lunes, 23 de junio de 2014

PRECARIOS Y NUEVOS POBRES. CAMBIA EL VOTO EN LA IZQUIERDA

En Grecia y España las protestas contra la austeridad han premiado a Syriza y Podemos. Y parecen indicar el regreso de un «voto de clase».
Artículos de Opinión | Daniela Chironi* | 22-06-2014 |

En las elecciones del 25 de mayo pasado, la Izquierda Europea, aunque no ha llegado a imponerse como tercera familia política continental, ha avanzado decisivamente.
¿Pero quiénes son los electores que han votado por la propuesta de alternativa de los partidos de la IUE [Izquierda Unitaria Europea]? En primer lugar, se confirma una tendencia ya advertida: en Europa la izquierda radical recoge apoyos sobre todo en la clase media reflexiva, altamente escolarizada y bien informada; la que no vota con la tripa y no se muestra sensible, por consiguiente, al binomio miedo-orden. Un nicho electoral, que ya no es el tradicional de la izquierda comunista, sino a lo sumo el típico de la izquierda radical «refundada», hibridada con el pensamiento feminista, ecologista y altermundialista. Una izquierda que debe competir con los grandes partidos socialdemócratas y paga las limitadas capacidades de movilización del cuerpo social, en forma de estructuras débiles y poco ramificadas y de la exclusión de los flujos de la comunicación masiva.
Sin embargo, en contraste parcial con este dato general, surge del voto también una segunda tendencia, estrechamente ligada al estallido de la crisis económica y a la proletarización de las clases medias: en los países en que la sociedad está más viva y movilizada contra las políticas de austeridad, el mensaje de la izquierda radical sale del perímetro de la clase media reflexiva, lo que permite a los partidos de la IUE ensanchar su base social, arraigando también en torno a las clases medias empobrecidas por la crisis y las clases bajas.
Así ha sucedido con especial fuerza en Grecia y España, donde la protesta contra la austeridad estalló con mayor intensidad. En 2004, Syriza recogía apenas el 3,4 % de los apoyos, obtenidos esencialmente entre jóvenes de entre 30 y 40 años, urbanos y con un elevado nivel de instrucción, mientras que hoy, concluido un ciclo de lucha que ha trastornado la sociedad griega, la base social del partido ya no incluye sólo a estudiantes y jóvenes precarios sino también a sectores amplios de la clase trabajadora y representa franjas de edades diversificadas, incluidas las de los jubilados. Syriza se ha convertido en mayoritaria también en los barrios más pobres de Atenas y otras grandes ciudades, que constituyen las zonas del país en las que los efectos de la crisis económicos son más devastadores. Su ensanchamiento se ha producido sobre todo a expensas del PASOK, el partido de centroizquierda hoy en pedazos, castigado por haber llevado al país al colapso. Baste pensar que todavía en las elecciones europeas del 2009 el PASOK se ufanaba del 36,7 % de los votos, mientras que en 2014 cuenta apenas con un 8,4 %. Desde el inicio de la crisis, también el KKE, partido comunista ortodoxo, jerárquico y cerrado, ve la lenta erosión de su propia base social , constituida de modo predominante por jubilados. El 8% conseguido en 2009 se ha transformado en el 6% con una cierta migración de apoyos hacia Syriza, que con el 26,6 % de los sufragios ya ha asumido el rostro de la izquierda popular europea de antes de los años 90.
Tendencias semejantes se descubren también en España, donde, desde el inicio de las protestas contra la austeridad, Izquierda Unida ha seguido extendiendo sus apoyos, hasta casi triplicarlos respecto a 2009 (3,7 por ciento) con el 10% del 25 de mayo. Se puede suponer razonablemente que Izquierda Unida haya atraído una parte consistente del electorado que antes votaba al PSOE, el cual, a causa de sus opciones pro-austeridad, ha bajado un 15,5 % respecto a 2009.
El segundo elemento que vuelve relevante el caso español – dejando en evidencia el vínculo entre politización del cuerpo social y voto a la izquierda – es el nacimiento (y el éxito) de Podemos, el nuevo partido creado por algunos grupos de base que habían animado el movimiento de los Indignados. En solo cuatro meses de vida, Podemos ha obtenido el 8% de los votos a escala nacional, registrando puntas del 14 % Asturias, del 11,3 % en la región de Madrid e imponiéndose hasta en cinco regiones como tercer partido. La presencia de Podemos parece haber contribuido a frenar el abstencionismo en zonas en las que se preveía una bajísima afluencia a las urnas. Esto significa que el partido ha logrado reactivar sectores sociales en fuga de la política que no se reconocían en ninguna de las formaciones políticas existentes. Además, como también Izquierda Unida, en las grandes ciudades se ha votado a Podemos en los barrios pobres y más golpeados por la crisis donde se registran las tasas más altas de paro (mientras que quienes viven en los barrios ricos votan de modo compacto al Partido Popular). Este nuevo partido ha catalizado también el voto juvenil, recogiendo amplios apoyos entre los chicos de menos de treinta años, pero no sólo: con su llamamiento post-ideológico, Podemos ha logrado recolectar votos entre la base del PSOE (en las circunscripciones urbanas en las que el PSOE más ha descendido es donde Podemos ha sido el más votado).
Si lo sucedido en Grecia y España parece indicar una vuelta del «voto de clase», en los países en los que la protesta contra la austeridad ha sido escasa y la izquierda de los partidos es organizativamente débil, la izquierda alternativa se ha aplicado en afirmarse (Italia), ha seguido estable (Alemania y Francia), o ha retrocedido indudablemente (Portugal) y sigue ligada a una base social altamente escolarizada y generalmente compuesta de trabajadores cognitivos.
En Francia, el Front de Gauche ha llevado a votar, sí, al electorado propio, ya fuertemente identificado, pero no ha interceptado siquiera una parte de ese 58% de los electores del PS de Hollande que ha elegido la abstención. El descontento ligado a la crisis ha sido catalizado por el Front National, que ha movilizado a los estratos sociales más débiles – obreros (43 %), trabajadores asalariados (29 %), desempleados (37 %), y personas con un nivel de instrucción no universitario (37 %) – despolitizando las demandas: hasta un 64% declara haber votado a Le Pen con el objetivo de detener la inmigración (datos de Ipsos). Por último, la lista, recién nacida, de «L’Altra Europa» – penalizada por un fuerte apagón mediático – ha recibido el voto preferentemente de jóvenes de edades comprendidas entre los 18 y los 34 años, licenciados o diplomados, con una clara ubicación en la izquierda, que utilizan el papel impreso e Internet como principales fuentes de información. En cuanto a las categorías profesionales de los votantes, se trataba de modo predominante de estudiantes, empleados y docentes (datos de Ipsos). En substancia, el perfil social de esta nueva formación política recuerda el de la Syriza de los inicios.
*Daniela Chironi es investigadora del European University Institute de Florencia, especializada en el estudio de movimientos sociales y partidos antineoliberales, y colaboradora de Sbilanciamoci.
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón.










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