Un colectivo de maestros ampurdaneses plantó en 1903 la semilla de
lo que serían más adelante las escuelas de verano catalanas, que este curso
cumplen 100 años de vida. Formación hecha por maestros y para maestros.
26/06/2014
- 08:52h
Este mes de julio cientos de maestros
catalanes volverán a reunirse, terminadas las clases, para avanzar en su
formación, compartir experiencias, conocer nuevas herramientas y corrientes
pedagógicas y, en consecuencia, mejorar su trabajo y la del sistema educativo
catalán. Lo harán a través de las escuelas de verano, cursos y encuentros que a
menudo organizan los propios docentes a través de los movimientos de renovación
pedagógica y que, este curso, cumplen 100 años.
Estas
escuelas tienen su origen en la iniciativa formadora del pedagogo Eladi Homs en
1914, cuando se celebró la primera escuela de verano bajo el paraguas de la
Mancomunitat de Catalunya, pero su espíritu autogestionario -hechas por
maestros y para maestros- hay quien lo sitúa antes. Quizá en las conversaciones
pedagógicas impulsadas por grupos de docentes hace más de 100 años en la
comarca gerundense del Empordà.
Una primera
conversación entre maestros promovida por el profesor de la localidad de
Camallera, Silvestre Santaló, el 28 de junio de 1903, para debatir sobre el
papel de los trabajos manuales en la escuela, podría ser una de las semillas
que acabaría germinando en las escuelas de verano, y sobre todo en esta
necesidad a menudo presente entre los maestros de Catalunya de organizarse
ellos mismos para satisfacer su sed de formación y renovación pedagógica.
Con motivo
de los 100 años de las escuelas de verano, que se cumplen este 2014, arrancamos
en Catalunya Plural una serie de artículos sobre su historia, una trayectoria
de altibajos que cuenta con un precedente -antes de su institucionalización
bajo el paraguas de la Mancomunitat- en la inquietud y capacidad de autogestión
de Santaló y otros maestros ampurdaneses.
Silvestre
Santaló, maestro ampurdanés de Camallera. /GARBA, Antologia de lletres
catalanes. Lluís G. Pla, 1923
La semilla
de Silvestre Santaló, maestro de Camallera
"Imagínate
que me tiene negro enseñar con provecho la construcción gramatical. Pues bien,
organizo una conversación sobre el tema y los aficionados a las cosas de la
gramática me ayudan a arreglar el problema". Así de sencillo era para
Silvestre Santaló, maestro de Camallera, el funcionamiento que debían tener las
conversaciones pedagógicas, según dejó escrito en la revista El defensor del
magisterio.
En aquella
publicación exponía algunos de los motivos que le llevaron a celebrar la
primera conversación pedagógica en junio de 1903, un encuentro que, visto su
éxito, daría paso a toda una escuela de verano ese mismo año. Del 20 al 30 de
julio de 1903 tuvieron lugar en Girona unos cursos sobre trabajos manuales -la
misma temática de la primera conversación-, todo un hito en la autoformación en
Catalunya en la que participaron 30 personas.
"Los
maestros públicos que trabajaban en pueblos pequeños del Empordà veían que con
la formación que habían recibido mientras estudiaban en la Escuela Normal no
les llegaba", apunta Salomó Marquès, profesor en la facultad de Educación
de la Universidad de Girona y historiador de la materia. "Tenían la
necesidad de seguir formándose, y propusieron reunirse en conversaciones, no
conferencias, para compartir lo que sabían de cada cosa", explica Marquès,
que reivindica las comarcas gerundenses como una de las cunas de la renovación
pedagógica en Catalunya.
Marquès
contextualiza el surgimiento de aquellas conversaciones dentro de un sistema
que cuando menos despreciaba la práctica docente y la red educativa pública, ya
fuera en cuanto a su financiación o en cuanto a la tasa de escolarización, que
era muy baja. "Fueron maestros que chocaron con la realidad de la escuela
y que, para salir adelante, optaron por organizarse y ayudarse entre
ellos", expone el profesor.
¿Pero esta
inquietud sólo se percibía en las comarcas gerundenses? No, asegura Marquès,
que explica que el mismo año ya se empezaron a reproducir estas conversaciones
por Catalunya -Lleida y Tarragona, sobre todo-. Pero sí es cierto que en las
comarcas ampurdanesas coincidieron algunos puntales de la renovación
pedagógica. "Había un colectivo de maestros que tenían contactos, que se
movían, que sabían qué pasaba en el extranjero -sobre todo en Francia-, que
tenían revistas que funcionaban...", detalla Marqués, que aún así admite
que la renovación pedagógica no es patrimonio gerundense, aunque estas comarcas
jugaran un papel importante en sus inicios.
