Artículos de Opinión | Julio Ortega Fraile | 25-01-2013 |
Yo era
piloto de aviones (y sigo siendo pasajero). Conocer que hay empresas con
departamentos de I+D+ì orientados a investigar para introducir mejoras en el
sector de la aeronáutica me llena de satisfacción y tranquilidad. ¿Saben por
qué? Porque además de por el bien de la rapidez en el transporte, de la
economía o de la comodidad, es por el bien de la seguridad. Dedicar recursos a
algo así, por encima de todo, salva vidas.
Carbures,
una empresa que fabrica piezas de fibra de carbono para la aviación, en
concreto para el constructor de aeronaves Airbus, ha destinado personal y
dinero para llevar a cabo un proyecto I+D+i cuyo resultado final ha sido
aligerar el estaquillador (palo donde se monta la muleta) y la espada de los
matadores de toros, dotándola de mayor flexibilidad y resistencia a la rotura
en un proceso denominado “carbonización”.
Como
activista por los derechos de los animales y como ser humano esa noticia me
produce asco y vergüenza. ¿Saben por qué? Porque tanto ingeniero, presupuesto y
tiempo serán por el bien de la tortura y la muerte. Servirán para facilitar una
costumbre sangrienta y violenta. Todos nos alegramos de que la estructura de un
avión sea más ligera porque su consumo será menor, o de que tenga más
resistencia a la fatiga de material, pero, ¿se sentirán dichosos los toros
porque la espada que atraviese sus pulmones y los ahogue en su sangre pese
menos y no se rompa?
El matador
José María Manzanares, que ya utiliza tan moderno artefacto para matar en sus
faenas, afirmó en la presentación que con este nuevo material su toreo se
acerca más a la naturalidad y le evita lesiones en la muñeca. ¿Qué tiene de
natural torturar a un animal?, ¿qué convertir eso en un espectáculo público,
también para los niños, y dotarlo de subvenciones? Le molestan sus lesiones de
muñeca… Las heridas del toro son mortales torero, ¡¡mortales!!
Terrible y
aberrante que haya empresas preocupadas por la ergonomía del puesto de
¿trabajo? de verdugos que acaban con la vida de víctimas inocentes, y
repugnante que nos lo quieran explicar como un feliz avance de la ciencia,
cuando no es más que la técnica y el dinero puestos al servicio de la
brutalidad y de la ignorancia que muchos se empeñan en perpetuar.
A Henry
Ford, productor de camiones para los nazis y conocido antisemita, se le otorgó
en 1938 la más alta condecoración aria para extranjeros: la Gran Cruz del
Águila Alemana. Carlos Guillén, Presidente de Carbures, ya tiene la gratitud de
los toreros. No sabemos si además, como Joaquín Sabina, recibirá de premio un
capote manchado con la sangre de alguno de los toros que, gracias a él, ahora
sufrirán y morirán sin que a su asesino le duela la muñeca.
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