Artículos de
Opinión | Juan Torres López | 26-01-2013 |
Texto para
uno de los debates sobre la actualidad económica que se llevan acabo en la Fundación Primero de Mayo.
1. La
pertenencia de un país a una zona monetaria común puede ser muy positiva y
deseable pero solo pueden si se cumplen determinadas condiciones. En otro caso,
una moneda común se convierte en un experimento que provoca más problemas de
los que puede resolver (Ver Juan José R. Calaza, Teoría económica de la
moneda única: El euro contra España. Ed. Pirámide, Madrid 1998. Un análisis
más resumido en Juan Torres López, El euro: lo que nos quieren contar.
Sevilla 1995. En www.juantorreslopez.com/wp-content/uploads/EURO.pdf).
2. La Unión
Monetaria Europea prácticamente no cumplió cuando se aprobó, y ni siquiera
ahora, ninguno de esos requisitos. Pero no por un simple fallo de
diseño: tanto los países con capacidad para generar grandes excedentes de
capital como las grandes empresas con fuerte dominio del mercado se benefician
extraordinariamente de este diseño.
3. En las
condiciones a las que acabo de hacer referencia fue inevitable que las
economías (llamémosle periféricas en un sentido amplio) que se iban
incorporando a la Unión Monetaria desde posiciones más atrasadas, estuvieran
condenadas a sufrir graves perjuicios:
a) Un
progresivo proceso de descapitalización interna y de auténtica colonización por
parte de los capitales procedentes de las economías “centrales”.
b) La
especialización en actividades muy dependientes del ciclo y de los vaivenes de
los flujos financieros (con especial incidencia de las burbujas), lo que
aumenta su inestabilidad y la debilidad estructural.
c) Una gran
dependencia, no solo económica, sino política, al fortalecerse los grupos
oligárquicos.
d) Carencias
de capital social cada vez más grandes.
En resumidas
cuentas, la opción de integrarse en una zona monetaria de esta naturaleza era
sencillamente suicida para los países de la periferia europea, entre ellos
España.
4. España no
tomó prácticamente ningún tipo de defensa para hacer frente a los peligros que
iba a conllevar su entrada en el euro en las condiciones en que estaba diseñado
y en las que se encontraba nuestra economía.
Es verdad
que la pertenencia al euro ha permitido la entrada de un gran caudal de
recursos pero eso hay que ponerlo al lado de los que han salido de España para
retribuir a los capitales que se han adueñado de la inmensa mayor parte de
nuestro aparato productivo prácticamente en todas las actividades económicas.
El cambio que ha dado nuestro país es evidente pero igualmente lo es que se han
dedicado principalmente a consolidar un modelo productivo caracterizado por el
gran derroche energético, por el gran coste ambiental de las grandes
infraestructuras, a la larga insostenible, muy desigualitario, y solo
aparentemente orientado a ganar competitividad restringiendo costes salariales
porque a la postre (cuando se ha producido la mayor contención salarial de la
OCDE prácticamente desde que estamos en el euro) no ha permitido mejorar
nuestra balanza exterior, sino todo lo contrario.
Tampoco la
consolidación de ese modelo es casual: es el que mejor responde a la política
de deuda, es decir, al objetivo explícito de generar más demanda de crédito
para favorecer el negocio bancario y alimentar la ganancia especulativa que, en
los años del euro, se ha disparado.
5. La
extraordinaria magnitud de la crisis ha golpeado como un misil a la línea de
flotación de la economía española que ahora se encuentra frente a cuatro
grandes problemas o desequilibrios, obviamente entrelazados:
a) Una crisis
de demanda muy profunda, agravada actualmente por la política de austeridad.
b) Una
crisis bancaria.
c) Una
crisis de deuda soberana y de deuda privada.
d) Una
crisis de modelo productivo.