Entre las
publicaciones más destacadas, se encontraba El defensor del Magisterio,
iniciada por el profesor de Cantallops Josep Gumbau y vigente entre 1895 y
1905; y El Magisterio Gerundense, nacida en 1908 y dirigida al principio
por el maestro de Agullana Joan Batlle. Dos revistas, por lo tanto, con la
marca del Alt Empordà.
Las
conversaciones pedagógicas funcionaron durante años, como ejemplo de
autogestión docente exitosa y afrontando todo tipo de temáticas, pero lo cierto
es que escuelas de verano como la de 1903 -de una semana o más- no se volvieron
a repetir. El siguiente ejemplo de escuela de verano ya se remonta al
nacimiento oficial de estos encuentros, en 1914, con la entrada en escena de la
Administración catalana.
Cartel de
una de las primeras escuelas de verano.
Homs y la
Mancomunidad, desde arriba
A
diferencia de las conversaciones pedagógicas, hechas por y para maestros, el
año 1914 se celebró oficialmente la primera escuela de verano en Catalunya de
la mano del Consejo de Investigación Pedagógica de la Diputación de Barcelona,
dentro del contexto de la creación de la Mancomunitat de Catalunya, que tenía
entre otros objetivos impulsar reformas educativas.
Su primer
director fue Eladi Homs, un destacado pedagogo catalán que precisamente se
había formado en los Estados Unidos y había importado su tradición de celebrar
escuelas de verano. Homs también fue el principal importador del pensamiento de
John Dewey, padre de la llamada Escuela nueva, un movimiento de auténtica revolución
pedagógica que ya entonces introducía aspectos en la educación de los niños
como la atención individualizada, la observación de las necesidades de los
niños y niñas o el desarrollo de proyectos educativos tangibles.
Todo esto
impregnó las escuelas de verano de Homs -después lideradas por Alexandre Galí-,
que duraron hasta su primera abolición en 1924, con la dictadura de Primo de
Rivera.
El inicio de las escuelas de verano, por lo tanto, llegó no de la autogestión docente, sino desde la Administración catalana. "Todo era más oficial, incluso diría más elitista, porque participaba gente que no trabajaba en escuelas; era un reflejo de la visión más elitista que tenía la Mancomunitat", valora Marquès, que aún así añade: "¡Pero bienvenida fuera la iniciativa! Porque respondía a una preocupación real de la Mancomunitat para preservar y elevar la cultura del país", sentencia.
El inicio de las escuelas de verano, por lo tanto, llegó no de la autogestión docente, sino desde la Administración catalana. "Todo era más oficial, incluso diría más elitista, porque participaba gente que no trabajaba en escuelas; era un reflejo de la visión más elitista que tenía la Mancomunitat", valora Marquès, que aún así añade: "¡Pero bienvenida fuera la iniciativa! Porque respondía a una preocupación real de la Mancomunitat para preservar y elevar la cultura del país", sentencia.
Salvador
Carrasco, miembro del Colegio de Doctores y Licenciados en Ciencias y Letras de
Catalunya, que también investigado el tema, explica que los maestros en ese
momento estaban molestos con la Mancomunitat, no sólo por su política
"elitista", sino porque les debía aumentos de sueldo y porque no
consultó a los docentes de primaria, en el año 1913, a la hora de instaurar el
Consejo de Investigación Pedagógica. Carrasco apunta que no fue hasta 1922 que
se incorporó la Federación Nacional de Maestros como colaboradora de la Semana
de la Escuela de Verano.
La
República, momento álgido
Como no
podía ser de otra manera, el esplendor de la educación pública que se vivió
durante la Segunda República en Catalunya tuvo su repercusión en las escuelas
de verano, que se reanudaron después de la dictadura -y que durarían hasta la
siguiente dictadura, la de Franco-. "Durante la República la formación
toma un aire más progresista y renovador, que atendía a las necesidades
reales", explica Marquès.
"Durante
las escuelas había cursos, pero también debates centrales sobre política
escolar, que interesaban a la Generalitat: sobre los grandes temas de la época:
la educación moral, la lengua...", explica Marquès. Temas que se estaban
planteando tanto en el Estatuto como la Constitución. Nuevamente, pues, los
maestros marcaban la agenda de los avances pedagógicos, pero esta vez en clara
sintonía con la Generalitat, dispuesta a mejorar la formación de los maestros
en contacto con nuevas corrientes como la de Freinet o Decroly.
Fuente: www.eldiario.es
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