya aclarados: Por un lado, el Frente al-Nusra no debe
participar en Ginebra 2 y debe ser expulsado de Siria; y por otro lado, una
comisión ad hoc de la ONU investigará sobre el uso de armas químicas, pero será
conformada con expertos de la Organización para la Prohibición de ese tipo de
armas y de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Es
a la vez poco y mucho. Es poco porque franceses y británicos siguen sin
renunciar a la idea de que Ginebra 2 debe ser la conferencia de la capitulación
siria ante las exigencias de la colonización occidental. Es mucho porque el G8
condena de forma explícita el apoyo del Consejo de Cooperación del Golfo al
Frente al-Nusra y porque entierra honorablemente la polémica mediática sobre
las armas químicas. Está por ver si todo eso es sincero.
Parece,
en todo caso, que Rusia no cuenta con esa sinceridad. En un encuentro con la
prensa, al final de la cumbre, Vladimir Putin indicó que otros miembros del G8
tampoco creían en el uso de armas químicas por el gobierno de Damasco, sino por
los grupos armados. Recordó que la policía turca confiscó gas sarín en manos de
los combatientes de la oposición siria y que, según los documentos turcos, ese
gas les había sido enviado desde Irak [por el ex vicepresidente del Baas
iraquí, Ezzat al-Douri]. Lo más importante es que el presidente Putin mencionó
repetidamente sus dudas sobre la entrega de armas por parte de Estados Unidos y
sus aliados. Subrayó que la cuestión que se plantea no es hacerlo o no sino
hacerlo de forma oficiosa u oficialmente ya que, en definitiva, todo el mundo
sabe que desde hace 2 años los «comandos» están recibiendo armas desde el
exterior.
Dos
días después, el ministro ruso de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, ponía
a prueba la coherencia de Washington al señalar que las iniciativas de condena
unilateral contra Siria en la ONU y las declaraciones sobre la posible creación
de una zona de exclusión aérea son señales que estimulan a los «comandos» de
mercenarios, incluyendo a los de al-Qaeda.
La
economía internacional
El
segundo día de la cumbre fue menos complicado. Se habló de la salud de «la
economía mundial», expresión que los anglosajones tratan de evitar favoreciendo
el uso de conceptos pragmáticos, como «comercio», «sistemas de tasas» y
«transparencia de las finanzas públicas».
Si
realmente existe un interés común entre los participantes del G8 es el de
ayudarse mutuamente a garantizar el cobro de impuestos y tasas, o sea luchar
contra la evasión fiscal que los afecta, aunque también existe un interés de
los anglosajones por mantener sus propios paraísos fiscales, interés que no
existe entre los demás participantes del G8.
Así
que el consenso tuvo que ver con la transparencia de la propiedad de las
empresas off shore para poder determinar a manos de quién van las ganancias.
También en este caso es poco y mucho. Es poco porque los británicos pretenden
conservar su ventaja en materia de paraísos fiscales, pero es mucho en cuanto a
vigilar lo que hacen las transnacionales.
Hay
que resaltar otros dos temas de consenso: el rechazo colectivo a pagar por las
liberaciones de rehenes (¿pero se aplicará eso realmente?) y la invitación que
se hizo a la eurozona a que unifique su sistema bancario para prevenir la
repetición de crisis financieras internacionales
El
G8 se mantiene con vida
En
definitiva, el G8 mostró que aún es útil. Si bien había perdido un poco de
interés durante el periodo de la dominación mundial estadounidense –en tiempos
del «mundo unipolar»–, ahora lo recupera con una base más equilibrada. Lough
Erne permitió verificar la envergadura de las vacilaciones de Estados Unidos en
Siria y también de la determinación rusa. La cumbre redujo también la opacidad
de las compañías off shore. El G8 refleja por un lado la oposición geopolítica
entre Estados Unidos (potencia en decadencia), el Reino Unido y Francia
(potencias coloniales) y Rusia (potencia emergente), y por otro lado la
globalización del capitalismo, al que adhieren todos los participantes.
DocumentOs
originales del G8:
- - «G8 Final Communiqué, Lough Erne 2013»
- - «G8: Lough Erne Declaration»
- - «G8 action plan principles to prevent the misuse of companies and legal arrangements»
- - «Communiqué on G8 Global Economy Working Session»>
Red
Voltaire
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