04 junio 2014
Antoni
Domènech, Gustavo Buster y Daniel Raventós*
Juan
Carlos de Borbón nos tomó a todos por sorpresa a primera hora de la mañana del
lunes anunciando la abdicación de la Corona. Muy probablemente es verdadera la
versión oficial, según la cual se trata de una decisión tomada hace meses, y en
cuyo secreto estaban sólo los muy allegados a la Casa Real, Rajoy y Rubalcaba.
La abdicación estaría, así pues, concebida por ese pequeño cenáculo, por lo
pronto, como un primer movimiento de pieza destinado a recomponer parcialmente,
y hasta donde se pueda, los fenecidos acuerdos básicos que configuraron el arco
político dinástico de la Transición (UCD, PSOE, PCE-PSUC –luego IU/ICV—, AP
–luego PP—, CiU y PNV y otras formaciones regionales menores). Y más
perentoriamente aún, a encarar algunas reformas constitucionales que les
permitan enfrentarse con alguna perspectiva mínimamente razonable de
negociación al masivo desafío soberanista catalán, que tiene citas decisivas
con la calle y con las urnas el 11 de septiembre y el 9 de noviembre
próximos. Y a partir de ahí, acaso comenzar una “segunda Transición”
–también protagonizada y controlada por las elites— capaz de revertir la
manifiesta crisis de la Segunda Restauración e insuflarle un nuevo soplo de
vida.
Pero
sólo los necios –y el lumpen académico conspiracionista o estructuralista—
pueden creer que las elites, además de ser malísimas, no cometen nunca errores
políticos de bulto. ¿Lo es la jugada de la abdicación? Seguramente no, en el
sentido en que en el ajedrez no se consideraría necesariamente una mala jugada
un “movimiento forzado”. Pero en política los tiempos y los ritmos tienen un
papel mucho más importante que en los juegos de mesa de información perfecta. Y
el movimiento forzado de la abdicación no se ha producido en el momento idóneo
fantaseado (justo después de las elecciones europeas, para que no pasara
factura política electoral a sus valedores e ideadores, y con tiempo por
delante para encarar de otra manera el vértigo catalán). Sino tras el resultado
electoral inesperadamente catastrófico cosechado por el bipartidismo dinástico,
cuya primera consecuencia fue la defenestración política de Rubalcaba,
arteramente aplazada unas semanas. Todos los indicios apuntan a que la decisión
de que el anuncio se produjera precisamente el lunes fue tomada con ciertos
nervios y vacilaciones de última hora, que explicarían la impresión de
improvisación comunicada a la opinión pública, así como la incomprensible
“cantada” protocolaria de que fuera Rajoy, y no el propio rey, quien
compareciera primero ante los medios de comunicación.
El
momento no resulta precisamente oportuno para los desacreditados intereses de
quienes necesitan perpetuar con afeites amañados en secreto el lamentable statu
quopresente.
No
es un buen momento, por lo pronto, para el propio Príncipe de Asturias, quien,
de tener éxito la delicada maniobra sucesoria, comenzará su reinado teniendo
que pechar con los numerosos flecos todavía sueltos del sinnúmero de escándalos
protagonizados estos últimos años por la Familia Real, singularmente el del
caso Noos de Urdangarín y su esposa, la Infanta Cristina (hermana del heredero
al Trono). Por si fuera poco, el inexperimentado heredero, que apenas tenía uso
de razón cuando se forjaron las viejas complicidades tejidas por el
famoso tranquil, Jordi, tranquil del 23F de 1981, tendrá que
comenzar su reinado lidiando nada menos que con el bravísimo proceso
democrático soberanista catalán en curso, ese inadvertido iceberg político en
que ha terminado dando el fastuoso Titanic de la Segunda Restauración
borbónica. Bien es verdad que ningún momento sería aquí suficientemente
bueno del todo, y que algunos esperarán jugar la carta de que el nuevo capitán
del Titanic es también Príncipe de Girona…
No
es buen momento, desde luego, para los pasajeros de primera clase de ese
Titanic. Precisamente cuando las elecciones europeas acaban de hacer patente el
desplome del bipartidismo dinástico, muro principal de carga del criminógeno
cártel formado por las grandes empresas del Ibex, los grandes grupos mediáticos
de comunicación y buena parte de dirigentes y exdirigentes de PP, PSOE, CiU y
PNV, anchas puertas giratorias mediante: un cártel enseñoreado del capitalismo
oligopólico de amiguetes políticamente promiscuos en que terminó fraguando la
economía política de la Transición y al que el estallido de la crisis
capitalista mundial y su pésima gestión por parte de la UE ha puesto patas
arriba provocando un inaudito sufrimiento entre la población trabajadora
española.
