02 octubre
2013
Antonio Antón
Profesor honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid
Profesor honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid
La
reforma del sistema de pensiones propuesta por el gobierno del PP supone un
recorte medio del total a percibir por las nuevas pensiones públicas
contributivas del 15,6%, en los próximos veinte años y respecto de los derechos
actuales. Para el año 2033, el impacto de la reducción producida por el llamado
factor de sostenibilidad –FS- será del 9,3% y la del factor de revalorización
anual –FRA- del 22%.
Por
tanto, calculando la media de 20,17 años de esperanza de vida en que
permanecerán en el sistema los jubilados con 65 años en el 2014, la pensión de
su último año se habrá recortado hasta el 31,3%, desde el probable 1,25% del
primer año. Como la disminución es progresiva, el conjunto de las prestaciones
percibidas, durante la permanencia del pensionista en el sistema, se verán disminuidas
en el señalado 15,6%.
Las
personas jubiladas en este año 2013, a las que no se aplicaría el FS, tendrían
una rebaja media del total de sus percepciones del 11% (el 22% al final del
periodo), y una media del 5,2% las que se jubilaron hace diez años (2003) y
sean baja en el sistema en 2023, año en que cobrarían el 10,5% menos.
En
todo caso, según sea la inflación y la voluntad gubernamental, con la
aplicación de este proyecto se puede deducir una disminución del total global
de las pensiones contributivas que se inician a partir de 2014, en una
horquilla entre el 12% y el 27%, según se explica más adelante. Ese mínimo es
inferior para los pensionistas actuales, anteriores a la norma, y el máximo es
superior para los que se jubilen en las décadas de los años veinte y treinta,
que no entramos a detallar.
Por
tanto, respecto de sus derechos anteriores, el poder adquisitivo de las
personas jubiladas va a disminuir en ese porcentaje medio. Nos centramos,
primero, en clarificar los datos, con distintas variables y una interpretación
sociológica rigurosa, y segundo, en comentar el impacto sociopolítico,
especialmente la pugna por la deslegitimación social de esta fuerte medida
regresiva y el condicionamiento del rechazo ciudadano.
Fuerte
reducción global de la protección a la vejez
La
reducción global de las pensiones públicas previstas, como se decía, se derivan
del impacto de los dos factores aprobados por el Gobierno en su proyecto de
reforma: Factor de revalorización anual -FRA-, y Factor de sostenibilidad –FS-
(llamado Factor de equidad generacional o FEI por el Comité de Expertos).
Respecto
del primero aquí se utiliza la previsión de un recorte anual del 1,25% de poder
adquisitivo, aunque luego se explican los resultados de una horquilla entre el
mínimo declarado oficialmente del 0,75% (subida del 0,25% con una inflación del
1%, o un incremento del 1% con una inflación del 1,75%) y el máximo del 2,25%
(aumento del 0,25% con una inflación del 2,5%, o hasta el 3% si el incremento
fuera del 0,75%). El Gobierno solo garantiza un mínimo de 0,25% de
revalorización anual con su previsión de inflación para el año 2014 del 1%,
completamente infravalorada. En los Presupuestos Generales para el próximo año,
el Gobierno propone una reducción del 0,75%, porcentaje que contempla hasta el
año 2019. Esa previsión no tiene credibilidad y es un engaño para evitar el
descontento ciudadano ante el fuerte impacto del recorte.
La
cuestión es que, en el caso probable de aumento de la inflación por encima de
ese dato, el proyecto gubernamental no garantiza la compensación de las
pensiones por la diferencia con el IPC real, como ocurría con la norma anterior
que garantizaba su revalorización. Hay que recordar que en el año 2011 el
Gobierno socialista congeló las pensiones con una pérdida de capacidad
adquisitiva de 2,9 puntos porcentuales, que en el año 2012 el Ejecutivo de la
derecha subió un 1% solo a las pensiones de menos de mil euros, con una merma
media del 2,4 puntos (1,9 las de menos de mil euros y 2,9 las de más) y está
por ver las décimas perdidas en el año 2013 (por la subida del 1%, sin
revalorizar a fin de año con una probable inflación del 1,3%). O sea, estos
tres años acarrearían ya una pérdida media en torno a 5,6 puntos.
