En Grecia y España las
protestas contra la austeridad han premiado a Syriza y Podemos. Y parecen
indicar el regreso de un «voto de clase».
Artículos de Opinión | Daniela Chironi* | 22-06-2014 |
En las elecciones del 25 de mayo
pasado, la Izquierda Europea, aunque no ha llegado a imponerse como tercera
familia política continental, ha avanzado decisivamente.
¿Pero quiénes son los electores que
han votado por la propuesta de alternativa de los partidos de la IUE [Izquierda
Unitaria Europea]? En primer lugar, se confirma una tendencia ya advertida: en
Europa la izquierda radical recoge apoyos sobre todo en la clase media
reflexiva, altamente escolarizada y bien informada; la que no vota con la tripa
y no se muestra sensible, por consiguiente, al binomio miedo-orden. Un nicho
electoral, que ya no es el tradicional de la izquierda comunista, sino a lo
sumo el típico de la izquierda radical «refundada», hibridada con el
pensamiento feminista, ecologista y altermundialista. Una izquierda que debe
competir con los grandes partidos socialdemócratas y paga las limitadas
capacidades de movilización del cuerpo social, en forma de estructuras débiles
y poco ramificadas y de la exclusión de los flujos de la comunicación masiva.
Sin embargo, en contraste parcial
con este dato general, surge del voto también una segunda tendencia,
estrechamente ligada al estallido de la crisis económica y a la proletarización
de las clases medias: en los países en que la sociedad está más viva y
movilizada contra las políticas de austeridad, el mensaje de la izquierda
radical sale del perímetro de la clase media reflexiva, lo que permite a los
partidos de la IUE ensanchar su base social, arraigando también en torno a las
clases medias empobrecidas por la crisis y las clases bajas.
Así ha sucedido con especial fuerza
en Grecia y España, donde la protesta contra la austeridad estalló con mayor
intensidad. En 2004, Syriza recogía apenas el 3,4 % de los apoyos, obtenidos
esencialmente entre jóvenes de entre 30 y 40 años, urbanos y con un elevado nivel
de instrucción, mientras que hoy, concluido un ciclo de lucha que ha
trastornado la sociedad griega, la base social del partido ya no incluye sólo a
estudiantes y jóvenes precarios sino también a sectores amplios de la clase
trabajadora y representa franjas de edades diversificadas, incluidas las de los
jubilados. Syriza se ha convertido en mayoritaria también en los barrios más
pobres de Atenas y otras grandes ciudades, que constituyen las zonas del país
en las que los efectos de la crisis económicos son más devastadores. Su
ensanchamiento se ha producido sobre todo a expensas del PASOK, el partido de
centroizquierda hoy en pedazos, castigado por haber llevado al país al colapso.
Baste pensar que todavía en las elecciones europeas del 2009 el PASOK se ufanaba
del 36,7 % de los votos, mientras que en 2014 cuenta apenas con un 8,4 %. Desde
el inicio de la crisis, también el KKE, partido comunista ortodoxo, jerárquico
y cerrado, ve la lenta erosión de su propia base social , constituida de modo
predominante por jubilados. El 8% conseguido en 2009 se ha transformado en el
6% con una cierta migración de apoyos hacia Syriza, que con el 26,6 % de los
sufragios ya ha asumido el rostro de la izquierda popular europea de antes de
los años 90.
Tendencias semejantes se descubren
también en España, donde, desde el inicio de las protestas contra la
austeridad, Izquierda Unida ha seguido extendiendo sus apoyos, hasta casi
triplicarlos respecto a 2009 (3,7 por ciento) con el 10% del 25 de mayo. Se
puede suponer razonablemente que Izquierda Unida haya atraído una parte
consistente del electorado que antes votaba al PSOE, el cual, a causa de sus
opciones pro-austeridad, ha bajado un 15,5 % respecto a 2009.
El segundo elemento que vuelve
relevante el caso español – dejando en evidencia el vínculo entre politización
del cuerpo social y voto a la izquierda – es el nacimiento (y el éxito) de
Podemos, el nuevo partido creado por algunos grupos de base que habían animado
el movimiento de los Indignados. En solo cuatro meses de vida, Podemos ha
obtenido el 8% de los votos a escala nacional, registrando puntas del 14 %
Asturias, del 11,3 % en la región de Madrid e imponiéndose hasta en cinco
regiones como tercer partido. La presencia de Podemos parece haber contribuido
a frenar el abstencionismo en zonas en las que se preveía una bajísima
afluencia a las urnas. Esto significa que el partido ha logrado reactivar
sectores sociales en fuga de la política que no se reconocían en ninguna de las
formaciones políticas existentes. Además, como también Izquierda Unida, en las
grandes ciudades se ha votado a Podemos en los barrios pobres y más golpeados
por la crisis donde se registran las tasas más altas de paro (mientras que
quienes viven en los barrios ricos votan de modo compacto al Partido Popular).
Este nuevo partido ha catalizado también el voto juvenil, recogiendo amplios
apoyos entre los chicos de menos de treinta años, pero no sólo: con su
llamamiento post-ideológico, Podemos ha logrado recolectar votos entre la base
del PSOE (en las circunscripciones urbanas en las que el PSOE más ha descendido
es donde Podemos ha sido el más votado).
Si lo sucedido en Grecia y España
parece indicar una vuelta del «voto de clase», en los países en los que la
protesta contra la austeridad ha sido escasa y la izquierda de los partidos es
organizativamente débil, la izquierda alternativa se ha aplicado en afirmarse
(Italia), ha seguido estable (Alemania y Francia), o ha retrocedido
indudablemente (Portugal) y sigue ligada a una base social altamente escolarizada
y generalmente compuesta de trabajadores cognitivos.
En Francia, el Front de Gauche ha
llevado a votar, sí, al electorado propio, ya fuertemente identificado, pero no
ha interceptado siquiera una parte de ese 58% de los electores del PS de
Hollande que ha elegido la abstención. El descontento ligado a la crisis ha
sido catalizado por el Front National, que ha movilizado a los estratos
sociales más débiles – obreros (43 %), trabajadores asalariados (29 %),
desempleados (37 %), y personas con un nivel de instrucción no universitario
(37 %) – despolitizando las demandas: hasta un 64% declara haber votado a Le
Pen con el objetivo de detener la inmigración (datos de Ipsos). Por último, la
lista, recién nacida, de «L’Altra Europa» – penalizada por un fuerte apagón
mediático – ha recibido el voto preferentemente de jóvenes de edades
comprendidas entre los 18 y los 34 años, licenciados o diplomados, con una
clara ubicación en la izquierda, que utilizan el papel impreso e Internet como
principales fuentes de información. En cuanto a las categorías profesionales de
los votantes, se trataba de modo predominante de estudiantes, empleados y
docentes (datos de Ipsos). En substancia, el perfil social de esta nueva
formación política recuerda el de la Syriza de los inicios.
*Daniela Chironi es investigadora
del European University Institute de Florencia, especializada en el estudio de
movimientos sociales y partidos antineoliberales, y colaboradora de
Sbilanciamoci.
Traducción
para www.sinpermiso.info:
Lucas Antón.
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