26 de febrero de 2015
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
Uno de los analistas más rigurosos y creíbles del mundo
islámico ha sido el palestino Edward Said, profesor de la Columbia University
de Nueva York, que falleció hace ya unos años. Tuve la oportunidad de asistir a
muchas de sus conferencias y leí gran parte de sus libros, que aconsejo
sistemáticamente a mis estudiantes para que aprendan sobre un tema de gran
importancia y relevancia: la evolución de la cultura musulmana. España
es, por cierto, parte de esta historia. En contra de la imagen frecuentemente
presentada por el nacionalcatolicismo todavía imperante en España, esta cultura
musulmana benefició enormemente a España, habiendo introducido muchos elementos
positivos en la cultura ibérica, desde la explotación agrícola a las áreas de
medicina y del conocimiento en general.
Uno de los hechos más característicos de nuestros tiempos es
el reciente radicalismo existente en grandes sectores del mundo musulmán. Y
para entenderlo deberíamos conocer cómo y dónde se originó este radicalismo
imbuido de un fundamentalismo religioso. Muchos de estos movimientos surgieron
de países que fueron colonias de imperios radicados en su mayoría en Europa. E
incluso cuando estos países no fueron colonia, estuvieron claramente dominados
por países basados en sistemas imperiales europeos.
En todos ellos –fueran o no colonias- aparecieron, después
de la II Guerra Mundial, fuerzas progresistas que representaron una amenaza
para los intereses económicos y políticos que sostenían las estructuras de
poder existentes en tales países. Fueron precisamente aquellos grupos que se
beneficiaban de esas estructuras los que establecieron y apoyaron a los islamistas
radicales, todos ellos fundamentalistas religiosos, que se opusieron por todos
los medios a las fuerzas progresistas (la mayoría laicas) que querían
transformar aquellas sociedades musulmanas. El caso de Al Qaeda es un claro
ejemplo. No se conoce suficientemente que Osama bin Laden fue en sus inicios
financiado por Arabia Saudí (uno de los regímenes más oprimentes existentes hoy
en el mundo), y por la CIA de EEUU, para oponerse a las reformas lideradas por
el Partido Comunista Afgano. Y todavía hoy Arabia Saudí y Qatar (promovido en
la camiseta del Barça), así como otros países del Golfo Pérsico, son los que
ayudan financieramente a la rama del islam conocida por wahabismo, una de las
sectas más fundamentalistas y beligerantes del islamismo. Sin dicha ayuda y la
ayuda en aquellos momentos de los gobiernos británico, francés y
estadounidense, estos movimientos profundamente antisocialistas no hubieran
alcanzado su actual extensión. Incluso el Estado Islámico (EI) fue financiado
en sus principios por EEUU, Reino Unido y Francia, además de Arabia Saudí y
Qatar, que continúan financiándolos.
El desconocido caso de Indonesia
Otro caso menos conocido es lo que ha ocurrido en el país
musulmán más poblado del mundo: Indonesia. En este país surgió uno de los
movimientos más progresistas en el mundo islámico, liderado por el Presidente
Sukarno. Ayudó a establecer el movimiento internacional de Países No Alineados
(en colaboración con el presidente Nehru de la India). Los gobiernos de
Australia, Reino Unido, Francia o EEUU, entre otros, se movilizaron para
pararlo y destruirlo, junto con los grupos islámicos más reaccionarios en aquel
país, que fueron financiados por todas las fuerzas que se opusieron al gobierno
progresista. En el año 1965 tuvo lugar un golpe militar, al que apoyaron todas
aquellas fuerzas reaccionarias, imponiendo uno de los regímenes más represivos
que se hayan conocido en aquel continente, dirigido por el general Suharto. Se
calcula que entre 500.000 y un millón de personas fueron asesinadas. Como bien
ha dicho uno de los intelectuales musulmanes mas respetados hoy, Ziauddin
Sardar, “no es que el imperialismo occidental se aliara con las facciones más
radicales y fundamentalistas. En realidad, las establecieron”. De todo esto el
lector ha leído muy poco o nada (para mayor expansión, ver Andre Vltchek, “Who
Should be Blamed for Muslim Terrorism?”, CounterPunch, January
9-11,2015).
