Artículos de
Opinión | Darío Botero Pérez | 27-01-2013 |
Ceguera
mental
Dogmático es
quien asegura que no cambia de opinión ni aunque le demuestren que está
equivocado; lo cual lo convierte en un fanático intolerante e intolerable.
La
deformación vital del intelecto, que nos ancla a etapas inferiores de la
evolución, ha sido manejada por las ideologías de cualquier naturaleza:
religiosas, racistas, militares, económicas, políticas, y hasta deportivas,
como lo demuestra el apego de los hinchas a los equipos fracasados.
Por eso,
respeto a los creyentes pero critico todas las creencias, los gustos, las
opiniones, las convicciones, las ideas, los discursos y las ideologías.
Me guió por
la moraleja que Anthony de Mello le puso a su texto “Ideología”, a saber: “Si
tienes que escoger entre el dictado de un corazón compasivo y las exigencias de
una ideología, rechaza la ideología sin dudarlo un momento. La compasión no
tiene ideología”.
Adoptar
consecuentemente esta actitud es, posiblemente, la única manera de superar los
determinantes históricos, artificiales y perversos, que nos vuelven arbitrariamente
desiguales en derechos, dignidad y respeto.
Se propone
explorar los caminos que nos permitan recuperar los determinantes divinos que
nos inspiran a todos, así nos consideremos mutuamente rivales por obra de las
ideologías que nos separan y que los enemigos comunes exacerban para impedir
que nos identifiquemos como miembros de la misma especie, amenazados por los
mismos enemigos y obligados a enfrentar y superar los mismos retos.
A todos nos
afectan las convicciones infundadas de superioridades falsas que se atribuyen
los potentados (sobre todo los sionistas y demás banqueros y plutócratas de
alto nivel), porque nos niegan el mayor tesoro aportado por la Vida.
Éste sería
la singularidad de cada uno, que nos vuelve distintos y capaces de hacer aportes
únicos; pero que no indica superioridades ni inferioridades para nadie, aunque
las sociedades piramidales, dominantes en la Historia, las estimulan para poder
mantener sus instituciones opresivas, su destrucción acelerada de la biosfera y
su esclavitud de las mayorías.
Pero la
identificación y el reconocimiento de estos valores humanos y universales, son
muy recientes en términos históricos.
Uno de sus
mejores promotores fue Jesús de Nazareth, nuestro tergiversado guía crístico,
apenas hace dos mil añitos; aunque desde siempre la dignidad intrínseca del ser
humano no ha dejado de inspirar a soñadores ni de alimentar levantamientos de
esclavos.
Por fortuna,
las generaciones actuales disponemos de los medios materiales, necesarios y
suficientes, para superar la mezquindad, la ruindad, la mediocridad, la codicia
y la perversidad imperantes en el atroz y fructífero período antropológico que
llamamos Historia.
Atajos
fundamentalistas
Si negamos
los hechos bien documentados, con el argumento de que no fuimos testigos
directos porque no estábamos allí cuando sucedieron, nos condenamos a la
ignorancia.
No obstante,
la cuestión asume tonos irracionales cuando creemos lo que tampoco hemos visto
porque los presuntos y autodenominados intermediarios de dios, cuando no dioses
ellos mismos, aseguran que existe y es como ellos deciden describirlo e
interpretarlo.
Y se vuelve
horrorosa y absolutamente patética y despreciable cuando los escépticos del
conocimiento objetivo –pero defensores incondicionales del irracional e
infundado- consideran que es su obligación indeclinable con su dios y sus
creencias particulares, negarle sus derechos al hereje incluyendo, con
demasiada frecuencia, el de vivir sin compartir la fe de quien quiere
catequizarlo o, simplemente, suprimirlo.
Que cada uno
crea lo que quiera, siempre y cuando su creencia no lo induzca a abusar
consciente y deliberadamente de los demás, con plena impunidad garantizada por
los dogmas de la ideología que motiva sus actos de intolerancia y falta de
respeto por los derechos ajenos, así se trate de un diferente irreductible o de
un correligionario transgresor de su arbitraria moral.
Reivindicamos
la libertad pero no le reconocemos a nadie derecho a pisotear la ajena.
Detestamos la violencia, pero no prohijamos la cobardía sino la racionalidad
que nos permite convivir civilizadamente, tolerándonos mutuamente así nos
detestemos.
Somos
partidarios del cambio incruento que ha de surgir cuando las masas amorfas y
fanatizadas se conviertan -como está sucediendo a la vista de todos y a un
ritmo cada vez mayor- en multitudes conscientes que se niegan a matar
semejantes para que los potentados continúen disfrutando de privilegios que no
tienen ninguna justificación pero que degeneran la Vida de los seres humanos
dignos y evolucionados.
Exigimos
paz, igualdad, justicia, respeto y dignidad, como características fundamentales
de las sociedades planas que han de restablecer nuestra valía universal como
seres hechos a imagen y semejanza de Dios, según nos dijo Cristo que éramos,
confirmando las enseñanzas de otros maestros, como Buda o Confucio o Zoroastro.
Cada uno
tiene la oportunidad de intervenir, incluido tú. Tu conciencia ha de orientarte
si conservas tu individualidad y te sientes digno; si te amas, pues podrás amar
a los demás.
Si no te
amas, estás perdido y condenado a sacrificarte para que los enemigos comunes
nos sigan oprimiendo y engañando a quienes repudiamos a los sicópatas.
Serías
incapaz de “amar al prójimo como a ti mismo”, que es en lo que consiste el
resumen de la ley, según opinión del lúcido Jesús, siempre tan irreverente y
fustigador de los hipócritas, a quienes llamó “sepulcros blanqueados”. No
obstante, éstos siguen tergiversando y explotando al Maestro… en beneficio de
los enemigos comunes.
En términos
laicos, esencialmente humanos y objetivos, independientes de las ideologías que
nos separan y confrontan, según lo sostiene Antoni Domènech en el anexo “La
humanidad es una sola”: “somos, biológica y cognitivamente, una especie
enormemente homomórfica, y es muy fácil la comunicación entre todos los seres
humanos”.
Por fortuna,
las multitudes lo están entendiendo en la medida en que se relacionan y se
reconocen como integrantes de la misma especie y amenazados por los mismos
enemigos, agazapados éstos en el Nuevo Orden Mundial impuesto por los sionistas
del Club Bilderberg.
Con su
esperpento humanicida y ecocida, estos miserables pretenden ahogar la Sociedad
Democrática Global que las mayorías están forjando como su respuesta mundial
contundente… Pero cada vez más gente de buena voluntad y corazón manso apoya
esa solución universal y democrática. Nadie ni nada ha de impedir que tu
también lo hagas, si te nace ser libre.
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