sábado, 2 de noviembre de 2013

ANÁLISIS GLOBAL Y ACTUACIÓN COTIDIANA FRENTE A LA SUBORDINACIÓN Y LA DESIGUALDAD

nuevatribuna.es | 01 Noviembre 2013 - 16:55 h.
Todo sistema de dominación necesita legitimarse. Ello era especialmente conveniente en momentos en los que la subordinación y la desigualdad estaban puestas en tela de juicio, pero ahora campan a sus anchas porque la dinámica es la contraria.
Desde la ilustración la igualdad ha servido de principio regulador y articulador de la sociedad moderna. La referencia ética a la igualdad orientaba todas las relaciones sociales, pero la crisis sistémica actual está poniendo estos valores en entredicho. Y por ello, hoy más que nunca hay que aferrarse a viejos y sólidos principios que impidan la consolidación, nuevamente, de la subordinación y la desigualdad como paradigma dominante.
Cuando la brecha social se agranda y cada cual se pertrecha “para que a mí no me toque” - como si la impermeabilidad social lo permitiera y si cerrando los ojos como niñas pudiéramos evitar que la tormenta no nos arroyara- se hace más necesario que nunca proclamar la unidad y luchar colectivamente contra la desigualdad. Una desigualdad que cada vez arrastra a más colectivos.
Decía Emilio Jurado hace unos días que “se está dando un proceso de traslación de la renta de las capas populares a una selectiva minoría, lo que agranda la brecha social hasta convertirla en una sima inabordable que divide definitivamente la estructura social de los países y aún de continentes enteros.  El volumen de los perdedores es una legión creciente que va acogiendo más y más números y casos. A los inadaptados originales les siguieron los trabajadores descualificados. A éstos vinieron a unirse trabajadores cualificados pero con habilidades obsolescentes, después todo tipo de trabajador sujeto a nómina, más tarde estudiantes, investigadores”. Y, a estos que ahora coyunturalmente se extiende debemos añadir a las personas que estructuralmente han debido luchar constantemente contra la subordinación, la dominación y por la igualdad de derecho. En este grupo colocaría a las mujeres y a la población inmigrante. Y hoy es de esta última de la que quiero hablar y no por ello me olvido de las mujeres, porque las mujeres inmigrantes están travesadas por una discriminación múltiple que hace de ellas sujetos invisibles hasta para el activismo político. Como reconocen en el libro ¿Qué hacemos con las fronteras?: “la invisibilidad de las mujeres migrantes no es solamente un problema teórico. Buena parte de los movimientos sociales construidos en torno a la lucha contra las leyes de extranjería y la solidaridad con la población migrante no han  desarrollado estrategias para tejer vínculos específicos con ellas. Es significativo que una de las más valiosas expresiones de solidaridad haya sido el movimiento articulado alrededor de la experiencia de despenalización del top manta (caso en que los migrantes son en su totalidad hombres)”.
Como aprendiza del maestro Durkheim, entiendo la sociología como consejera de políticas prudentes y por ello, ante la tristeza que nos embarga por la muerte por deshidratación de 52 niños, 33 mujeres y 7 hombres en el desierto de Níger o por la de cerca de trescientas cincuenta personas de Lampedusa víctimas del sistema y ante la obscena política migratoria europea, prefiero practicar la proactividad y plantear tentativamente una alternativa. Y esta se sitúa en el marco teórico y práctico de los discursos y se dirige a las personas que están por romper la inercia segmentadora y trabajar por un mundo más vivible para todas las personas que pueblan el planeta.
Como no hay nada más práctico que una buena teoría, y la posición de subordinación social no nos ofrece muchas posibilidades, una alternativa sería utilizar la performatividad del lenguaje y empezar por definir marcos de pensamiento inclusivo que rompan con el discurso económico dominante y apuesten por lógica de la vida y el cuidado de las personas.
Pensar globalmente paraliza. Siria, Lampedusa, Niger, Marruecos, Rumanía, China, etc.. son escenarios que se nos dibujan lejos de nuestra posible actuación. ¿Qué podemos hacer desde aquí si los acontecimientos se producen a miles de kilómetros y bajo competencias “ajenas”? Pues podíamos empezar por desactivar estructuras mentales inconscientes que mueven nuestros comportamientos y nos impiden atender a la racionalidad de nuestros intereses e incluso nos llevan a no observar cierta información de esta realidad global.
En este mundo los acontecimientos tienen diferentes expresiones en función de los países - de origen y destino-  pero están atravesados por la lógica del capitalismo-patriarcal guiado por la búsqueda del beneficio y la rentabilidad. Así, mientras algunas nigerianas mueren de cansancio, hambre y sed en el desierto abrazadas a sus hijos, otras son víctimas de la trata y padecen en nuestro suelo la explotación sexual y física  de los traficantes y los clientes que  “las consumen”. Por tanto, romper “los archivos” mentales en los que encuadramos en nuestra mente los acontecimientos y analizar el fenómeno de la inmigración a través de reconstruir íntegramente las trayectorias emigrantes puede ser unaposible fórmula para dinamitar ese paradigma de la desigualdad que, me temo que poco a poco, se quiere implantar. La situando de la inmigración no la podemos contemplar más que como un continuo que responde a lasdinámicas que generan el proceso de acumulación capitalista-patriarcal.

La estrategia de vaciar algunos territorios para sobrepoblar otros ya lo recordó Marx en su análisis de las migraciones irlandesas en el siglo XIX y en los últimos años estamos asistiendo al abandono de la población campesina de sus tierras. Comunidades que vivían de la pesca o de la agricultura se han visto impulsada a abandonar sus territorios, en algunos casos porque estas zonas han sido reconvertidas a instalaciones turísticas. El beneficio prima sobre las personas y como en los casinos “la banca siempre gana”. El placer de unos se hace a costa del dolor y la muerte de los “otros”. Las poblaciones de los países pobres así se convierten en objetos de consumo para las personas pudientes de los países ricos, y ante esto ¿cómo podemos pensar que no podemos hacer nada? Si funciona la trata con fines de explotación sexual de mujeres y niñas nigerianas es porque hay una demanda de la misma.  Y aunque este es un ejemplo ¿todavía pensamos que desde aquí no podemos hacer nada? Politizar el cotidiano y asumir la responsabilidad de nuestros actos sobre las demás personas – vengan de donde vengan y sin establecer diferencias- puede convertirse en una estrategia de resistencia de las personas socializadas en el paradigma de la igualdad contra  la subordinación y la explotación de unos países sobre otros, unos hombres sobre otros y los hombres sobre las mujeres.

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