Otro silencio: la movilización francesa a raíz de
Charlie Hebdo
La impresionante movilización en Francia a raíz de la
protesta frente a los asesinatos de los humoristas de la revista Charlie Hebdo
se ha presentado también de una manera sesgada y parcial. La justa y necesaria
protesta que ha habido en Francia ha sido en defensa de la libertad de
expresión, que se confunde frecuentemente con la defensa y apoyo de la postura
profundamente ofensiva hacia el mundo musulmán que ha aparecido en tal
semanario. En realidad, cualquier persona demócrata debería considerarse
ofendida por un tratamiento tan insultante hacia una minoría profundamente
discriminada en Francia. La función histórica de las revistas satíricas ha sido
ridiculizar al poder, no a los oprimidos o excluidos, como es hoy la población
musulmana en Francia. La caricatura de Mahoma era antimusulmana, antimujer y
anti Estado del Bienestar (ridiculizando los programas de asistencia pública a
las personas excluidas y a las mujeres embarazadas musulmanas en Francia),
repugnante en extremo. Decir esto no es, como la derecha maliciosamente
intentará tergiversar, justificar el horrible asesinato, que merece todo tipo
de condena.
Pero hay también que denunciar la enorme hipocresía del
establishment mediático y político europeo, incluyendo el francés. La supuesta
defensa de la libertad de expresión es limitadísima e inexistente no solo en
Francia, sino también en los países que estaban representados en las
manifestaciones por sus dirigentes, como es el caso de España (en la que el
gobierno del Sr. Rajoy había llevado a los tribunales a un humorista español
por ridiculizar al partido gobernante, el PP, hacía solo un par de semanas).
En la misma Francia parece haberse olvidado la enorme
represión que tuvo lugar durante la guerra de Argelia, cuando en una
manifestación de 30.000 ciudadanos franceses de ciudadanía argelina en octubre
de 1961, miles de ellos (10.000) fueron detenidos en las calles de París, y
cerca de 200 fueron asesinados. Y en Francia, dicha libertad de expresión es
también limitada cuando las autoridades consideran que un mensaje publicitado
puede crear disturbios, lo cual ha ocurrido frecuentemente en movimientos
ciudadanos en protesta por los ataques del gobierno de Israel a la población
palestina (como sucedió durante las masacres llevadas a cabo por las fuerzas
armadas israelíes en la Franja de Gaza). Y la lista es enorme. Y no digamos
aquí, en España, donde la represión ha alcanzado unos niveles nunca antes
vistos durante el periodo democrático.
Dos últimas observaciones. Una es que las fuerzas que han
apoyado con mayor contundencia las movilizaciones en contra de los asesinatos
han sido las derechas. En España, El País, bajo la dirección del Sr.
Antonio Caño, una persona profundamente conservadora, ha presentado tales
manifestaciones como una victoria frente al radicalismo musulmán (ver “La
interpretación neoliberal de EEUU que aparece en los medios españoles: el caso
el corresponsal de El País en Washington”. El Viejo Topo,
diciembre de 2011). La realidad, sin embargo, muestra lo contrario. Dichas
movilizaciones, que atemorizaron a la población musulmana en Francia, fueron
una gran victoria para los radicales musulmanes, que deseaban el enfrentamiento
de las dos comunidades, de manera que ellos pudieran presentarse como los
héroes en defensa del Islam. Y así ha ocurrido. Por todas partes en el mundo
musulmán ha habido manifestaciones contra Francia y contra el mundo occidental,
y a favor de los “mártires”. Y a eso le llaman victoria. En lugar de aislar a
los radicales dentro del mundo musulmán, les han dado la oportunidad de
presentarlos como sus defensores.
Una segunda observación. Hay pruebas más que suficientes
para ver que las posturas defendidas por los establishments europeos sobre el
mundo musulmán están profundamente equivocadas. Como bien ha indicado el
periodista que, a mi parecer, conoce mejor el mundo musulmán, Patrick Cockburn,
hoy el EI y otros movimientos radicales no tendrían la fuerza que tienen si no
hubiera sido por las intervenciones occidentales, incluyendo las europeas, en
Irak, en Libia y en Siria, intervenciones que crearon, además de un vacío de poder,
las condiciones para que estas fuerzas crecieran y se expandieran.
Fuente: www.publico.es
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