Pero
no es buen momento, sobre todo, para un PSOE más hundido electoralmente que
nunca, totalmente desnortado ideológico-políticamente y harto desvencijado
organizativamente. Su secretario general, Rubalcaba, se había visto
precisamente forzado a anunciar su “abdicación” de mala manera unos días antes
que el monarca, aunque para hacerla efectiva después de él. Las razones
resultan ahora evidentes: había que paralizar cualquier reacción de los barones
territoriales y del grupo parlamentario socialista en el proceso sucesorio, que
no por constitucional es menos antidemocrático. Y es evidente que muchos
socialistas han empezado a comprender tras las elecciones europeas –unos de
buena fe, otros porque a la fuerza ahorcan— que la única alternativa a la
“pasokización” irreversible del PSOE es un giro drástico y creíble a la izquierda.
¿Qué harán ahora, en el momento crítico de esta inoportuna sucesión monárquica?
¿Aparecer coram populo como parte esencial de una “casta”
empeñada en arrebatar a todos los pueblos de España, y no solo al catalán, el
“derecho a decidir”, votando en las Cortes con el PP y con la UPyD la Ley
orgánicaad hoc que necesariamente tendrá que regular esta sucesión
hereditaria? La única voz disidente en la dirección socialista –más allá de las
posturas de las Juventudes Socialistas e Izquierda Socialista— ha sido la de
Eduardo Madina, quien, tras reafirmar su “republicanismo”, ha asegurado con
ingenuidad digna de mejor causa que el voto positivo de su grupo parlamentario
a la Ley Orgánica no cerraría el debate sobre la forma de Estado en una reforma
constitucional posterior. Siendo realistas, lo que verosímilmente cerraría para
siempre es la credibilidad de cualquier eventual giro del PSOE a la izquierda
en su Congreso de julio.
¿Y
qué hará la UGT? Las primeras
declaraciones de Candido Méndez han sido para exigir una
reforma constitucional en su momento sobre el reparto territorial y las
consultas directas a los ciudadanos. Preguntado sobre la república, Méndez
afirmó que UGT no la plantearía, pero que en caso que surgiese la cuestión (¿?)
su sindicato es una fuerza republicana. El tiempo para reaccionar es muy, muy
corto. Al menos, CCOO ya ha
emitido un rápido comunicado sumándose lacónicamente a las
voces que exigen un referéndum constitucional.
Recuérdese
que una Ley orgánica –desarrollo de la Constitución— exige no solo
mayoría absoluta (que ahora mismo la tiene todavía el PP en las Cortes), sino
además, por razones de legitimidad política, que la mayoría favorable sea
holgadísima, como de 2/3 cuando menos, y que no haya una oposición muy evidente
en el tercio restante. ¿Cómo podrían votar a favor o incluso abstenerse CiU y
PNV, como han anunciado, después de la prohibición de la consulta
catalana? Por lo demás, el pacto en la sombra entre Rubalcaba, Rajoy y la
Corona, para ser efectivo y no una simple maniobra para salir del paso, tiene
que abrir perspectivas para una reforma constitucional controlada que ofrezca
la negociación de una formula territorial mínimamente razonable a CiU, y aunque
vaya ya con mucho retraso, que aparezca inmediatamente como una alternativa
plausible a lo que la prensa ha venido llamando el “choque de trenes” de
la Diada el 11S y de la consulta de autodeterminación el 9N.
Ésta y no otra parece ser la explicación del voto afirmativo empeñado hoy por
CiU. Y asalta inmediatamente la pregunta: ¿a qué coste mantendrá ERC su apoyo
al gobierno de la Generalitat con la sola justificación de no entorpecer los
preparativos de la Diada y la Consulta? ¿Y cuánto tiempo seguirá callada la ANC
ante la complicidad de CiU con el proceso sucesorio español?
