nuevatribuna.es |Rafael
Fernando Navarro | 28 Febrero 2015 -
11:33 h.
Los señores importantes estaban de rodillas. Esperaban una
aparición mariana. Pero ellos no eran de los de boina, refajo y zuecos como los
pastorcillos de siempre. Los señores importantes preferían chaqué. Estaban de
rodillas como los de Cova de Iría o Lourdes, pero con chaqué. Hay que dejar
claras las diferencias entre pobres por castigo de dios e importantes por
la gracia de dios.
Los señores importantes llevaban las manos llenas de bancos,
de empresas importantes, de multinacionales, de Ibex treinta y tantos, de
importaciones y exportaciones. Era la ofrenda que irían depositando a los pies
de esa vestal germánica llamada Merkel.
Los señores importantes fueron desfilando uno a uno y
recibiendo sumisos los latigazos correspondientes al humor crematístico de la
diosa. Ella entregaba a un esclavo del Banco Central Europeo, del Fondo
Monetario Internacional los bancos, las multinacionales, las
importaciones-exportaciones. Se manchaban de sangre los chaqués, sangre de
hambre, de despidos, de desahucios, de enfermos terminales que deben cumplir
con su deber de terminar, de viejos que estorban al déficit, de futuros sin
esperanza, de esperanzas sin futuro, de enfermos convertidos en mercancía, de
niños que tal vez nunca serán niños.
Los señores importantes reciben el mensaje: vuestros pueblos
son malos, pecan comprando coches, viviendas, comiendo, calzando, vistiendo por
encima de sus posibilidades. No les habéis inculcado que los pobres deben de
serlo por voluntad divina y que es también voluntad divina que sólo unos pocos
disfruten de este mundo.
Los señores importantes gozan de un orgasmo con chaqué con
esa ofrenda depositada delante de la emperatriz germana. Ella lanza el oráculo
más definitivo: La entrega que me hacéis debe estar envuelta en la dignidad.
No busco tanto pueblos dispuestos a inmolarse ante mi altar. Deben tomar
conciencia de mi superioridad. Deben tomar conciencia de su situación de
esclavitud. Y para eso es urgente que renuncien a su dignidad. El Papa
Francisco le había dicho a ella que los gobernantes debían estar especialmente
preocupados por los pobres. Pero la banca, la prima de riesgo, los intereses,
el pago de la deuda tenían primacía en su quehacer de líder de la miseria.
Y los señores importantes, elegidos para defender a sus
ciudadanos, recaudaron dignidad. Fueron de puerta en puerta exigiendo a los
ciudadanos una rendición ante la economía. Por encima de todo estaba el dinero.
Y les argumentaron que no había más soluciones que la dignidad para aplacar la
furia divina. No había otros caminos por más que economistas de prestigio
profetizaran una y otra vez que el sistema elegido empobrecía, creaba paro,
destrozaba la economía por falta de consumo. Todos esos elementos eran partes
del todo de la dignidad exigida y dejada a los pies de aquella deidad.
Los señores importantes disponían del miedo. Era un
inyectable que debía administrarse en cantidades no cuantificables. Cuanto más
miedo mejor. Ayudaba eficazmente a reducir la dignidad. Miedo a manifestarse,
miedo a reclamar sus derechos, miedo a exigir un salario digno, un horario
establecido en convenios, una indemnización digna si era despedido, derecho a
una vivienda, a una educación. Pero los señores importantes castigaban las
huelgas, facilitaban el despido a gusto del consumidor, los desahucios como
ayuda a los bancos considerados benefactores de la humanidad, a la medicina
privada ofreciendo el dolor a precio de mercadillo, rebajando los sueldos para
resultar competitivos, trabajando horas y horas sin pagar para progresar como
los chinos, con muchos menos derechos y un crecimiento exponencial de
obligaciones. No se trata de crear trabajo a la antigua usanza. Se trata de que
produzcan mucho para beneficios de pocos, con salarios como limosnas, con
Laponia incluida por si alguno exige el fruto de sus espaldas. Se implanta la
teoría de que el empresario da de comer a tantas familias en lugar de admitir
que esas tantas familias son las que proporcionan la langosta al empresario, el
mantenimiento de su empresa, el yate en Marbella y las putas con lencería de
seda.
Me emocionó ver Madrid lleno de gente pidiendo dignidad. Una
rebelión pacífica pidiendo dignidad. Porque estos pueblos del sur están por
encima del pan, del trabajo, del tiempo suficientemente libre de cansancio para
besar a sus hijos, para acariciarse entre parejas, para vivir la plenitud de
sus carnes como quien recupera un paraíso. Fue lo primero que exigió la diosa
germana. Los señores importantes sabían que la falta de todo era un medio
eficaz para arrancar la dignidad y convertir en esclavos a hombres y mujeres
que eran portadores de humanidad. Cuando un pueblo tiene que exigir la
devolución de su dignidad es porque le sale la miseria más íntima por los ojos.
No sé si se puede jugar con el estómago, la vivienda, la enfermedad. Pero con
la libertad y la dignidad, nunca.
Cuando los señores importantes están postrados ante la diosa
Merkel, deberían pensar en esto. Alguien tiene que decirle que pisotear la
dignidad puede acarrear consecuencias impensables.
Los señores importantes deben saber que cuando nuestra
señora Merkel exige la dignidad de los pueblos, ella pierde la virginidad del
respeto. Y entonces…
Fuente: www.nuevatribuna.es
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