El
propio Plan de Estabilidad del Gobierno remitido a Bruselas adopta una
previsión de inflación del 1,5% para el año 2014 (y del 1,7% para el año 2015,
por lo que de mantener ese 0,25% la merma sería del 1,45%, no del 0,75%
previsto); aunque no hay que descartar que para el año 2016, cuando se decida
el porcentaje en vísperas de las elecciones generales previstas para noviembre
de 2015, el Ejecutivo proponga un incremento superior o se atenga a ese recorte
‘oficial’ del 0,75%.
Aquí,
dejando de momento al margen la capacidad sociopolítica ciudadana para echar
abajo estos planes de la derecha, se toma este indicador oficial del 1,5% de
inflación para señalar que la voluntad política inicial del Gobierno,
realmente, está más cerca de tratar de imponer una rebaja del 1,25%, que hemos
tomado como referencia.
Pues
bien, con las proyecciones hasta el año 2022, el total detraído a los
pensionistas en el periodo de estos nueve años es de 54.060 millones de euros
(en vez de los 33.000 que dice el Gobierno): 6.095 millones por la
‘sostenibilidad’ (FS) y 47.965 por la ‘menor revalorización anual’ (FRA). En
ese año 2022 la rebaja anual alcanzaría el 1,2% del PIB (a euros constantes).
Si
contemplamos el impacto hasta el año 2033, el periodo completo de permanencia
media en el sistema de los jubilados en 2014, el importe total que se reduce
del gasto en pensiones en los próximos veinte años es de 263.000 millones de
euros (73.000 por el FS y 190.000 por el FRA), llegando ese año hasta más de
33.000 millones, el 3,3% del PIB.
Con
el actual proyecto del Gobierno, el impacto más probable es este recorte
global. No obstante, hay que contemplar otras variables económicas y políticas.
Entre las primeras está la evolución económica, con un relativo estancamiento o
leve crecimiento económico en los próximos años (al menos cinco según instituciones
internacionales), deflación de salarios y consumo e inflación más limitada. En
todo caso, se puede valorar una inflación de una horquilla entre el 1% y
el 2,50%, considerando que la inflación prevista en la eurozona es del 2% y que
en España, en los últimos diez años ha sido del 2,5% (y el 2,9% en los últimos
catorce años). En ese sentido, de mantenerse el incremento del 0,25% supondría,
en el primer caso, una rebaja del 0,75% anual, que es la previsión del Gobierno
para los próximos años, y en el segundo caso, el 2,25%.
Siguiendo
con la elaboración propia, con el primer pronóstico de una pérdida de poder
adquisitivo anual medio del 0,75%, el total de reducción del gasto en
pensiones, hasta el año 2033, sería de 246.000 millones (79 mil del FS y 167
mil del FRA). Con el segundo pronóstico de una rebaja anual media del 2,25%, el
impacto distributivo sería de nada menos que de 737.000 millones (237 mil del
FEI y 500 mil del FRA). En ese año 2033 y tras los veinte años de cobro de la
pensión, los jubilados en 2014, cobrarían una paga mensual recortada, respecto
de sus derechos anteriores, entre un 24,3%, en la primera hipótesis, y un
54,3%, en la segunda.
Si,
además, consideramos que la pensión media de jubilación en el Régimen General
es el 66% del salario medio (el conjunto de pensiones de jubilación se quedan
en el 56%), ese nuevo recorte de los derechos de protección a la vejez, va a
producir un empobrecimiento generalizado y progresivo entre las personas
ancianas. Pero también afecta a las condiciones futuras de inseguridad y menor
protección de las actuales generaciones activas.
