Rafael Narbona
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2014/06/26
Azotado por las plagas
del paro, la pobreza y los desahucios, el pueblo español alzaba la vista al
cielo y gemía, preguntándose por qué Dios le había abandonado.
Soñaba con un Mesías que
le llevara a la tierra prometida, pero el cielo no atendía a sus plegarias y
los esbirros del Borbón no se cansaban de maltratarlo y humillarlo,
recordándole que la tierra es un valle de lágrimas. Pese a todo, no olvidaba la
promesa divina de un Mesías que convertiría los yermos en vergeles, con ríos de
miel, perfumes embriagadores, suaves colinas y frutas de inconcebible dulzura.
Abatido y desesperanzado, el pueblo español no sospechaba que ese Mesías
meditaba en un departamento universitario, sin caer en las tentaciones del
IBEX-35, que le ofrecía las riquezas del mundo a cambio de una simple
genuflexión.
El joven Mesías no
flaqueaba ni un instante, pues sabía que era la primavera de un nuevo amanecer.
Después de 40 días de retiro, abandonó el campus y empezó a caminar al paso
alegre de la paz. Mientras bordeaba el Arco del Triunfo de la Moncloa, se cruzó
con Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero, elaborando estrategias para escalar
la cima del poder. “Seguidme –les dijo- y os haré pescadores de votos”.
Pablo Iglesias adquirió
fama exorcizando demonios y sembrando ilusiones en los pobres, los humildes y
los marginados. Subió a una pradera del Parque del Oeste y abrió los labios
para instruir a las masas:
“Bienaventurados los
euroescépticos porque saldremos del euro. Bienaventurados los desahuciados
porque expropiaremos a los bancos. Bienaventurados los parados porque heredarán
la tierra. Bienaventurados los republicanos porque la Monarquía tiene los días
contados. Bienaventurados los pacifistas porque abandonaremos la OTAN.
Bienaventuradas las deudas porque son ilegítimas y no serán satisfechas.
Bienaventurados los pueblos porque podrán ejercer su derecho de
autodeterminación. Bienaventurados los vecinos de Gamonal porque son vanguardia
de una utopía posible. Bienaventurada la Revolución Bolivariana porque el
socialismo es la ideología del futuro. Bienaventurados seréis cuando, por causa
mía, os insulten y persigan y digan toda clase de calumnias contra vosotros.
Alegraos y regocijaros porque sois la sal de la tierra”.
Pablo Iglesias bajó de
la pradera de césped y la multitud le siguió, arrojándole flores y guirnaldas.
Al atravesar Princesa y la Plaza de España, los parados se acercaban y se
postraban ante él, extendiendo las manos para tocar sus pantalones vaqueros
adquiridos en Alcampo: “Joven Maestro, si quieres puedo encontrar trabajo”.
Pablo Iglesias
contestaba con humildad y ternura: “Sí, puedes”. “¿Qué tengo que hacer?”, le
preguntaban los parados de larga duración, con el rostro bañado en lágrimas.
“Tener fe. Con fe, todo es posible. Podemos acabar con la casta. Podemos crear
un mundo nuevo. En verdad os digo que los incrédulos, serán arrojados a la
oscuridad. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”. Juan Carlos Monedero
e Íñigo Errejón caminaban detrás de Pablo Iglesias, intentando que no
molestaran al Maestro, pero la multitud no dejaba de crecer. Las mujeres
lloraban de alegría, los niños gritaban alborozados y los jóvenes besaban el
suelo, pensando que ya no tendrían que emigrar a Alemania. El asfalto temblaba
bajo el sol del incipiente verano y parecía el azul oscuro, metálico, de un mar
en calma. Al ver cómo avanzaba por el centro de la Gran Vía, los que le seguían
exclamaron asombrados: “Es el Mesías. Camina sobre las aguas”.
Un policía municipal se
aproximó y exclamó: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una
palabra tuya será suficiente para que mi anciana madre pueda ser operada de
cataratas. Lleva en lista de espera desde hace más de dos años”. Conmovido, Pablo
Iglesias se detuvo y se dirigió a sus seguideros: “En el Reino de España, nadie
encontré con tanta fe. Puedes marcharte, agente, pues tu madre recibirá muy
pronto una carta. El Reino de Podemos está cerca”.
