31 de octubre de 2013
“Se garantiza el
secreto de las comunicaciones y, en especial, de las postales, telegráficas y
telefónicas, salvo resolución judicial”
(Constitución Española, artículo 18.3)
“El que, para descubrir los secretos o
vulnerar la intimidad de otro, sin su consentimiento, se apodere de sus
papeles, cartas, mensajes de correo electrónico o cualesquiera otros documentos
o efectos personales o intercepte sus telecomunicaciones o utilice artificios
técnicos de escucha, transmisión, grabación o reproducción del sonido o de la
imagen, o de cualquier otra señal de comunicación, será castigado con las penas
de prisión de uno a cuatro años y multa de doce a veinticuatro meses”
(Código Penal, artículo 197.1)
Estados Unidos ha espiado a sus aliados, que es el eufemismo que se usa
ahora para denominar a los gobiernos títeres. Parece que en España el objeto
principal del espionaje era, como en la mayoría de los gobiernos europeos, de
carácter empresarial: es decir, el gobierno estadounidense espiaba lo que
nuestros gobiernos hacían con las grandes empresas españolas y se supone que
con ello daban información privilegiada a las empresas estadounidenses para que
fueran más competitivas. Un ejemplo de la indisoluble unidad entre gobiernos y
grandes empresas aquí y allí: nada nuevo, es el capitalismo con o sin disfraz
democrático.
Si tuviéramos un gobierno que se creyera la pregonada defensa de la
Constitución estaría montando un estupendo follón internacional, dado que un
gobierno extranjero habría violado en territorio español nuestra Carta Magna. Y
no en un apartado cualquiera sino en un artículo ubicado dentro de los derechos
fundamentales y las libertades públicas. Si no se puede perseguir penalmente a
los autores de tal violación de derechos fundamentales (que lo desconozco), sí
se podría reaccionar política y policialmente. La obligación del gobierno (que
juró ante Biblia y crucifijo cumplir y hacer cumplir la Constitución) sería,
como mínimo, haber mandado a la policía a cerrar la oficina que la NSA y la CIA
tienen en Madrid desde el gobierno de Aznar.
Cada día parece más evidente que los derechos fundamentales (y los derechos
sociales) son el MacGuffin de
la Constitución: un instrumento de guion para distraernos mientras nos cuelan
el meollo de la historia, la monarquía y la unidad de España, que es en lo que
ha quedado la Constitución de 1978.
Más que una violación grave (y evidentemente ilegal) de derechos humanos
parece que EEUU haya cometido una travesura, que no afecta tanto a los derechos
violados como a la confianza. Esto no se hace entre aliados, escuchamos por
doquier.
No nos vamos a escandalizar ahora porque el gobierno de EEUU viole derechos
humanos. Es la práctica que ha seguido para consolidar su hegemonía mundial.
Asesinatos, golpes de Estado, campos de concentración, vuelos de la CIA,
invasiones, bombardeos… y, vale, también violación del secreto de las
comunicaciones. No les puede escandalizar a quienes han acompañado a EEUU en
todos esos crímenes un delito más. Si éramos aliados con todo eso, quedaría un
poco raro que ahora pasemos de una simulación de sorpresa.
Si de verdad nos importara lo de la legalidad y los derechos humanos no nos
preocuparía a quién espía EEUU sino que EEUU espíe. Leo a Javier Solana que
“al espiar aliados se pierde el sentido de la legitimidad”; no sé muy bien qué
significa el sentido de la legitimidad; no sé si da por hecho que la
legitimidad la perdieron hace tiempo o que ni esto les hace perder legitimidad;
tampoco sé a qué legitimidad se refiere; pero es Javier Solana. Lo interesante
es que parece que por ser aliados, esto es súbditos, no deberían violar
nuestros derechos. Como si los países que han decidido ser soberanos supieran
que el precio a pagar es ser pisoteados por EEUU sin que eso menoscabe el
sentido de la legitimidad. Parece que EEUU podría legítimamente (o al
menos con sentido de la legitimidad) violar las comunicaciones de Venezuela,
Ecuador, Bolivia, Cuba… (que, por cierto, no salen en las listas de países
espiados, como si hubiera un espionaje en A y otro en B y estuviéramos conociendo
la lista B). Es todo un retratito: avala la violación de derechos y sólo pide
que a cambio de nuestra continua humillación y comprensión (cuando no
colaboración) con los crímenes de Washington se disimule un poco. Porque además
lo que está mal no es que nos hayan espiado sino que se haya sabido: por eso
estos gobiernos que se dicen enfadados no conceden asilo político a Snowden e
incluso agredieron a Evo Morales impidéndole volar a su país al sospechar que
llevaba a Snowden en su avión.
El caso del espionaje está revelando con más claridad la humillación de
nuestros gobiernos títeres en una patética interpretación de dignidad que de
las formas usadas por Estados Unidos, que ¿han sorprendido a alguien?
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