nuevatribuna.es | 24 Febrero 2015 - 21:09 h.
¿Hay jueces que ponen el cazo?. «El Gobierno de la
Comunidad de Madrid paga compensaciones, a través de una empresa privada,
Indra, a jueces, fiscales y secretarios que participan en la renovación
tecnológica», sostiene un diario de tirada nacional. Posiblemente se trata de
altos funcionarios que han estudiado con aprovechamiento las obras completas de
aquel celebérrimo magistrado Luis Pascual Estevil de damnatio
memoriae. Desde luego no son los herederos de aquel juez berlinés que dio
la razón a un humilde molinero frente al todo poderoso Federico II de Prusia,
que provocó que alguien admirativamente dijera: «Hay jueces en Berlín».
Me imagino a un pelotón de rábulas estajanovistas intentando
zurcir una justificación legal en defensa de esa corporación de jueces,
fiscales y secretarios que han cobrado su parné seguramente en función de los
entorchados de cada categoría profesional. Sin embargo, parece fuera de duda
que no dará con la tecla para revestir su argumentario en clave ética y ni tan
siquiera estética. Mucho tendrán que darle a la sesera para darle un baldeo a
la relación promiscua entre el Gobierno de la Comunidad de Madrid, la
empresa y estos altos funcionarios. Por lo demás, llama la atención esa
imponente ignorancia sobrevenida que, en ciertas ocasiones, esgrimen próceres
de toda laya: «Yo no sabía que… No estaba al tanto de… No me habían
informado de…» Que de manera recurrente sostienen, según los casos, algún
que otro ministro de economía, ciertos inspectores de hacienda. Y otros
prebostes de alto coturno. Lo hacen con el mismo desparpajo que aquel maestro
de la Vega que decía: «Vaya ocurrencia la de ese Pitágoras: mira que
decir que el cuadrado de la hipotenusa es igual que la suma de los cuadrados de
los catetos. Como si la hipotenusa fuera de la capital y los catetos unos
pueblerinos».
Por otra parte, visto o visto, me viene a las mientas la
siguiente reflexión: ¿por qué toda actividad, en determinados niveles, tiene
que estar subvencionada?
En el caso que nos ocupa: ¿no era concebible que estos
juristas, de fenicia estirpe, hubieran practicado una actitud de
militancia –de voluntariado, si se quiere-- a la hora de indicar de
qué manera se podía modernizar tecnológicamente la Administración de
Justicia en la Comunidad de Madrid?
Y, por extensión, ¿por qué en otros sectores de la vida
pública, en su más variada extensión, se ha ido extendiendo y justificando una
cierta actividad subvencionada? No tengo respuesta a este interrogante,
tan sólo me queda señalar que, en ciertos casos –no en todos, por
supuesto-- se ha ido corroyendo el carácter de la militancia hasta
desembocar –otra vez: no en todos, por supuesto-- en actividad remunerada
que acaba pareciéndose a La bien pagá y «su mardito
parné». Así pues, tal vez lo más coherente sería poner un cartel en la
puerta de ciertos sitios que dijera: «Prohibido el gratis et amore».
Fuente: www.nuevatribuna.es
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