Por Alberto Garzón y Eduardo Garzón
20
de febrero de 2015
Cuando estuvimos en Atenas, hace un mes y coincidiendo con
el triunfo electoral de Syriza, no vimos por ninguna parte a ciudadanos
rescatados por la Unión Europea. Tampoco rescatados por España, sobra decir. El
hambre, la pobreza o la privación era lo que uno efectivamente podía ver en las
calles. Y, desde luego, no es esa la estampa que uno imagina cuando se habla de
sujetos rescatados. Uno espera que al menos los rescatados puedan sobrevivir
con holgura. Sin embargo, los que vimos, a duras penas. Entonces, ¿qué ha
pasado en Grecia en estos años?
Corría el año 2009. La fiesta de la especulación, la
corrupción y el clientelismo había disparado hasta el 127% la deuda pública
griega. Los responsables políticos de organizar aquella fiesta, Nueva Democracia
y PASOK, se repartían entonces la mayoría de escaños y el 77% de los votos. Una
desconocida Syriza apenas llegaba al 5%. Aquel bipartidismo griego se sentía
seguro, puesto que Nueva Democracia era la aliada natural de la CDU de Merkel y
del PP de Rajoy, mientras que PASOK era el aliado natural del SPD alemán y del
PSOE español. Los gobiernos de Alemania, España y Grecia, unidos por la
afiliación ideológica.
En aquel año de 2009, ningún Estado europeo tenía en su
posesión deuda pública griega. Toda la deuda griega era de naturaleza privada.
En concreto, los bancos franceses y alemanes habían comprado títulos públicos
griegos por el valor astronómico de 183.200 millones de euros. Los bancos
españoles habían invertido mucho menos, unos 2.000 millones de euros. En ese
mar de tranquilidad, la prima de riesgo aún era desconocida.
Sin embargo, todo iba a cambiar en los meses posteriores. En
cuanto el primer ministro griego –del PASOK- reconoció que habían hecho trampas
contables –los de ND- para disimular el verdadero déficit, se disparó el miedo
entre los inversionistas privados. Éstos comenzaron a deshacerse de los títulos
de deuda pública griega por el miedo a no poder recuperar el dinero prestado.
Esta dinámica generalizada –con un impasible Banco Central Europeo- tuvo como
consecuencia que la prima de riesgo iniciara una intensa senda ascendente que
alcanzaría su máximo en marzo de 2012.
El aumento de la prima de riesgo fue de tal cuantía que al
estado griego no le quedó más remedio que pedir ayuda. Así llegó el primer
acuerdo propuesto por la Comisión Europea, secundado por el Fondo Monetario
Internacional, el presidente del BCE y la canciller alemana. La troika había
nacido. Llegaban así los primeros préstamos, siempre condicionados a la
ejecución de recortes en gasto público y otras reformas estructurales de
carácter neoliberal. Mientras tanto, los bancos europeos se iban desprendiendo
sigilosamente de sus títulos griegos. Los bancos alemanes y franceses que
habían prestado al bipartidismo griego querían ahora quitarse de en medio.
¡Nadie quería tener deuda pública griega!
Unos meses más tarde el Banco Central Europeo vino al
rescate. El BCE realizó una compra masiva de bonos griegos a muchos bancos
europeos, que estaban deseando deshacerse de ese enorme riesgo. ¡Les hizo un
favor! Si Grecia no pagaba, le hubiera tocado hacerlo a los bancos alemanes y
franceses. ¡Mucho mejor que el riesgo lo tuviera el BCE!
Para mayor suerte para los bancos, unos meses más tarde se
aprobó la creación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera. Se trataba de
un mecanismo temporal que se utilizaría para financiar al Estado griego a
precios levemente inferiores a los de mercado, utilizando para ello las
garantías del resto de Estados miembros. Eso significaba que los inversores internacionales
podían prestar ahora a Grecia sin peligro: si todo iba bien, ellos cobraban; si
iba mal y el bipartidismo griego no podía pagar, entonces varios Estados
europeos se harían cargo del coste.
Como consecuencia de esos acuerdos, durante este periodo de
tiempo se fue trasladando el riesgo de impago griego desde los bancos hacia los
Estados europeos. Ya en 2010 se puso de manifiesto que Grecia no podría pagar
su deuda y que tarde o temprano debería reestructurarla, pero la Troika decidió
ganar tiempo. Tiempo para que los bancos europeos pudiesen ir deshaciéndose de
los títulos de deuda pública al mismo tiempo que los Estados europeos y el BCE
pasaban a ser propietarios de los mismos. Así las cosas, cuando se hizo
finalmente la reestructuración de la deuda pública, en abril de 2012 (¡dos años
más tarde!), buena parte de los bancos europeos no perdieron nada porque ya se
habían retirado del negocio.
Desde aquella reestructuración se ha seguido sucediendo el
mismo fenómeno: retirada de los acreedores privados (en su inmensa mayoría
bancos) e incorporación de los Estados Europeos a través del Fondo Europeo de
Estabilidad Financiera, del Banco Central Europeo y de los préstamos
bilaterales. Tal es así que, en octubre de 2014, la inmensa mayoría del riesgo
de impago corresponde ya a los Estados europeos. A día de hoy, los bancos
europeos apenas tienen exposición.
¡Qué paradoja! A pesar de que fueron los bancos privados
quienes realizaron malas inversiones al prestar dinero a un agente económico
que más tarde se declaró insolvente, como Grecia, hoy día son los
contribuyentes del resto de economías europeas los que corremos el riesgo de un
impago de la deuda pública griega. A día de hoy, los contribuyentes españoles
tenemos una exposición a la deuda pública griega de más de 27.000 millones de
euros. Es mucho, pero en realidad se trata de una cantidad siete veces inferior
a la exposición que tenían en diciembre de 2009 los bancos alemanes y
franceses.
Pero encima son los caraduras del bipartidismo, alemán o
español, los que nos insisten en “nuestros” riesgos. Son los aliados del
bipartidismo español y alemán, PASOK y ND, los que hundieron a los griegos en
las malas decisiones y en la deuda. Y fueron los bancos del bipartidismo quienes
se arriesgaron prestando. ¿Alguien se explica por qué tenemos que pagar los de
siempre, los parias de la tierra? ¿Acaso el pueblo griego tiene culpa de los
excesos de su bipartidismo, que está más cerca de Merkel y de Rajoy que de
ellos y de nosotros?
Fuente: http://www.publico.es/
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