SCIAMMARELLA
Se cuenta que al llegar a La
Moncloa Mariano Rajoy
se hizo instalar en el iPad una aplicación para seguir al minuto la evolución
de la prima de riesgo. Vivía obsesionado con la evolución del diferencial de la
deuda española con respecto a la alemana. No quiso tener un vicepresidente
económico y casi todas sus energías estaban dirigidas a controlar esos datos
macroeconómicos, mirando de reojo la opción de pedir un rescate global a
Bruselas.
Hace un año, el presidente del
Gobierno se fue de vacaciones con la sombra de ese rescate que en Europa y en
España se daba por seguro, con las consecuencias del rescate parcial
para la banca que había solicitado en mayo y con una prima de riesgo
muy por encima de 500, un nivel insostenible para la economía española. En
septiembre de 2012 Rajoy empezó el curso político bajo el signo de la
incertidumbre económica y, por eso, limitó al máximo su agenda exterior.
Ahora, ha pasado las vacaciones e
iniciará el curso con la prima de riesgo en 250 puntos, sin necesidad de
utilizar la aplicación de su tableta. La palabra rescate ha desaparecido de la
agenda política y hay algún indicio de que la recesión ha tocado fondo. Pero
tiene un lastre que escapa a su control: su prima de riesgo ahora tiene el
nombre de su extesorero. Si existiera, Rajoy pediría que le instalaran una
aplicación para conocer los movimientos (y pensamientos) de Luis Bárcenas
en la cárcel de Soto del Real.
Ni la comparecencia
del presidente en el Congreso el 1 de agosto ni las declaraciones
ante el juez de la secretaria general del PP, María Dolores de
Cospedal, y dos de sus predecesores han servido para calmar las
aguas turbulentas del caso. Todo ha ido incluso a peor en lo político, porque
en la comparecencia de Rajoy quedaron puntos oscuros o incompatibles con los
hechos conocidos (como su relación con el extesorero tras conocerse su cuenta
en Suiza) y porque la declaración de Cospedal, Javier Arenas y Francisco
Álvarez-Cascos ante el juez abrió heridas internas en el PP y reabrió otras que
se creían cicatrizadas. Ni la comparecencia en el Congreso ni las de la
Audiencia Nacional han zanjado políticamente el asunto, como pretendía el PP al
inicio de agosto.
Hace un año la amenaza era el rescate; ahora está en la
cárcel de Soto
Sin prima de riesgo que le amargue
pero con la incertidumbre sobre Bárcenas, Rajoy se incorpora mañana a su
despacho y deberá afrontar el inicio del curso con su credibilidad minada tras
casi dos años en La Moncloa, según evidencia cada sondeo de Metroscopia para EL
PAÍS. Su rescate ahora no viene de Europa, sino de un grupo parlamentario muy
sólido en el que, gracias a la mayoría absoluta, no hay casi fisuras. Le blinda
la falta de un mecanismo parlamentario de exigencia de responsabilidad al
presidente.
El PP asegura que, sin la presión
de una exigencia unánime de comparecencia como se produjo en julio, no solo no
teme una hipotética moción de censura sino que entiende que ahora sería muy
negativa para Alfredo Pérez
Rubalcaba y acabaría definitivamente con su liderazgo en el PSOE. El
argumentario del PP y el Gobierno, en la línea marcada por Rajoy en el
Congreso, se esfuerza en sobreactuar para presentar el caso como un ataque de
Rubalcaba, buscando recuperar la cohesión de los populares frente al adversario
exterior. Esa estrategia apunta a un inicio de curso de fuerte confrontación
entre el Gobierno y el principal partido de oposición. El PP busca recuperar
una fidelidad de voto que ahora está en una cifra récord (por baja) del 35%,
según Metroscopia, por el desencanto de los suyos.
El Gobierno ha querido remarcar en verano la imagen de
normalidad
El curso que se inicia tiene la
notable peculiaridad de ser el que abre la segunda parte de la legislatura, la
que Rajoy diseñó para recoger los frutos e intentar recuperarse del enorme
desgaste de dos años de recortes. A finales de este año, por ejemplo, el
presidente tendrá lista la propuesta de reforma fiscal que entrará en vigor en
2014, pero que el Gobierno espera rentabilizar políticamente en los próximos
meses.
En ese tránsito hacia la nueva
etapa surge la posibilidad de cambios en el Gobierno y en el partido. A la
pregunta de si los habrá a la vuelta del verano, los ministros y dirigentes del
PP consultados responden inclinados hacia el no, apoyándose en la reconocida
trayectoria de Rajoy y porque esos cambios ahora podrían interpretarse como un
reconocimiento de responsabilidades más allá de las aceptadas en el Congreso el
1 de agosto. Pero casi todos ellos añaden que serían necesarios y convenientes
para retomar la iniciativa política ante el inicio de la segunda mitad de la
legislatura.
También por la necesidad de soltar
lastre de dirigentes especialmente quemados por el caso Bárcenas, como Javier Arenas, o de ajustar
la estructura para evitar la sobreexposición de Dolores de Cospedal, a falta de
un portavoz habitual en el partido. Pero todos vuelven a la premisa: Rajoy no
suele dejar a nadie tirado y la lógica y la cadencia de sus tiempos políticos
no coincide con la del resto de los mortales.