Por
otro lado, existe una significativa desigualdad por sexo y por cuantía de la
pensión. Con los últimos datos disponibles de la Seguridad Social, las
pensiones de jubilación son las siguientes: muy bajas (menos de 800
euros) para el 55,9% (42,5% de hombres y 79,5% de mujeres); bajas (entre
800 y 1.200 euros) para el 16,5% (20,7% de hombres y 9,1% de mujeres); medio
bajas (entre 1.200 y 1.600 euros) para el 11,3% (14,7% de hombres y 5,3% de
mujeres, y medias (más de 1.600 euros) para el 16,3% (22,1% de hombres y
6,0% de mujeres). Es decir, el 72,4% de las personas jubiladas (59% de varones
y 90,2% de mujeres) tienen una prestación baja o muy baja, inferior a 1.200
euros, con un fuerte sesgo de género. En la pensión de viudedad, en que un
92,9% son mujeres, la distribución es la siguiente: muy bajas, 81,7%; bajas,
13,2%; medio-bajas, el 5,1%, y medias el 0,1%. Vemos la penuria
en que se encuentran esa gran mayoría de más del 80% de viudas (aunque una
parte puede acumular otra pensión o ingresos).
Por
último, hay que mencionar que los efectos de empobrecimiento de este proyecto
del Ejecutivo de Rajoy se acumulan a los de la anterior y vigente reforma
aprobada por el Gobierno de Zapatero-Rubalcaba, con la que según ellos mismos,
cuando se aplicase completamente, se recortaba el gasto social previsto en
35.000 millones (un 3,5% del PIB) anuales. La estimación es de una rebaja de la
pensión media de un 20%, respecto de los derechos anteriores. Por ello, los
firmantes de aquella reforma, también deberían cuestionarse, al menos, la
medida más impopular adoptada, la ampliación de la jubilación a los 67 años, a
la que, según encuestas de opinión, se opone el 76% de la población. Su firma y
aval les produjo una evidente deslegitimación social y supone un relevante deterioro
de su credibilidad social para promover las garantías y la suficiencia de las
pensiones públicas. No obstante, es positiva su reorientación actual y la
necesaria oposición de todos, de forma unitaria, a estos planes regresivos de
la derecha.
Deslegitimación
de los recortes sociales
El
plan del Ejecutivo de la derecha, amparado por la política liberal conservadora
dominante en la UE, está enmarcado en su política de austeridad y recortes de
los derechos sociolaborales y servicios públicos; se basa en el supuesto falso
de la insostenibilidad del sistema público de pensiones, y apuesta por la
reestructuración regresiva del Estado de bienestar (según el propio Mario
Draghi, presidente del Banco Central Europeo, el Estado de bienestar europeo o
modelo social es ‘insostenible’). Aparte del empobrecimiento masivo y la
inseguridad y desprotección pública ya aludidos, el resultado es la mayor
subordinación y dependencia para las capas populares, especialmente las más
desfavorecidas, la prolongación de la crisis por el retraimiento del consumo y
el refuerzo de los privilegios para el sistema financiero con el desarrollo de
fondos privados de pensiones –para las clases medias acomodadas que pueden
realizar un sobreesfuerzo financiero-. Se trata de una gran ofensiva del poder
político y económico en la fuerte pugna distributiva, con deterioro en el nivel
de cohesión social y solidaridad de nuestra sociedad y la calidad democrática
de sus instituciones. Las dificultades reales de suficiencia financiera se
deben resolver con un pacto distributivo, basado en el incremento a corto,
medio y largo plazo de los ingresos del sistema, incluyendo la creación de
empleo, los aumentos de los salarios medios y bajos (bases de cotizaciones) y
la corresponsabilidad del Estado.
