nuevatribuna.es |Eugenio
Hernández | Periodista y consultor| 24 Febrero 2015 - 16:53 h.
Al estilo de los diarcas espartanos, el dúo Tsipras-Varufakis
ha enfrentado nada más llegar al poder sus propias Termópilas, una batalla
que todos los augurios daban por perdida contra un enemigo inmensamente
superior. Los cronistas afirman que la romántica avanzadilla griega ha quedado
aplastada a la primera de cambio por el Eurogrupo. Pero esa
interpretación, tan cierta como plana, oculta más o menos interesadamente
algunas realidades. Como que se está negociando sobre una propuesta del país
deudor o que la llegada al poder de la izquierda no ha supuesto ni el
Apocalipsis ni un remake de “Thelma y Louise” dirigiéndose de
forma suicida hacia el abismo como algunos heraldos vaticinaban… o deseaban.
Sin margen de maniobra, sobre todo teniendo en cuenta la
voluntad griega de hacer frente a sus obligaciones y permanecer dentro del
euro, la delegación alemana puede vanagloriarse del respeto a la ortodoxia del
acuerdo. La ampliación del rescate no difiere del original en cuanto a que el
presupuesto será vigilado por la troika, ahora bajo el nombre de
“instituciones”. No subirá el IVA general pero se eliminaran excepciones para
tender al tipo máximo. Se renuncia a dar marcha atrás a las privatizaciones ya
iniciadas y se mantiene la disciplina fiscal, enviando al cajón de los
futuribles (aunque sin renunciar a ellos) aumentos salariales, renta
mínima garantizada y otros gastos que repercutirían en las cuentas del país.
Grecia ha introducido en la mesa de debate el respeto a la
dignidad de los países rescatados, arrancando al presidente de la Comisión
Europea, Jean Claude Junker, la confesión de haber pecado contra ella en el
pasado. La denuncia de la escasa legitimidad democrática de la troika y del
propio Eurogrupo para dictar cómo han de hacerse las cosas es un aviso
ante próximas negociaciones. Y si la sobreactuada interpretación de Varufakis
amenazando con una ruptura traumática era poco creíble, tiene el valor de haber
obligado a los socios comunitarios a enrocarse, ofreciendo la imagen de que sólo
se guían por intereses políticos y ansia de castigo.
En el terreno del cumplimiento de sus promesa electorales, Syriza
obtiene cierta relajación en la consecución de objetivos de déficit y una
puerta abierta a realizar reformas (siempre supervisadas y sin que afecten al
rumbo ya trazado) que permitan aliviar el peso de la crisis entre los más
desfavorecidos, con medidas anti desahucio y garantizando el acceso a la
vivienda, los servicios sanitarios y el suministro básico de energía. El
refuerzo de la lucha contra el contrabando, la corrupción y el fraude fiscal
agrada a las autoridades comunitarias, y las promesas de ajustar gastos
públicos no salariales y eliminar incentivos a las prejubilaciones sirven para
proteger otra “línea roja”, la congelación o recorte de sueldos y pensiones.
¿Escasos frutos? No es lo que opina la sociedad griega, que se muestra
mayoritariamente de acuerdo con la estrategia de sus representantes.
Aunque no hayan obtenido sonadas concesiones, son logros
importantes para la estabilidad de un ejecutivo con apenas un mes de vida y
también, según las empresas de sondeos, para consumo interno. En palabras del
periodista griego Kostis Tsouparopoulos, “los gobiernos de ND
y PASOK prometieron muchas cosas y no hicieron casi nada. El nuevo ejecutivo
ha prometido mucho también aunque, por primera vez, hay un gobierno que quiere
negociar un programa, con respeto a todo lo firmado en el pasado, pero con
atención a la gente que ha sufrido más, abriendo una guerra contra la
oligarquía que no paga impuestos y ha ganado mucho en estos años de crisis”.
Como en la defensa abocada al fracaso de las Termópilas, los
griegos pueden haber resultado castigados en la refriega pero han dejado
patente su disposición a plantar cara, refuerzan su apoyo popular, arañan
alguna mínima ventaja y - cubierto el objetivo de evitar la asfixia económica a
corto plazo - obtienen una bocanada de oxígeno ante la inminente nueva ronda de
negociación del rescate. Esa será otra batalla.
Fuente: www.nuevatribuna.es
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