En el horizonte está la opción del
ministro Miguel Arias
Cañete como posible candidato en las elecciones europeas de junio,
que le obligaría a salir del Gobierno unos meses antes. Y la necesidad de
impulsar al PP en Andalucía con un candidato nuevo ante la eventualidad de
elecciones anticipadas tras el abandono
de José Antonio Griñán. Tan relevante es la influencia de Bárcenas
en la agenda política y en los pasos de Rajoy, que los ataques del entorno del
extesorero a Alberto
Ruiz-Gallardón culpándole de parte de sus males han blindado
probablemente al ministro de Justicia, si es que alguna vez se le pasó por la
cabeza al presidente la idea de sacarlo del Gobierno. Y está latente el recelo
que provoca en el PP que la número dos del Ejecutivo, Soraya Saénz de
Santamaría, se esfuerce en quedar al margen del caso, dejando para
otros la labor de defensa de Rajoy y preservándose del escándalo. Es casi la
única que sale indemne.
Pese a todo, el Gobierno se ha ido
este año de vacaciones y, además, ha querido que se sepa. La idea, según un
ministro, es aparentar normalidad, que se note que el caso Bárcenas
no altera el pulso del Ejecutivo. El año pasado los ministros solo tuvieron dos
semanas de vacaciones, con orden de permanecer en España ante el temor de un
rescate.
Ahora, significativamente, los
ministros económicos han sido los más discretos durante el verano. No se ha
hablado de economía, con la única excepción mínima del titular de Industria,
José Manuel Soria, y ayer fugazmente el de Economía, Luis de Guindos; y eso que
los datos empiezan a ser prometedores o, al menos, parece que la recesión ya ha
tocado fondo. Solo ha roto la monotonía del verano del Gobierno el asunto de
Gibraltar, sobre el que han hablado el titular de Exteriores y el de
Interior, José Manuel García-Margallo y Jorge Fernández, respectivamente, pero
jugando a favor de opinión pública. Habrá Consejo de Ministros el día 30.
En el PP, el planning de
guardias semanales de sus dirigentes quedó distorsionado por la declaración
ante el juez Pablo Ruz de los secretarios generales. Cerrará los turnos esta
próxima semana el número tres del partido, Carlos Floriano. El
argumentario de los populares, además de la citada referencia a Rubalcaba,
incluye el intento de transmitir la idea de que el proceso penal que instruye
Ruz está cerca de su final. Durante todo agosto, desde el PP se ha dejado caer
que en otoño podría producirse el archivo de la causa, sin más base real que la
necesidad de aparentar tranquilidad.
El PP pasa al ataque y no rehuirá la confrontación con
el PSOE
Pero el curso empezará como terminó
el anterior, se vuelve a la casilla de salida, pero con mucho más desgaste. Esa
apariencia de normalidad que se busca chocará con la realidad política la
próxima semana, cuando el martes 27 el caso Bárcenas vuelva a la
diputación permanente del Congreso. De nuevo todos los partidos, salvo el PP,
recuperarán la posición crítica contra Rajoy y dejarán claro que su
comparecencia no zanjó el asunto. Incluso CiU, que fue el partido que mantuvo
una posición más tibia, parece dispuesto a volver a pedir explicaciones al
presidente del Gobierno.
La siguiente etapa podría ser la
votación que pretende forzar el PSOE en el Congreso para reprobar a Rajoy
por sus supuestas mentiras sobre Bárcenas. Sería la primera vez que se votara
en democracia la reprobación de un presidente del Gobierno, siempre que el PP
no la bloquee. El PP explica que tiene intención de no rehuir ya la
confrontación sobre el asunto, dando por enterrada la etapa en la que ni se
mencionaba el nombre del extesorero.Sí tiene dudas sobre si admitirá a trámite
la iniciativa en la Mesa del Congreso, porque ya hay dos mecanismos
constitucionales para forzar el cese del presidente: la moción de censura y la
cuestión de confianza.
Al ecuador de la legislatura el
Gobierno de Rajoy llega con casi todos los frentes de confrontación política
abiertos. Empezando por la reforma educativa en trámite, que llevará el próximo
miércoles al Congreso al contestado ministro José Ignacio Wert para hablar de
las becas.
El martes todos los grupos volverán a pedir
explicaciones en el Congreso
En las próximas semanas, además, el
PP quiere abrir formalmente los contactos con el PSOE para la renovación del Consejo General
del Poder Judicial. Este proceso aplica por primera vez la reforma
de Alberto Ruiz-Gallardón, que solo apoyaron los populares y que supone cambiar
el modelo del Consejo y abrir la puerta a una renovación parcial en el Senado,
solo con los votos del PP, si no hay consenso. A priori, la intención de
Rubalcaba es dejar a salvo las instituciones y, por tanto, abrir la puerta a
esa negociación a pesar de la ruptura de
relaciones con el PP que anunció en julio. En manos de Gallardón
está también el impulso de la polémica reforma de la ley del aborto, que cuenta
con las reticencias de un sector del PP y del Gobierno.
Como consecuencia del caso
Bárcenas, el Gobierno tiene intención de centrar parte de su agenda de
septiembre en las medidas
anticorrupción que reiteradamente ha anunciado Rajoy desde febrero
sin que se hayan concretado hasta ahora. A diferencia de lo que ocurrió en el
inicio del anterior curso político, Rajoy arrancará esta vez con una agenda
cargada de viajes internacionales. En otoño se desplazará, entre otros, a San
Petersburgo y Buenos Aires. No irá al Foro España-China que se celebrará el 12
de septiembre en Pekín. La razón oficial es la agenda de los dirigentes chinos,
pero el resultado es que así el presidente estará en España cuando el 11 de
septiembre se celebre la Diada en Cataluña, que este año, según la previsión de
La Moncloa, será especialmente tensa y difícil. Ese mismo día se producirá la
primera sesión de control al Gobierno en el Congreso, con seguras referencias a
Bárcenas en las preguntas de la oposición y a la independencia de Cataluña en
las de CiU y ERC. Los dos asuntos que ocuparán a Rajoy en septiembre.
Fuente:
www.elpais.com
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