6. Para
salir de una crisis de, al menos, las cuatro dimensiones que acabo de señalar,
la economía española necesitaría disponer a muy corto plazo, al menos, de:
a) Un plan
de estímulo que recupere la generación de ingreso y la demanda interna.
b) Una
reconversión radical del sistema financiero para disponer de la financiación
que evite la continuada destrucción de actividad.
c) La puesta
en marcha de nuevas formas de generación de riqueza y empleo
d) Una
reestructuración de la deuda.
e) Un Banco
Central auténtico que aliviara el peso creciente de la deuda que generan los
intereses vinculados a su financiación privada sin que sea suficiente con que
intervenga puntualmente en los mercados secundarios.
f) Una
reforma fiscal muy profunda y apoyada desde fuera para evitar salidas de
capitales y una exacerbación de la evasión fiscal.
g) Y todo
ello requiere, por encima de todo, capacidad de maniobra.
Es evidente
que este tipo de medidas básicas requerirían la comprensión y complicidad en
unos casos o el apoyo y la colaboración explícitos en otros de la Unión
Europea. Pero es realmente impensable o incluso imposible que eso se de en el
muy corto plazo de tiempo en que sería necesario aplicarlas (y posiblemente ni
siquiera a medio plazo).
Por tanto,
creo que los problemas de nuestra economía no tiene solución completa posible
en el seno de la Unión Monetaria Europea si nos limitamos a aceptar las
condiciones en que ésta está diseñada y las políticas que viene imponiendo en
los últimos tiempos.
7. Ahora
bien, la pertenencia a la Unión Monetaria (incluso en las condiciones
imperfectas y dañinas actuales que he comentado) no impide que en cada país, y
en concreto en España, se tomen medidas que permitirían dar un giro distinto a
la evolución de la crisis.
Se podrían obtener fondos que reactivaran la
demanda interna revirtiendo las reformas laborales y financieras que han
provocado una caída continuada de ingresos.
Se podría disponer a corto plazo de financiación
para la actividad económica a partir de fórmulas que incluso son variadas:
nacionalizando bancos o creando una central de depósitos en la línea de
propuestas de reforma bancaria que incluso el propio Fondo Monetario
Internacional está aireando.
Se podrían poner en marcha nuevas experiencias
de actividad productiva, de canales de distribución o de impulso de nuevos
sectores (Hay propuestas interesante al respecto en Antonio Quero, Bases
para un Acuerdo Nacional para la salida de la crisis y la defensa de la
soberanía económica. En http://www.basesenred.org/images/Bases_Acuerdo_Nacional_8-10-2012_II.pdf).
España también tiene a su alcance la posibilidad
de llevar a cabo reformas fiscales y de poner en marcha una batalla contundente
contra el fraude fiscal que permitiría incrementar en una gran medida los
ingresos fiscales.
Aunque contraería mayores dificultades, ni
siquiera es aventurado pensar que España podría diversificar las fuentes
internacionales de financiación con el fin de romper a corto y medio plazo las
servidumbres que viene imponiendo el capital europeo.
E incluso se puede plantear la creación de una
moneda paralela al euro y cerrada al mercado y a las operaciones de pago
internas, tal y como ha propuesto Juan J. Calaza. Una propuesta muy importante
porque, siendo compatible con la pertenencia al euro, permitiría un
reflotamiento de la financiación y de la actividad en el mercado interno que es
la condición previa y sine qua non para salir de la crisis (Juan J. R.
Calaza, Para salir de la crisis sin salir del euro: España debe emitir
europesetas (electrónicas), en: http://bit.ly/vurblg y Para entender la
europeseta electrónica. Qué es y, sobre todo, qué no es, en: http://bit.ly/YFrfkl).
8. Un tercer
escenario para hacer frente a la situación en la que se encuentra la economía
española es el de la salida del euro que obliga a poner sobre la mesa dos
consideraciones previas: la posibilidad intrínseca de llevarla a cabo, y las
ventajas e inconvenientes que supondría.