Por
motivos obvios, el cenáculo que ha diseñado esta especie de golpe
constitucional para iniciar la farsa de una segunda Transición demediada no
puede ir a una reforma constitucional que exija referéndum. Es decir, sus
reformas no podrían tocar, según el art. 168, ni el Titulo Preliminar, ni el I
ni el II. A la espera de descubrir el trapichero artilugio jurídico que se
prepara, parece casi imposible ofrecer nada razonable a CiU –incluso a Durán—
que no pase por tocar esos Títulos de la Constitución del 78. Así pues, Rajoy y
Rubalcaba se enfrentan a un verdadero dilema: o abandonar toda idea de reforma
constitucional, o someter las acometidas a referéndum. Y Más y Durán, a la de
aceptar como buena una promesa insustanciada para salvar el régimen que llevó
al Tribunal Constitucional la reforma del Estatut aprobada por el pueblo
catalán o seguir acompañando el proceso democrático soberanista.
Es
verosímil la conjetura de que el Rey haya anunciado a toda prisa su intención
de abdicar –en vez de esperar, por ejemplo, todavía unas semanas a que amainara
la tormenta de las europeas— pensando que se agotaba el tiempo en el que el
PSOE de Rubalcaba podría aún perpetrar in extremis et in angustis,
antes de iniciarse la desbandada, una última deshonra a esta
patria de la que tanto se llenan todos las bocazas y no dejar sólo y desairado
al PP en la votación de la Ley sucesoria redactada por el gobierno.
Por
eso se trata de una abdicación humillante: para el propio rey, desde luego.
Pero sobre todo para el PSOE, si es que sus miles de militantes de verdad
socialistas y de verdad republicanos no consiguen ser capaces de impedirlo.
Porque el paisaje “reformador” que veríamos después del trámite parlamentario
de la Ley orgánica no podría ser más desolador: el otrora poblado arco político
dinástico, reducido ahora apenas a un PP en horas bajas y a un PSOE pasokizado
desde arriba, desventrado y desangrado por el estúpido harakiri de un Rubalcaba
que lo que único que de verdad aprendió en la escuela de Felipe González es el
siniestro arte “político” de llevar a las gentes hacia donde de ninguna manera
quieren ir.
Mientras
tanto, las plazas se llenan de ciudadanos indignados que se niegan a jugar el
papel de comparsas en el triste carnaval de la Coronación. IU, ICV-EUiA, ANOVA,Podemos, Equo-Compromís, el
BNG y distintas fuerzas y organizaciones de las izquierdas sociales han llamado
inmediatamente a luchar por la convocatoria de un referéndum en ejercicio del
“derecho a decidir” de todos los ciudadanos del Reino de España. No tardarán en
secundarlas otras: la cosa no ofrece duda. La erosión de legitimidad del
régimen constatada recientemente en las urnas se hará a un más irreversible en
medio de la ruborizante campaña mediática pelotillera ad maiorem
regis gloriam a la que asisten estupefactos los distintos pueblos de
España. Hasta las elecciones municipales y autonómicas de
mayo de 2015, cuando las gentes hartas de tanta y tan grosera manipulación en
su nombre puedan por fin expresarse en las urnas a favor de las fuerzas del
gran bloque republicano político-social que se anuncia.
Es
más, puestos a jugar esta partida de ajedrez a que se nos fuerza, ¿qué sentido
tendría para IU seguir siendo la peana sobre la que se levanta el poder de
Susana Díaz, nuevo factotum del PSOE en el gobierno autonómico
andaluz, una vez se ha hecho hoy pública su participación en la conspiración de
los poderosos para negar al pueblo andaluz que pueda hacer oír su voz en esta
cuestión democrática esencial? IU debe plantearse muy seriamente provocar unas
elecciones anticipadas en las que el pueblo andaluz pueda expresarse
inmediatamente en esta crucial disyuntiva entre la pseudoreforma taimada del
régimen o la apertura de un proceso democrático constituyente.
Pase
lo que pase, los republicanos españoles siempre tendrán que agradecer al pueblo
catalán la inestimable ayuda democrática prestada en este final de tragicomedia
chabacana de la Segunda Restauración. Pero queda a los demócratas catalanes
–también en provecho propio— un último esfuerzo por realizar, acaso el más
difícil y delicado: acompasar republicano-fraternalmente y sin tardanza su
justa lucha por el “derecho a decidir” del pueblo catalán con la lucha por el
“derecho a decidir” de todos los pueblos de España. Ojala sepamos todos estar a
la altura de las circunstancias. Porque, como dice el refrán chino que tanto le
gustaba a Hobsbawm, no se nos ahorrará vivir en “tiempos interesantes”.
*Este artículo se ha publicado en la revista ‘Sin
permiso’ y lo reproducimos por su indudable interés
Fuente: www.publico.es
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