Artículos de
Opinión | Manel Barriere | 30-01-2013 |
Era habitual
en el programa de La Sexta, El Intermedio, que su presentador, el Gran Wyoming,
bromeara sobre el escaso sueldo de sus colaboradores, colaboradoras en su
mayoría, que a la vez le respondían mostrándole un escaso respeto como jefe.
Todo formaba parte del personaje, una figura destacada del mundo de la sátira
televisiva, interpretado por un médico madrileño al que casi nadie conoce como
José Miguel Monzón. El Wyoming es uno de estos famosos salidos de la Transición
y la Movida madrileña llamados “progres”, que desde el púlpito de los grandes
medios de comunicación se ha convertido muchas veces en el azote de la derecha
española. Lo que la gente no sabe es que una inspección de trabajo descubrió
que una parte de los trabajadores y trabajadoras de El intermedio facturaban
como falsos autónomos en lugar de estar dados de alta a la Seguridad Social.
¿La broma no era tal?
Las cosas no
son siempre como parecen. Y si nos centramos en los medios de comunicación de
masas, yo diría más. Las cosas no son, solo parecen. Esta es su función: crear
un discurso sobre la realidad partiendo de imágenes de la realidad misma, para
transmitir una idea preconcebida de como funciona el mundo. Todo lo que aparece
en la televisión, desde el primer fotograma al último, es ficción. Las imágenes
son escogidas o desechadas para servir a ese discurso, las palabras de
presentadores, tertulianos e invitados se articulan con el fin de contribuir a
ese discurso. Nadie dice la verdad. Todos hablan para representar a un
personaje que encaje en esa gran farsa.
Y el
objetivo de esta farsa, claro, se podría sintetizar de la siguiente manera. Se
trata de hacernos creer que vivimos en una democracia, donde rige la libertad y
la pluralidad. Todo el mundo tiene su voz, toda voz tiene su espacio.
Pero a
finales de 2012, La Sexta fue absorbida por Antena 3, no mucho tiempo después
de la fusión entre Tele 5 y Cuatro. Y es que la realidad es obstinada y le
cuesta mucho hacerse invisible así como así. A veces emerge, en este caso para
recordarnos que los medios de comunicación son empresas, y como tal están
sujetos a las mismas dinámicas que cualquier empresa.
La
concentración de capital es un proceso propio del capitalismo. Aún más en
épocas de crisis como la que estamos viviendo, y el sector de los medios de
comunicación está profundamente inmerso en dicha crisis. El resultado es un
entramado de medios de todo tipo esparcidos por la geografía del Estado
español, no solo televisiones, también radios y prensa escrita, detrás del cual
se esconden poco más de una docena de grandes grupos empresariales, algunos
interrelacionados, que controlan, en la práctica, la producción de esa gran
ficción que conocemos como realidad.
¿Se volverá
el Wyoming de derechas? No lo pensamos. Sea lo que sea lo que produzca una
empresa, está obligada a concurrir en un mercado delimitado, donde deberá
competir por alcanzar el máximo de cuota posible. De hecho, las fusiones forman
parte también de esta dinámica. Cuando una empresa absorbe otra, no compra solo
unos medios de producción, compra también su cuota de mercado. Esa cuota tiene
unas características determinadas, de ahí que el nuevo dueño intentará mantener
la identidad de la empresa adquirida para preservar la fidelidad de los
clientes.
Contradicción
sobre contradicción. Los “progres” pueden respirar tranquilos. Seguiremos
disfrutando de unos medios de comunicación libres y plurales, fiel reflejo de
una democracia moderna como la nuestra.
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