nuevatribuna.es |Manel
García Biel |
28 Febrero 2015 -
11:04 h.
La carencia de una política fiscal única en la zona euro
impide en gran medida la mutualización de la deuda pública de los países
Lo primero que hay que decir es que, al contrario de lo que
es normal, el euro no es la moneda de un país y el BCE no es el banco central
de un país
La creación del euro y consecuentemente del BCE fue una
opción política para crear unos instrumentos comunes como elemento de cohesión
y avance de la unidad europea. Se trataba de crear un imaginario político
común, en este caso con un elemento simbólico evidente para la ciudadanía cómo
es la moneda. Una moneda común era el símbolo de una unión europea común e
irreversible, y los ciudadanos lo podían ver y comprobar en su vida cotidiana.
El objetivo político podía ser claro, pero las formas de
estructurarlo, los costes y las concesiones para conseguirlo crearon una imagen
de gigante que a pesar de todo tiene los pies de barro, como la crisis se ha
encargado de demostrar.
Con la creación del euro un conjunto de economías nacionales
acordaron crear una unificación de su política monetaria y una moneda común,
con la renuncia a sus instrumentos de política económica, a la vez que
mantenían sus competencias estatales en materias de políticas presupuestarias,
fiscales y estructurales. Con la contradicción que todo ello comporta en unas
economías estatales con muy diferentes niveles de desarrollo tanto económico como
social, y sin la posibilidad de una política monetaria propia con la que hacer
frente, mediante medidas como la devaluación monetaria, a situaciones de crisis
económica. Para controlar la política monetaria común se creó el BCE.
Para conseguir la creación del euro se tuvo que aceptar las
condiciones de la economía más fuerte, la alemana, y el predominio de sus
concepciones en política monetaria y de las instituciones correspondientes. El
euro nace con la paridad con el marco alemán y con la paridad rígida del resto
de monedas que confluyen en el euro. A la vez el BCE, de acuerdo con el Tratado
de Maastricht, es una réplica a escala europea del Bundesbank, tanto en los
aspectos relacionados con su total independencia, tanto respecto al resto de
instituciones europeas cómo nacionales, como en su objetivo único: el control
de la inflación y la estabilidad de precios.
Este objetivo único diferencia el papel del BCE del de otros
bancos centrales como puede ser la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED),
que junto con el control de la inflación tiene como objetivo el estímulo de la
economía y la promoción del empleo. Esta diferencia de objetivos se ha
demostrado claramente con la diferente política adoptada ante la crisis por los
dos bancos centrales donde, al contrario del BCE, la FED ha tenido un
importante papel estimulando la economía.
La independencia y el papel del BCE están garantizados por
el Tratado de Lisboa, para modificarlo haría falta una ratificación por parte
de los estados miembros y por lo tanto es muy difícil cambiar la situación
actual.
La instauración del euro, la definición de la función única del BCE, la carencia de un sistema fiscal único y de políticas presupuestarias conjuntas, han llevado a una situación que ha comportado que los grandes beneficiarios hayan sido los denominados “mercados” es decir los grandes especuladores financieros y los grandes perdedores los ciudadanos especialmente de los países más débiles y periféricos.
La instauración del euro, la definición de la función única del BCE, la carencia de un sistema fiscal único y de políticas presupuestarias conjuntas, han llevado a una situación que ha comportado que los grandes beneficiarios hayan sido los denominados “mercados” es decir los grandes especuladores financieros y los grandes perdedores los ciudadanos especialmente de los países más débiles y periféricos.
El euro ha sido un gran instrumento para la movilidad de los
capitales. Así hemos visto que en momentos de un cierto estancamiento de la
economía alemana u otros países económicamente potentes, sus capitales
financieros se fueron en gran medida a países de la periferia como
Irlanda, en este caso ayudado todavía más por su política de “dumping fiscal”,
España o Grecia, donde se daban fenómenos de expansión económica especulativa
especialmente en sectores como el inmobiliario, lo cual les comportó
importantes rendimientos económicos difíciles de conseguir en sus países de
origen.
La llegada de la crisis económica y la explosión de las
“burbujas especulativas” en los países periféricos se ha solucionado aplicando
políticas de ajuste claramente neoliberales con la imposición de rescates y
políticas de austeridad. El objetivo de estas políticas ha sido resarcir los
capitales que las entidades financieras europeas tenían invertidos en los
países periféricos cuando estalló la crisis, y que ahora se convertían, gracias
a los rescates, en deudas públicas de los estados periféricos con las
instituciones europeas o la “Troika”.
En definitiva se han salvado los capitales de las grandes
entidades financieras alemanas o francesas que tenían capitales invertidos en
los países periféricos al precio del endeudamiento público de los mismos y por
lo tanto del empobrecimiento de sus sociedades. Todo esto mediante políticas
injustas llevadas a cabo por la UE con el pleno apoyo del BCE.
A pesar de que hoy se empiece a cuestionar si, en un
contexto como este de crisis y recesión de las economías europeas, con
crecimientos inaceptables en el desempleo en algunos países, y los ataques y la
especulación que se ha dado contra la deuda soberana de determinados estados,
el papel del BCE tiene que ser únicamente vigilar la estabilidad de los
precios. Debemos remarcar cómo ya se ha citado las dificultades para la
modificación de sus objetivos. Especialmente cuando existe una fuerte oposición
de algunos estados entre ellos Alemania, que son en gran parte responsables de
la propia configuración de la moneda europea y de su institución de control.
No hay duda que debe exigirse una gestión eficiente de los
Estados, que no se puede aceptar como política general un déficit
presupuestario permanente por encima del establecido, en el que por cierto en
algunos momentos cayeron Francia y Alemania, pero hay que modular las políticas
de estabilidad con otras de reanimación y crecimiento de las economías. Esto es
el que se ha hecho por parte de la Administración Obama y lo que no ha sido
capaz de hacer la UE, que ha dejado actuar con total libertad e incluso
impunidad los “mercados”, es decir a los especuladores financieros, que han
sido los grandes beneficiarios de la crisis a expensas de los ciudadanos de los
países más deprimidos.
La carencia de una política fiscal única en la Zona Euro es cómo hemos señalado una de las graves carencias del euro y lo que impide en gran medida la mutualización de la deuda pública de los países, esto y la necesidad de cambiar los objetivos del propio BCE.
La carencia de una política fiscal única en la Zona Euro es cómo hemos señalado una de las graves carencias del euro y lo que impide en gran medida la mutualización de la deuda pública de los países, esto y la necesidad de cambiar los objetivos del propio BCE.
Fuente: www.nuevatribuna.es
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