sábado, 2 de noviembre de 2013

JUSTICIA Y POLÍTICA

Creado por Carlos Galeón.
Por mucho que algunos se empeñen en lo contrario, el código penal español que permitía la redención de penas lo aplicó Franco en plena Guerra Civil (Decreto de 28 de Mayo de 1937) para ser utilizado con los “rojos” encarcelados y siguió hasta su modificación en 1973.
La democracia eliminó la redención de penas en 1995 con el gobierno socialista, con una normativa que permitía a los condenados por crímenes y terrorismo a decenas de años de cárcel, salir de prisión a los 20 años, cumplidos dos tercios del máximo permitido por la ley: 30 años.
Así se llegó a 2006 y la sentencia del Tribunal Supremo al recurso de Henri Parot, que reclamaba su excarcelación,  y a lo que Tribunal Supremo contestó, dejando sin efecto las redenciones de pena y con carácter retroactivo. Y así se ha seguido hasta ahora en que el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo ha eliminado la denominada doctrina Parot.
El Gobierno – como todo gobierno de un país que se diga democrático – está obligado a aceptar y poner inmediatamente en marcha esta nueva ley, independientemente de que le guste o no le guste, entre otras cosas, porque así lo dice la Constitución en su artículo 10. Pero curiosamente, los mismos que siempre se han opuesto a la derogación de la Ley de Amnistía de 1977 por afectar a crímenes contra la humanidad, son lo que ahora se quejan de la eliminación de la doctrina Parot, en la que más bien se mezclaba la justicia con un cierto deseo de venganza, y al mismo tiempo se mantenía esa tesis tan viva en una de las dos Españas de que siempre debe de haber vencedores y vencidos. Jamás se debe de conceder el perdón, algo muy raro viniendo de personas que se dicen muy católicas.
Pienso que desde un punto de vista racional el pasar veinte o treinta años en la cárcel no es una amnistía y es un castigo suficientemente fuerte; es un tercio o más de la vida de una persona. Cierto es que yo no me puedo poner en la piel de quien ha perdido un ser querido en un atentado, o una hija asesinada por en psicópata, o violada, y comprendo su horror a la posibilidad de cruzarse en un futuro con el asesino por la calle, pero se equivoca mucho Esperanza Aguirre cuando clama y pide desobediencia a un tribunal porque humilla a las víctimas y premia a los asesinos. Eso es lo que se hace en las dictaduras cuando no gusta una decisión internacional que afecta a los derechos humanos.
Pero que tampoco se equivoquen aquellos que saltan de alegría y satisfacción por la sentencia. Hay que saber digerir ciertas cosas con lentitud y empezar a demostrar que no se está de acuerdo con políticas de pistolas, sino con el diálogo y el respeto a la voz del pueblo, y sin presiones. Que eso pertenece a un pasado del que no hay que sentirse precisamente orgullosos y que hay que ir dejando atrás y cerrar unas heridas que están abiertas y sangrantes.
Por lo expuesto, la manifestación prevista en Madrid – independientemente del innegable derecho a manifestarse (algo que curiosamente niegan muchos de los que asistirán) – es una declaración contra el Estado de Derecho y la Constitución, y su utilización política por un partido que no puede vivir sin ETA y sus asesinos. Siempre le vino muy bien al PP tener a ETA para usarla como arma contra sus adversarios y no le gusta quedarse sin ella.
Por otra parte, y por mucho que nos duela, que tomen nota los jueces de la diligencia de sus colegas ingleses y actúen sin demora en la aplicación de la nueva ley sin dar lugar a que los presos soliciten la excarcelación, o que empiecen a lloverles problemas por detenciones ilegales o por prevaricación.
Y de paso que empiecen a pensarse la derogación de la Ley de Amnistía de 1977 y los delitos contra la humanidad, así como la rehabilitación del juez Garzón y activar la Ley de la Memoria Histórica, pero sin vencedores ni vencidos.
Desde Estrasburgo han dicho
que es la doctrina Parot
cual las cartas del Tarot
y la han puesto en entredicho,
por lo que la han anulado
en quien esté sentenciado.

Y los de la vieja guardia
 no admiten la intromisión,
 molestos por la reprensión
 ya se han puesto en vanguardia
para una nueva campaña
que salve a su patria España.

Y a las calles se han lanzado
los mismos que criticaban
si otros se manifestaban,
mas eran del otro lado,
de los que son perdedores
a simples acreedores.

Y es que están acostumbrados
a hacer siempre lo que quieran
sin mirar que otros sufrieran,
porque sus desaguisados
y todos sus desatinos
malograron mil destinos.

Y no es que pidan justicia.
¡Lo que quieren es venganza!
y una humillación a ultranza
que en su obstinada impudicia
reclaman cual vencedores,
pues se creen redentores.

Vencedores y vencidos
es para ellos la paz,
una visión muy falaz,
mas es de los resentidos,
y en España, la que manda
en permanente parranda.

Y aquel otro que se alegra
porque esto se ha derogado,
¡que ande con mucho cuidado!,
que gentes de sombra negra
ni en pintura los queremos
porque para dar tenemos.

A ver si ahora nos centramos
y la Ley de la Amnistía
ya le dan la Eucaristía
y a otro mundo la mandamos
para juzgar a franquistas
que eran también terroristas.



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