Artículos de
Opinión | Lázaro Fariñas* | 26-01-2013 |
El gobierno
de los Estados Unidos no pierde ni la más mínima ocasión para acusar al resto
del mundo por su falta de democracia y violaciones de los derechos humanos. Tal
parece que se han subido al Monte de los Olivos para desde allí ser los únicos
poseedores de la verdad y de la justicia. Pueden acusar al país que mejor le
venga en gana de ser un violador de los derechos humanos, pueden certificar qué
país es o no patrocinador del terrorismo, cuál es narcotraficante o cuál
tortura, dónde hay libertad de prensa o no. En fin, que se han erigido en los
jueces del mundo. Tanto se han creído el papel de jueces, que consideran que es
un mandato divino. Es decir, como si Dios hubiera escogido a los Estados Unidos
para imponer orden en este mundo, como si le hubiera quitado las tablas que le
había dado a Moisés y las hubiera mandado para Washington para que desde allí
se hagan cumplir los mandamientos divinos.
Oyendo el
discurso de inauguración del Presidente Obama, oímos la palabra Dios en
muchísimas ocasiones durante el poco tiempo que duró el mismo. El presidente
jura ante Dios, lo mismo que le pide la bendición para su país. Un pastor
Protestante hace una oración después de las palabras del Presidente para que,
media hora después, otro pastor volviera a hacer lo mismo antes del almuerzo
que se llevó a cabo por motivo de la festividad. Se les dio alabanza a los
soldados que han llevado las guerras por los caminos del mundo, sin una sola
mención para las víctimas inocentes de esos conflictos armados. Alaban a los
victimarios olvidándose de las víctimas. Eso me hace recordar aquello de que
"Llegaron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios ayuda a los
malos cuando los buenos son menos". Según el presidente, los guardias
torturadores de las cárceles de Iraq son los que se merecen la bendición de
Dios y no los que estaban siendo torturados en nombre de la democracia y de los
derechos humanos. Pareciera que cuando las bombas salen de lugares desconocidos
para impactar en ciudades llenas de civiles inocentes, estas parten ya con la
buena mirada del creador.
¿Cómo es
posible que un país pueda caer en tan semejante hipocresía? Porque ninguno de
los que mandan a realizar los bombardeos se creen ni una sola palabra de ese
discurso. Eso es lo que le venden al pueblo, en contubernio con una prensa
mediatizada que hace lo que el poder le dice que tiene que hacer. El ciudadano
común norteamericano cree firmemente lo que estos personajes le meten en la
cabeza, y lo cree porque no quiere tener ninguna duda sobre el tema, acepta lo que
le dicen y de ahí en adelante se preocupa solo de sus cosas, sin importarle si
se está acabando el mundo al doblar de la esquina. Que tal país es patrocinador
del terrorismo, pues debe ser verdad porque lo dice el gobierno a través de la
prensa, pero le importa poco si lo es o no y menos se va a gastar ni un solo
segundo de su vida para saber si le están diciendo verdad o mentira. Esa es la
verdadera forma de pensar del ciudadano común y corriente de este país.
Desgraciadamente, esa es la verdad. En esta sociedad todo el mundo está
preocupado en resolver su problema personal y no tiene ni tiempo ni deseo de
buscar la verdad.
En contraste
con el discurso de inauguración del Presidente, hace unos días, sucedió un
hecho en Miami que a nadie le interesó. El suceso fue publicado en el Nuevo
Herald de Miami en la tercera página de la sección B del periódico, en una
esquina. La policía de Miami mantuvo una persecución vehicular para apresar a
una pareja que manejaba a gran velocidad. Según el abogado de la mujer, al
parar el auto, la policía comenzó a disparar sobre las personas. Esto es lo que
salió publicado en el periódico: «La policía de Miami Dade dijo que los dos
agente patrulleros no tuvieron otra opción que la de disparar contra la mujer
porque ella intentó golpearlos mientras trataban de esposarla".
¿Qué les parece la justificación de la policía? Se lee y no se concibe.
Ese mismo
periódico, que cuando pasa cualquier bobería en Cuba lo resalta en primera
plana como si allí se estuviera acabando el mundo, esconde esa noticia en una
página perdida del mismo. Para esta prensa y para las autoridades de este país,
que tanto dicen defender los derechos humanos en todas partes del mundo, el que
la policía de un lugar cualquiera de los EE.UU. mate a una mujer desarmada
cuando la está arrestando, no es nada, cuando más, un incidente local sin
trascendencia, nada, Peccata Minuta.
*Lázaro
Fariñas periodista cubano residente en EE.UU.
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