ALEJANDRO
TORRÚS Madrid 28/03/2014 07:00 Actualizado: 28/03/2014 11:21
El barco Stanbrook a su llegada a Orán./
www.operacionstanbrook.com
Eran los
últimos días de la República. Decenas de miles de personas huían despavoridas
de sus poblaciones de origen en dirección a la costa. Querían huir, fuera como
fuera. El general Casado y su séquito, última autoridad republicana, ya
abandonarían España el 30 de marzo escoltados por el propio ejército franquista
y la marina británica a través del puerto de Gandía. No sucedió igual con la
multitud agolpada en el puerto de Alicante. El 28 de marzo de 1939, hace hoy 75
años, zarpó el último barco con exiliados republicanos. Fue el Stanbrook . Cerca de
14.000 continuarían en el puerto esperando otro barco que jamás llegó. Franco
lo impidió. Franco los quería a todos.
"Al
menos dos barcos intentaron llegar al puerto de Alicante para sacar a
refugiados de allí, pero dos buques de Franco lo impidieron. Con el Canarias y
el Volcano, Franco estableció un cordón sanitario frente al puerto. El general
quería un escarmiento masivo a todos los que habían apoyado la República. Franco
los quería a todos", relata a Público Angel Bahamonde, catedrático
de Historia Contemporánea de la Universidad Carlos III de Madrid, que acaba de
publicar Madrid 1939, la conjura del coronel
Casado (Ed. Cátedra).
Helia
González fue una de las pasajeras de aquel último barco. Tenía entonces cuatro
años y tres meses. "Recuerdo cómo mi madre preparó una tortilla de patatas
con un solo huevo para los cuatro y partimos para Alicante", recuerda
Helia, que vivía en aquel entonces y vive hoy en la ciudad de Elche. La familia
de Helia llegó a Alicante al anochecer. En unas horas, a las 11, zarparía el
penúltimo barco del exilio. Unos minutos después lo haría el Maritime, con 32
autoridades republicanas de la provincia, dejando ya en los muelles a una
multitud desesperada, atrapada en la ratonera del puerto alicantino.
Helia y su familia sí pudieron subir al Stanbrook.
"Nada
más salir comenzaron a caer bombas donde estaba atracado el barco. Creo que
eran los italianos", recuerda Helia a Público. El Stanbrook era un
viejo carguero inglés comandado por el capitán Archival Dickson, que
desobedeció las órdenes de sus superiores y decidió subir a bordo a 3.028
personas, entre ellos 147 niños. Otras decenas de miles no encontrarían esta
salida.
Carta de
José Escudero escrita a bordo del Stanbrook
Franco y el
Gobierno de Gran Bretaña llevaban semanas negociando la evacuación de los
republicanos que querían abandonar el país. A principios de marzo, el Gobierno
inglés adoptó una postura oficial sobre este tema. Los historiadores Ángel
Bahamonde y Cervera señalan que la postura de Reino Unido fue que cualquier
forma de evacuación debía contar con la aprobación del Gobierno de Franco. Con
todo esto, el Ejecutivo británico dejó claro que lo ideal era que Franco dejara
salir a a todo el que quisiera. El generalísimo, por contra, había aceptado una
evacuación selectiva de republicanos que afectaba al general Casado y los
suyos. No permitiría la salida de nadie más.
Los buques de Su Majestad
El 30 de
marzo, con cerca de 14.000 republicanos esperando en el puerto de Alicante, el
almirantazgo británico envió un mensaje a los barcos de Reino Unido que
navegaban en el Mediterráneo. El mensaje era escueto y dejaba todo dicho:
"La política del Gobierno permanece inalterable y las instrucciones para
los barcos de Su Majestad siguen siendo las que se han transmitido en
telegramas anteriores. Los buques de Su Majestad no deberán entrar en puertos
españoles para recoger a los refugiados republicanos". Alicante era una
ratonera sin salida.
El escritor
Eduardo de Guzmán, que quedó en el puerto, describiría en su cuaderno las
escenas que se sucedieron en e ese mismo lugar, en las agónicas horas de espera
de un barco que nunca llegó. "Continúan los suicidios. En la parte
exterior del muelle dos cadáveres flotan junto al rompeolas. Un individuo pasea
por el muelle con aparente tranquilidad y se pega un tiro en la cabeza. Otro
muchacho se pega un tiro y la bala, después de atravesar su cuerpo, hiere
mortalmente a un viejo de pelo blanco. Dos días más y el fascismo no tendrá
nada que hacer porque nos habremos matado todos".
Destino: Orán
El Stanbrook
zarpó rumbo a Orán con más del doble de pasajeros de los permitidos. "El
trayecto fue infame. Llovía y no teníamos con qué cubrirnos. Tampoco podíamos
ir al aseo. La embarcación tenía solo dos aseos y éramos más de 3000, y
allí se había refugiado un montón de gente. Hice mis necesidades en la
cubierta", rememora Helia.