Nadie esperaba la súbita
aparición de Esperanza Aguirre, la Reina de la Malicia Absoluta: “Pablo
–irrumpió la audaz lideresa-, me van a meter un puro que te cagas por aparcar
en la Gran Vía. ¿Debo pagar la multa?”. El joven Mesías advirtió de inmediato
que le tendían una trampa y respondió con la sabiduría de un anciano profeta:
“Paga a Hacienda lo que es de Hacienda y a Dios lo que es de Dios”. “¿Qué coño
tiene que ver Dios en esto? –protestó Aguirre, estirándose sobre sus tacones de
diez centímetros-. ¡Yo solo soy una pobre sexagenaria y me han tratado como a
una terrorista! Además, la multa es del Ayuntamiento, no de Hacienda”. “Pues
reclama a tu amiga Ana Botella –intervino Juan Carlos Monedero-. No molestes al
Maestro y que te vaya bonito”.
Mientras se alejaban,
Esperanza Aguirre chillaba como una poseída: “¡Sois unos asquerosos
perro-flautas! Ya os ajustará las cuentas Cristina Cifuentes”. Pablo Iglesias
continuó su marcha, sin inmutarse. Los niños saltaban a su alrededor, ebrios de
felicidad. “¡Dejad de fastidiar!”, exclamó Monedero visiblemente cabreado.
El Mesías se detuvo e
invitó a acercarse a los niños: “Os aseguro que, si no cambiáis y os hacéis
como niños, no entraréis en el Reino de Podemos”. Íñigo Errejón se acercó
discretamente y susurró: “Pablo, que son críos y no pueden votar hasta los 18
años”. El Mesías arrugó ligeramente la nariz, se rascó la cabeza y reemprendió
el camino, desviándose hacia el Paseo de Recoletos. Nadie sabía hacia donde se
dirigía, pero él avanzaba con la serenidad de Moisés apartando las aguas del
Mar Rojo. Su paseo terminó en las puertas del Hotel Ritz. Algunos no pudieron
contener su sorpresa y murmuraron: “¡Qué hacemos aquí! Esto está lleno de
cochinos capitalistas. Es una de las cuevas de la castuza”.
Las críticas no pasaron
desapercibidas al joven Mesías: “En el Reino de Podemos, no sobra nadie”,
exclamó, alzando levemente la voz. Después desapareció por el vestíbulo,
esquivó las mesas de desayuno habilitadas en tres salas y subió a una pequeña
tribuna con un micrófono. Invitado por Asisa, BT y Red Eléctrica de España,
inició su sermón con una frase conmovedora: “Estoy aquí porque sé que los ricos
también lloran. No os preocupéis. No he venido a expropiar abrigos y visones.
Yo no muerdo el cuello a los niños para chuparles la sangre. Bienaventurados
los europeístas porque construiremos la Europa de los Pueblos. Bienaventurados
los desahuciados porque hablaremos con los bancos para restablecer el crédito a
las familias y a las pequeñas y medianas empresas. Bienaventurados los parados
porque estimularemos la creación de empleo. Bienaventurados los republicanos
porque se abrirá un debate sobre la forma del Estado. Bienaventurados los
pacifistas porque exigiremos a la OTAN que reflexione sobre su papel en el
tablero internacional. Bienaventuradas las deudas porque serán reestructuradas.
Bienaventurados los pueblos porque se enamorarán de la España de Buñuel y
García Lorca. Bienaventurados los vecinos de Gamonal porque ya no tendrán que
alterar el orden público, quemando contenedores. Bienaventurada Venezuela
porque muy pronto reinará la paz y la democracia. Bienaventurados seréis
cuando, por causa mía, os insulten y persigan y digan toda clase de calumnias
contra vosotros. Alegraos y regocijaros porque sois la sal de la tierra”.
-Lo que dice suena de
otra manera –musitó uno de los jóvenes que había escuchado a Pablo Iglesias en
el Parque del Oeste, logrando deslizarse en el Hotel Ritz, a pesar de su rastas
de perro-flauta.
-Es que ha hecho un
largo camino –contestó un hombre de mediana edad, con un impecable traje azul
marino y una exclusiva corbata a rayas.
Pablo Iglesias finalizó
su discurso con unas frases para la Historia:
-Espero que algún día se
me dará todo el poder del cielo y la tierra. El Reino de Podemos está cerca.
Podéis anunciarlo a todas las naciones del planeta.
Íñigo Errejón se rascó
el trasero, asintiendo con la cabeza:
-Esto marcha.
-Ya te digo –corroboró
Monedero.
Esa noche se vieron en
Madrid dos gaviotas posándose sobre una rosa. Otros aseguraron haber visto el
rostro de Pablo Iglesias flotando en el cielo. Yo solo soy un simple testigo.
No puedo decir mucho más. Que el Espíritu de la Democracia sea con todos
vosotros.
Fuente: https://dedona.wordpress.com/
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