Artículos de
Opinión | Víctor J. Sanz | 31-01-2013 |
Si mi abuelo
y mi padre hubieran sido esclavos, lo más probable es que yo hubiera nacido
esclavo. Esta afirmación es sencilla y prácticamente irrefutable. Pero
enseguida surge una cuestión: ¿cómo fue que un hombre libre se convirtió en el
primer esclavo?, ¿cómo fue que se inició la esclavitud?
Si podemos
definir la esclavitud como la ausencia total o casi total de derechos en la
vida de una persona, podemos decir que, en el contexto de la actual crisis, hoy
aún no somos esclavos, y hablo solo de ese continente imaginario, cuyas
fronteras son más que nada económicas y que podríamos llamar Occidente-Norte.
Ciertamente, no somos esclavos, aún. Es una consideración válida sólo a día de
hoy; pero es una consideración cada día menos válida, ya que asistimos con
frecuencia casi diaria al recorte de libertades, a la supresión de derechos y
hasta a la criminalización de la simple protesta.
Insisto en
aclarar que me refiero exclusivamente a la región económica denominada
Occidente-Norte y que se extiende transversalmente por casi todos los países
del mundo, pues allí donde hay un esclavo hay, como mínimo, un esclavista. En
los países del norte geográfico existen, por el momento, muchos más esclavistas
que esclavos, ya que buena parte de los esclavos que poseen y explotan estos
esclavistas viven, o mejor dicho, sobreviven lejos de esos países del norte
geográfico.
La deriva
moral y humana que demuestran las políticas neoliberales a las que la población
de ese Occidente-Norte se ve condenada, se pueden apreciar día tras día, y de
forma cada vez más patente y menos tímida, menos comedida en sus formas.
Como el agua
a punto de entrar en ebullición, algunas burbujas de lo que pronto será el
tiempo presente, y promesa de nada bueno, llegan a la superficie desde lo más
profundo y oscuro del ser humano y estallan en la cara de quienes observamos la
realidad con detalle.
Bastará con
unos pocos ejemplos de esas burbujas a las que me refiero, para entender mejor
lo que quiero decir:
Un latigazo
que el prototipo de esclavista moderno, Juan Roig, presidente de Mercadona,
propina a esclavos propios y ajenos, marzo-2012: "Tenemos que pensar más
en nuestras obligaciones y menos en nuestros derechos". Esta afirmación
del esclavista pronto no será sino la única opción del esclavo, ya que las
obligaciones de éste se le presentan en abrumadora mayoría frente a la casi
fantasmagórica presencia de sus derechos.
Un estertor
neuronal del irrepetible ministro (y esto es un deseo) Gallardón, que pretende una reforma del
Código Penal que criminalice el hecho, muy humano por otra parte, de ayudar a
un inmigrante sin papeles, para redundar en la tendencia nazi del actual
Gobierno del Partido Popular, de excluir de la vida social a las personas con
menos recursos, dificultándoles el acceso a la justicia, a la sanidad, a la
educación y, lo que podría ser más importante, a la posibilidad de una
formación, de una capacitación que les dotara de autonomía personal suficiente
para afrontar con garantías las situaciones de crisis.
Una oferta
de empleo para un puesto de esclavo, hoy día aún retribuido /a 3,5Euros la hora, y que no
precisa mayor explicación. Hace algunos años, no muchos, era fácil encontrar
ofertas para puestos similares a cambio de una retribución del doble:
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