A bordo del
barco también estaba el abogado José Escudero, gobernador civil de Salamanca,
Zamora y Granada a lo largo de la II República. Su nieto, Paco Escudero, ha
recuperado parte de su memoria en la obra Pasajero 2.638. Nada más desembarcar
en Orán, José escribió una carta a su mujer describiendo el viaje: "A las
22 horas de salir llegábamos a Orán, y en un puerto hemos pasado los ocho
peores días de mi vida. Pasábamos el día y la noche como borregos, unos
encima de otros, sin comida apenas, con agua escasa. ¡Un horror! Anteayer
desembarcamos unos cuantos, ayer lo hicieron otros y hoy y en días sucesivos
terminarán con los que quedan".
Una vez en
Orán, Helia fue a parar junto a su madre y su hermana de apenas unos meses a la
cárcel del cardenal Cisneros. "Allí, siempre escoltados por la guardia de
senegaleses, nos ducharon y nos desinfectaron. Luego nos llevaron a un lugar
cercano que era una especie de colonia para colegiales. Aún estaba en
construcción y a menudo había explosiones para sacar piedra de la tierra.
Con cada explosión cundía el pánico", recuerda.
Tiempo
después, un familiar de su madre que había emigrado a Argelia antes de la
guerra fue a recogerlos y la familia se trasladó a la ciudad de Sidibel-abbesh.
"Solamente se podía salir de los campos si alguien iba a buscarte.
Conocimos a una señora muy mayor, madame Martínez, que consiguió sacar a todos
los Martínez alegando que eran todos hijos suyos", rememora.
El destino
depararía una sorpresa más a la familia de Helia. En Argelia operaba una
compañía de teatro español que había quedado dividida en dos, como España, tras
el golpe de Estado de los militares. "La compañía estaba formada por dos
familias. Los Salguero se volvieron a España y la familia Pineda vino a
buscarnos para completar la compañía", apunta.
Los
siguientes ocho años, Helia y su familia recorrieron cada una de las
poblaciones de Argelia con la compañía de teatro español. "No iba al
colegio, ni tenía casa fija. Viajábamos en carros, a pie o en autobuses
cargados hasta la baca. Actuábamos en patios de colegio, en las salas de
bar, en los patios de las casas, etc.", señala esta señora, que
recuerda que la obra que más gustaba al público era Tierra Baja de Angel
Guimerà. En julio de 1949 la familia consiguió regresar a España y rehacer su
vida.
Campos de concentración en Alicante
El destino
de los cerca de 14.000 republicanos que quedaron atrapados en el puerto de
Alicante pasaría por uno de los 104 campos de concentración que
Franco dispuso por todo el territorio estatal. La provincia de Alicante tendría
el triste honor de reunir en sus tierras alguno de los más sanguinarios y
represivos, como es el caso de Molino de Batán, Portacoeli, Benalúa, San
Fernando, Santa Bárbara, la plaza de toros de Alicante y, sobre todo, los
campos de Los Almendros y Albatera.
En el campo
de los Almendros llegaron a estar recluidos hasta 30.000 condenados. José
Eduardo Almudéver, de 93 años de edad, recuerda para Público su primera
experiencia en el campo de Los Almendros: "El primer domingo vino a
visitarnos el falangista Ernesto Giménez Caballero. Se subió encima de un
pequeño banco. Nos miró a todos desde arriba y nos dijo: 'Así como estáis
todos delante de mí, os podría matar con una ametralladora'".
Lugar donde
se instaló el campo de concentración de Los Almendros / ALICANTE VIVO
El escritor
francés Max Aub ha sido, sin embargo, el que mejor ha retratado la dureza de la
realidad de lo que significó este campo de concentración. Así, en las páginas
finales de El campo de los almendros relata: "Estos que ves ahora
deshechos, maltrechos, furiosos, aplanados, sin afeitar, sin lavar, cochinos,
sucios, cansados, mordiéndose, hechos un asco, destrozados, son, sin embargo,
no lo olvides, hijo, no lo olvides nunca pase lo que pase, son lo mejor de
España, los únicos que, de verdad, se han alzado, sin nada, con sus manos,
contra el fascismo, contra los militares, contra los poderosos, por la sola
justicia; cada uno a su modo, a su manera, como han podido, sin que les
importara su comodidad, su familia, su dinero. Estos que ves, españoles rotos,
derrotados, hacinados, heridos, soñolientos, medio muertos, esperanzados todavía
en escapar, son, no lo olvides, lo mejor del mundo. No es hermoso. Pero es lo
mejor del mundo. No lo olvides nunca, hijo, no lo olvides".
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