Todo
ello, incluida la crítica al discurso legitimador basado en el determinismo
económico y demográfico, se aborda en profundidad en otros documentos como el
de diecisiete economistas y juristas, titulado “En defensa del sistema público
de pensiones”. Por mi parte, lo explico en el reciente libro “Ciudadanía
activa. Opciones sociopolíticas frente a la crisis sistémica”, ed. Sequitur.
En
definitiva, esta profunda y regresiva reforma del sistema público de pensiones
es un paso clave en la política dominante de austeridad, la prolongación del
desempleo y la continuidad de los recortes sociales y laborales. Supone una
disminución drástica de su capacidad adquisitiva, respecto de los derechos
anteriores. Conlleva el empobrecimiento masivo para uno de los sectores más vulnerables,
los ancianos. Se reduce el compromiso institucional de protección pública
suficiente ante el riesgo de la vejez y se individualiza y privatiza
parcialmente la cobertura de la protección social.
Lejos
de la pretensión gubernamental de su justificación y su intento de legitimación
como sacrificio necesario para salir de la crisis, este plan evidencia un
deterioro de la protección pública de pensionistas y población trabajadora.
Junto con otras realidades sociales (persistencia del paro masivo, deflación
salarial, deterioro de la educación y la sanidad pública, menor cobertura al
desempleo, desahucios…), la importancia de este mayor empobrecimiento y
vulnerabilidad de los actuales y futuros pensionistas incrementa la gravedad de
la desigualdad social. La mayoría de la ciudadanía tiene claro su rechazo y el
Gobierno de Rajoy se enfrenta a un proceso de deslegitimación social, con el
impacto de su desafección electoral que ya se ha iniciado. A pesar de su
ofensiva discursiva y mediática y de su intento de ofrecer un panorama irreal
de comienzo de salida positiva de la crisis o de embellecimiento de su gestión,
no puede esconder esa realidad social de empobrecimiento, incertidumbre y
retrocesos sociales y laborales. Tampoco puede evitar el desacuerdo de la
mayoría ciudadana con su política de ajustes y recortes sociales.
Por
poner un ejemplo. Según el Estudio 2930 del CIS, publicado en enero de 2012, a
la pregunta ¿Cuánto le gustaría que se gastara, aunque hubiera que subir
impuestos?, para ‘pensiones’ contestan “Mucho o Mucho más”,
el 63,8% (Lo mismo, el 30%, y Menos y Mucho menos, el
2,9%). Pero si aludimos a ‘sanidad’ las respuestas son, respectivamente, 71,8%,
22,2% y 3%; y sobre ‘educación’, todavía el apoyo es mayor: 73,9%, 20,1% y
2,1%. Están claras las preferencias mayoritarias de la población y su cultura
de la justicia social o la defensa de los derechos sociales y servicios
públicos.
Las izquierdas sociales y políticas y el conjunto de
fuerzas y grupos progresistas tenemos un gran desafío por delante: paralizar
esta reforma con una fuerte contestación social. Evidentemente, frente al
descrédito ciudadano, el Gobierno del PP va a maniobrar con mayor ofensiva
propagandista combinada con algunas concesiones parciales. Su voluntad
política, con su mayoría absoluta en el Parlamento y el apoyo del poder
financiero, y la presión económica e institucional de la UE, el BCE y el FMI,
hacen difícil que dé marcha atrás. Por eso es más imprescindible profundizar el
rechazo ciudadano, ampliar la máxima participación en las movilizaciones
convocadas contra este proyecto de ley y los recortes sociales, entre ellas la
promovida por sindicatos y la Cumbre social. Se trata de deslegitimar la
actuación gubernamental de la derecha, activar a la ciudadanía con un
compromiso social de derogar esta norma, desandar el camino de los recortes
sociales y promover el empleo decente y una mejor democracia. La presión en la
calle y la participación en las urnas, en las siguientes convocatorias
electorales, podrá permitir desalojar a la derecha del amplio poder
institucional que mantiene y abrir otro horizonte de refuerzo del Estado de
bienestar y una democracia más social y participativa.
Fuente: www.publico.es
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