Begoña Marugán Pintos | Socióloga
nuevatribuna.es
| 01 Noviembre 2013 - 16:55 h.
Todo sistema
de dominación necesita legitimarse. Ello era especialmente conveniente en momentos
en los que la subordinación y la desigualdad estaban puestas en tela de juicio,
pero ahora campan a sus anchas porque la dinámica es la contraria.
Desde la
ilustración la igualdad ha servido de principio regulador y articulador de la
sociedad moderna. La referencia ética a la igualdad orientaba todas las
relaciones sociales, pero la crisis sistémica actual está poniendo estos
valores en entredicho. Y por ello, hoy más que nunca hay que aferrarse a viejos
y sólidos principios que impidan la consolidación, nuevamente, de la
subordinación y la desigualdad como paradigma dominante.
Cuando la
brecha social se agranda y cada cual se pertrecha “para que a mí no me toque” -
como si la impermeabilidad social lo permitiera y si cerrando los ojos como
niñas pudiéramos evitar que la tormenta no nos arroyara- se hace más necesario
que nunca proclamar la unidad y luchar colectivamente contra la desigualdad.
Una desigualdad que cada vez arrastra a más colectivos.
Decía Emilio
Jurado hace unos días que “se está dando un proceso de traslación de la renta
de las capas populares a una selectiva minoría, lo que agranda la brecha social
hasta convertirla en una sima inabordable que divide definitivamente la
estructura social de los países y aún de continentes enteros. El volumen
de los perdedores es una legión creciente que va acogiendo más y más números y
casos. A los inadaptados originales les siguieron los trabajadores
descualificados. A éstos vinieron a unirse trabajadores cualificados pero con
habilidades obsolescentes, después todo tipo de trabajador sujeto a nómina, más
tarde estudiantes, investigadores”. Y, a estos que ahora coyunturalmente se
extiende debemos añadir a las personas que estructuralmente han debido luchar
constantemente contra la subordinación, la dominación y por la igualdad de
derecho. En este grupo colocaría a las mujeres y a la población inmigrante. Y
hoy es de esta última de la que quiero hablar y no por ello me olvido de las
mujeres, porque las mujeres inmigrantes están travesadas por una discriminación
múltiple que hace de ellas sujetos invisibles hasta para el activismo político.
Como reconocen en el libro ¿Qué hacemos con las fronteras?: “la
invisibilidad de las mujeres migrantes no es solamente un problema teórico.
Buena parte de los movimientos sociales construidos en torno a la lucha contra
las leyes de extranjería y la solidaridad con la población migrante no han
desarrollado estrategias para tejer vínculos específicos con ellas. Es
significativo que una de las más valiosas expresiones de solidaridad haya sido
el movimiento articulado alrededor de la experiencia de despenalización del top
manta (caso en que los migrantes son en su totalidad hombres)”.
Como
aprendiza del maestro Durkheim, entiendo la sociología como consejera de
políticas prudentes y por ello, ante la tristeza que nos embarga por la muerte
por deshidratación de 52 niños, 33 mujeres y 7 hombres en el desierto de Níger
o por la de cerca de trescientas cincuenta personas de Lampedusa víctimas del
sistema y ante la obscena política migratoria europea, prefiero practicar la
proactividad y plantear tentativamente una alternativa. Y esta se sitúa en el
marco teórico y práctico de los discursos y se dirige a las personas que están
por romper la inercia segmentadora y trabajar por un mundo más vivible para
todas las personas que pueblan el planeta.
Como no hay
nada más práctico que una buena teoría, y la posición de subordinación social
no nos ofrece muchas posibilidades, una alternativa sería utilizar la
performatividad del lenguaje y empezar por definir marcos de pensamiento
inclusivo que rompan con el discurso económico dominante y apuesten por lógica
de la vida y el cuidado de las personas.
Pensar
globalmente paraliza. Siria, Lampedusa, Niger, Marruecos, Rumanía, China, etc..
son escenarios que se nos dibujan lejos de nuestra posible actuación. ¿Qué
podemos hacer desde aquí si los acontecimientos se producen a miles de
kilómetros y bajo competencias “ajenas”? Pues podíamos empezar por desactivar
estructuras mentales inconscientes que mueven nuestros comportamientos y nos
impiden atender a la racionalidad de nuestros intereses e incluso nos llevan a
no observar cierta información de esta realidad global.
En este
mundo los acontecimientos tienen diferentes expresiones en función de los
países - de origen y destino- pero están atravesados por la lógica del
capitalismo-patriarcal guiado por la búsqueda del beneficio y la rentabilidad.
Así, mientras algunas nigerianas mueren de cansancio, hambre y sed en el
desierto abrazadas a sus hijos, otras son víctimas de la trata y padecen en
nuestro suelo la explotación sexual y física de los traficantes y los
clientes que “las consumen”. Por tanto, romper “los archivos” mentales en
los que encuadramos en nuestra mente los acontecimientos y analizar el fenómeno
de la inmigración a través de reconstruir íntegramente las trayectorias
emigrantes puede ser unaposible fórmula para dinamitar ese paradigma de la
desigualdad que, me temo que poco a poco, se quiere implantar. La situando de
la inmigración no la podemos contemplar más que como un continuo que responde a
lasdinámicas que generan el proceso de acumulación capitalista-patriarcal.
La
estrategia de vaciar algunos territorios para sobrepoblar otros ya lo recordó
Marx en su análisis de las migraciones irlandesas en el siglo XIX y en los
últimos años estamos asistiendo al abandono de la población campesina de sus
tierras. Comunidades que vivían de la pesca o de la agricultura se han visto
impulsada a abandonar sus territorios, en algunos casos porque estas zonas han
sido reconvertidas a instalaciones turísticas. El beneficio prima sobre las
personas y como en los casinos “la banca siempre gana”. El placer de unos se
hace a costa del dolor y la muerte de los “otros”. Las poblaciones de los
países pobres así se convierten en objetos de consumo para las personas
pudientes de los países ricos, y ante esto ¿cómo podemos pensar que no podemos
hacer nada? Si funciona la trata con fines de explotación sexual de mujeres y
niñas nigerianas es porque hay una demanda de la misma. Y aunque este es
un ejemplo ¿todavía pensamos que desde aquí no podemos hacer nada? Politizar el
cotidiano y asumir la responsabilidad de nuestros actos sobre las demás
personas – vengan de donde vengan y sin establecer diferencias- puede convertirse
en una estrategia de resistencia de las personas socializadas en el paradigma
de la igualdad contra la subordinación y la explotación de unos países
sobre otros, unos hombres sobre otros y los hombres sobre las mujeres.
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