Artículos de
Opinión | José Haro Hernández | 28-01-2013 |
En La Unión,
desde donde escribo estas líneas, los recibos de agua y basura han
experimentado un crecimiento desmesurado. Un consumo de 30 metros cúbicos, por
ejemplo, ha visto crecer su importe en casi un 75%. Otro de 20 metros cúbicos
lo ha hecho en un 60%. Y ello como consecuencia directa de la privatización
completa del servicio de agua, adjudicado a una de las tres multinacionales que
se reparten el negocio en España. Y es que se han preparado minuciosamente las
condiciones, a lo largo de estos años, para que las élites
financiero-empresariales del país se hagan con los servicios públicos.
Básicamente, descapitalizando a las Administraciones: los Ayuntamientos están
secos, en la caja no hay un duro, por lo que los millones de euros que en
concepto de canon abonan las empresas concesionarias de los servicios
privatizados suponen para una entidad local la posibilidad de pagar las nóminas
de sus empleados. En estos días se menciona, incluso, la posibilidad de
privatizar la propia Mancomunidad de Canales del Taibilla, que en los últimos
85 años ha gestionado eficazmente el suministro de agua al sureste español.
Oligarquías sin escrúpulos, contando con la necesaria complicidad de los
aparatos de los partidos sistémicos, están dispuestas a succionar, como si de
una gigantesca aspiradora se tratara, tanto los recursos públicos como los
bolsillos del público. Y ello no sería posible sin la aquiescencia de una casta
política, representada en estos momentos por la cúpula del PP, que sale
beneficiada directamente de estos procedimientos: la financiación de los
partidos, y de paso los bolsillos de algunos de sus dirigentes, guardan una
relación en ocasiones muy directa con los procesos de privatización de
servicios y empresas públicas. En ocasiones, las empresas beneficiarias de las
concesiones acogen en su seno a políticos que han participado directamente en
el proceso de adjudicación, como se ha puesto de manifiesto muy recientemente
en el caso del exconsejero de la Comunidad de Madrid, Güemes, que emerge como
ejecutivo de la compañía de sanidad privada a la que él mismo adjudicó, desde
el gobierno madrileño, la gestión de análisis clínicos de seis hospitales
madrileños en 2008. Y es que, junto al agua, el otro gran servicio público al
que la plutocracia ha echado el ojo es la sanidad, de manera que el experimento
que se consolida en Madrid (gestión integral privada de hospitales y centros de
salud), de tener éxito, se pretende extender al conjunto del país. Lógicamente,
estos atracos a la ciudadanía están provocando importantes resistencias
sociales, máxime al producirse en momentos de depauperación masiva, en los que
coexisten reducciones significativas de ingresos para la mayoría de la
población con encarecimientos y/o degradación de servicios resultado de su
’externalización’. No otro puede ser el resultado cuando es el ánimo de lucro
el que inspira la gestión de aquéllos. La consecuencia de este devenir de los
acontecimientos es que los servicios públicos dejan de ser la plasmación
institucional de derechos ciudadanos, a suministrar por las administraciones
públicas, para convertirse en negocios a explotar por empresas privadas. Esos
servicios devienen meras mercancías por las que la ciudadanía, bien ha de pagar
un excedente para garantizar el beneficio industrial(caso del agua), bien sufre
un deterioro en las prestaciones porque parte de los recursos que a éstas se
destinan se canalizan hacia la retribución del concesionario(caso de la
sanidad). La otra opción, también aplicada a sanidad, consiste en que para
mantener las prestaciones actuales, la Administración incremente el gasto
público a fin de atender no sólo la calidad del servicio, sino la plusvalía del
adjudicatario del mismo.
Lo cierto es
que la política se difumina como res-pública, es decir, como sucesión de actos
de administración de los recursos colectivos, ya que éstos pasan a ser
gestionados por entidades privadas cuyo motor es el lucro. Los políticos
devienen meros recaudadores(con su correspondiente comisión) de fondos públicos
para transvasarlos a intereses privados. Es la culminación del modelo
neoliberal: la absoluta privatización de la política. El sueño de Esperanza
Aguirre.
Fuente: http://tercerainformacion.es/
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