jueves, 26 de junio de 2014

DEGRADACIÓN DEL PROYECTO EUROPEO

Ya con ocasión de la crisis de los 70, algunos recomendaron soluciones como el debilitamiento de los sindicatos, facilidades para el despido y el descenso salarial, fórmula que triunfó en los países anglosajones de la mano de Reagan y Tatcher"
Artículos de Opinión | Diego Jiménez | 25-06-2014 |
Robert Schuman, uno de los ’padres fundadores’ de la actual Unión Europea
Tras las últimas elecciones al Parlamento Europeo del pasado 25 de mayo, una vez más ha quedado patente la creciente desafección ciudadana hacia las instituciones de la Unión Europea (UE). El sueño de una Europa unida, acariciado en otros tiempos, manu militari, por los imperios carolingio y napoleónico, y que recibió un impulso de los ´padres fundadores´ de la UE (Robert Schuman, Jean Monnet, Konrad Adenauer€), está hoy en crisis. En la presente columna, y en la próxima que les aportaré dentro de quince días, me propongo resumirles parte del contenido de unos artículos que abordan esta problemática (*).
La llegada de Margaret Thatcher al poder marcó el inicio de la ofensiva antieuropeísta. Los sucesivos vetos británicos fueron descafeinando el proyecto. Por otro lado, la caída del Muro de Berlín, en 1989, planteó la conveniencia de incorporar a la UE a los antiguos países del Este, para lo que había que reforzar la Unión. Pero, tras el Tratado de Maastricht de 1992, el neoliberalismo dominante se aseguró de que ningún poder elegido democráticamente pudiera condicionar los mercados financieros. Por ello se dotó de una absoluta independencia al Banco Central Europeo y se orientó la política monetaria no al crecimiento y al empleo, sino a frenar la inflación. De manera que el keynesianismo, que había permitido superar la gran crisis del año 1929, quedó excluido del ordenamiento jurídico que rige el euro.
Tras el fracaso del proyecto de Constitución europea, con la ampliación de la UE a 27 tras adherirse los países del Este, el Tratado de Lisboa consolidó una Europa lejana e incomprensible para la ciudadanía europea. Y en ésas estalló la crisis. En octubre de 2008, los principales países de la Unión acordaron otorgar aval público a los nuevos préstamos bancarios, lo que, si bien salvó a Europa del colapso financiero, determinó el sobreendeudamiento de las finanzas públicas. Unas semanas después, en la reunión del G20, para evitar que pudiera repetirse la situación de 1929, se decidió el incremento del gasto público para estimular la demanda. Esta decisión la vino muy bien a Alemania, país exportador que se benefició de ese incremento del gasto y del consumo del resto de países. Pero este país, que durante décadas había sido el mayor contribuyente neto de la Unión, comenzó a actuar de manera insolidaria, sobre todo cuando surgió la necesidad de acudir al rescate de Grecia. Desde ese momento, se ha impuesto la tesis de unos países periféricos ´derrochadores´, algo que tiene poco que ver con la realidad: antes de la crisis, en 2007 la deuda pública española era el 36,3% del PIB, mientras que la alemana equivalía al 65,2% del suyo.
Hoy, los ciudadanos alemanes ya no se sienten tan solidarios con el resto de los europeos, por lo que se habla del fin de la cuarta Alemania (1945-1990), la europeísta de Adenauer y Schmidt, y el comienzo de la quinta Alemania, (la de Merkel), más orientada al centro y Este de Europa y más próxima al hegemonismo de la época bismarckiana. Según algunos analistas, de ser esto cierto, el proyecto europeo tal como lo concibieron sus fundadores habría llegado a su fin.
Porque las medidas adoptadas en la Eurozona para hacer frente a la crisis no sólo reflejan la nueva hegemonía alemana, sino que suponen la llegada al continente de la ´Gran Desigualdad´ que corroe a las sociedades desarrolladas desde los años 80. Ya con ocasión de la crisis de los 70, algunos recomendaron soluciones como el debilitamiento de los sindicatos, facilidades para el despido y el descenso salarial, fórmula que triunfó en los países anglosajones de la mano de Reagan y Tatcher. Hoy esa tendencia se ha impuesto en Europa: la mayor parte de las rentas del crecimiento van a parar a una reducidísima minoría mientras que gran parte de la población ve sus rentas estancadas o reducidas.
Cuando a comienzos de 2010 se desató la crisis del euro, Alemania era más competitiva que el resto de la Eurozona y acreedora de grandes cantidades de dinero. Por eso, algo que se podía haber hecho, el aval europeo a las nuevas emisiones de deuda, fue cortocircuitado por ese país. Como, además, no se disponía de una autoridad económica capaz de poner en práctica políticas orientadas al crecimiento, Alemania impuso, como solución para salir de la crisis, la bajada salarial y el recorte del Estado del Bienestar. Desde ese momento, gran parte de la población se ha empobrecido mientras una minoría se ha enriquecido más, al tiempo que los gobiernos se han ido impregnando de postulados neoliberales, esto es, la supeditación de la política a la economía.
Nos hemos despertado abruptamente del sueño de la construcción europea: cifras exorbitantes de parados, desahucios en países con un inmenso parque de viviendas vacías, emigrantes muriendo a las puertas de Europa€ Es el resultado de un proceso de degradación del proyecto europeo.
(*) Alfons Calderón y Luis Sols, Europa en la encrucijada, nº 188 de Cuadernos de Cristianisme i Justicia, Barcelona, marzo de 2014.





No hay comentarios:

Publicar un comentario