La salida
del euro ni siquiera se encuentra contemplada formalmente como tal en los
Tratados Europeos, de modo que cabe pensar que solo se podría producir mediante
una ruptura institucional radical con la Unión Europea. Lo que no quiere decir
que no sea viable, como se propone en un reciente trabajo de Rober Bootle (Leaving
the euro: A practical guide. En http://bit.ly/HM09dX. Vid. también Jacques Sapir,
Si hay que salir del euro…. En Miguel Riera, ¿Salir del €uro? El
Viejo Topo, Barcelona 2012).
Sobre sus
ventajas e inconvenientes hay que considerar, por un lado, el impacto a corto
plazo, muy traumático y costoso. Y, por otro, el que podría tener a medio y
largo plazo, que solo podría ser positivo si se consigue no solo superar el
efecto depresivo y desestabilizador inmediato de la devaluación interna y
externa que supondría y de la descapitalización acelerada que produciría, sino
se logra cambiar de dirección en no demasiado tiempo, poniendo en marcha
actividad económica y proyectos empresariales en nuevos ámbitos y con
incentivos y formas de propiedad, gestión y financiación muy distintas a las
hoy día predominantes.
Sea cual
fuere el saldo final de este proceso, no cabe la menor duda de que comportaría
igualmente grandes dificultades, desórdenes y sacrificios, sobre todo, en los
dos o tres primeros años.
9. En
conclusión, me parece que hay un peligro más grande y un riesgo cierto en el
futuro.
El peligro
es el que comporta continuar en el euro bajo las políticas de recorte de
derechos, de restricción del gasto y de descapitalización que se vienen
llevando a cabo. Si no se frenan cuanto antes pueden dejar a España frente a
una o dos décadas perdidas en el futuro inmediato y sumida no solo en una
depresión económica sino ante continuas convulsiones sociales, algo muy
peligroso en una sociedad donde el poder oligárquico procedente de la dictadura
no solo no se ha desarticulado sino que ha salido reforzado en la democracia.
El riesgo es
el que conllevaría romper con la inercia y enfrentarse a los poderes dominantes
en Europa, aparte, naturalmente, del que significaría no poner en marcha
adecuadamente alternativas llamémosle reformistas mientras se sigue
perteneciendo al euro. Y, por supuesto, el de enfrentarse a los mercados y a
los grandes grupos empresariales y financieros que están definiendo el camino
que recorre Europa. Pero si España no lo asume cuanto antes, pagará un precio
muy elevado.
Si hubiera
que ordenarlas alternativas por deseabilidad, creo que la más atractiva sería
pertenecer a otra Europa sin los déficits sociales y democráticos actuales y a
una zona monetaria única concebida cooperativamente para desarrollar a las
naciones y no para que los centros de poder se aprovechen de las más frágiles.
Pero es evidente que el deseo no es suficiente para hacer realidad los
proyectos sociales. Lo ideal actualmente sería la estrategia intermedia, que
proporcionaría ingresos, financiación y, sobre todo, capacidad de maniobra,
reduciendo los abismos que hoy día conllevan permanecer en el euro con una
actitud pasiva ante las políticas dictadas por los países europeos generadores
de excedentes de capital o salir de él. Y de ser ésta inviable, muy
posiblemente la única solución que quedaría sería la salida del euro, en
cualquiera que fuesen las circunstancias en que se diera.
10. En
cualquier caso, lo que me parece más relevante y la conclusión principal a la
que deseo llegar es que ninguna de esas alternativas es viable en las
condiciones políticas en las que estamos. Mientras predomine en España la
fragmentación política y bajo el esquema de partidos y el equilibrio
resultantes de los pactos de la transición ni se podrá tratar de modificar la
situación en la que estamos dentro de Europa, ni se podrán poner en marcha
reformas internas dentro del euro, ni, por supuesto, será viable salir de éste.
Se requiere una previa modificación de nuestro marco político y el nacimiento
de una nueva mayoría social en torno a un proyecto que en otro lugar se
llamaría “nacional” pero que, como prueba de las dificultades que hay para
ponerlo en marcha en España, aquí ni siquiera sabríamos qué calificativo
deberíamos ponerle para definirlo como deseado por esa inmensa mayoría de
personas y clases, colectivos sociales, sin herir un buen número de
sensibilidades.
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