Artículos de
Opinión | Una perversión lingüística del bipartidismo, por Víctor J. Sanz |
26-01-2013 |
El concepto
"líder de la oposición" desvela buena parte de la esencia del
sistema político-social bajo el que sobrevivimos. Pero sobre todo desvela la
forma que le queremos dar a ese sistema, la forma en la que lo interpretamos, y
en la que interpretamos nuestro papel dentro de él. "Líder de la
oposición" encierra muchos matices de los valores de esta sociedad. El
diccionario de la Real Academia define líder como una "persona a la que un
grupo sigue, reconociéndola como jefe u orientadora". El mismo diccionario
define oposición como el "conjunto de grupos o partidos que en un país se
oponen a la política del Gobierno". Cabría decir por tanto que,
"líder de la oposición" debe referirse a la persona que encabeza,
dirige, abandera... a todos aquellos que se oponen a la política del Gobierno.
El peso de esta afirmación no lo soporta el suelo de la lógica, en absoluto. No
tiene absolutamente ninguna lógica pretender concentrar en una sola persona las
necesidades y las esperanzas de todos aquellos que no han votado al partido
político en el poder. Pero antes que eso, es digno de mención el hecho de que
se conozca en primer lugar a quien se opone a una política en concreto que la
propia política a la que se opone.
Efectivamente
no tiene nada de lógica, pero tiene mucho de perverso, de esa
perversidad que solo el bipartidismo más rancio y más interesante y rentable
para las élites, puede tener. Esa perversidad interesada encierra algo más aún
más perverso si cabe, que es la negación de cualquier otra posibilidad, de
cualquier otra vía, de cualquier otra forma de no gobernar. La
"oposición" lo es, en tanto en cuanto el propio sistema tiene la
necesidad de simular que existen realmente dos alternativas de poder, y que
realmente están enfrentadas. La realidad es muy distinta, los dos partidos más
importantes de un bipartidismo como el del estado español no son tan distintos
entre sí, defienden los mismos intereses, los mismos capitales, las mismas
élites. Sus principales diferencias las establece el guión que el sistema les
proporciona y que deben representar con ímpetu, casi se diría que con fiereza,
con tal de aparentar ser dos fuerzas realmente opuestas, lo que equivale a
decir que, entre ambas, abarcan todo el espectro posible de pretensiones y
necesidades ciudadanas, fuera del cuál no queda ningún ciudadano sin
representar. Falso.
El concepto
"Líder de la oposición" establece también los límites de
actuación posible de la persona a la que se refiere y que no van más allá de
"oponerse", sin que esto se pueda traducir en nada tangible o de
provecho para los ciudadanos, sean estos a quienes se supone que representa o
no.
El sistema de
dominación de la ciudadanía por parte de la élite, conocido como "democracia
moderna" y conocido en España con ese oxímoron chirriante e inmoral de
"monarquía parlamentaria", solo permite a quienes no han
votado por el partido en el poder, oponerse, y no mucho, y ese será todo su
terreno de juego durante cuatro años. Ahí mueren todas las expectativas de la
población que no ha votado al partido gobernante. Si democracia es eso, será
mejor ir buscando otra forma de gobierno más avanzada que realmente tenga por
meta satisfacer o paliar las necesidades de la población, antes que las
pretensiones de las élites.
Víctor J.
Sanz
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