30 de Agosto
de 2013 - José Enrique Centén Martín
El mejor
“lobby” de la historia sin dudarlo es, la Iglesia Católica, se inicia con la
desaparición del Imperio Romano con Teodosio I (casualidad de la vida, nació en
Hispania) cuando el 27 de febrero del año 380 declaró el
cristianismo única religión imperial legítima. Prohíbe los Juegos Olímpicos por
paganos en el 393 influenciado por el obispo de Milán, Ambrosio (340-395),
primer cristiano en conseguir que se reconociera el poder de la Iglesia por encima
del Estado demostrando así su autoridad frente al emperador, y poco a poco la
Iglesia influenció en todos los reinos que surgieron tras la caída del Imperio
debido a su única virtud, la paciencia.
España no
quedó al margen, desde el Concilio de Constanza siendo rey Juan II se
firma el primer Concordato entre el rey y la Iglesia Católica en 1418,
siendo varias veces renovado y mejorado a su favor a lo largo del tiempo, en
1737 con Felipe V, 1753 con Fernando VI, mejorado con Carlos III y Carlos IV, en
1814 con Fernando VII y con Isabel II en 1851. Se abolió entre 1931 y 1939 por
la laicidad de la II República, nuevamente renovado con la dictadura franquista
en 1939 debido al apoyo recibido por la jerarquía eclesiástica, siendo revisado
continuamente para mejorarlo en 1941, 1946, 1950, 1953, 1976 y en 1979 con la
nueva Constitución de 1978, un insulto a la
aconfesionalidad del Estado a su artículo 16.3 donde dice:
Ninguna confesión
tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas
de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de
cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones.
Este “lobby”
introducido en todos los estamentos políticos desde la antigüedad, con miembros
en la mayoría de los partidos políticos a los que recuerda en algunas ocasiones
la pena de excomunión por la aprobación de determinadas leyes escudándose en su
dogma, pero en realidad es evitar la merma de sus bienes económicos y
privilegios.
Según la Constitución, el Estado no puede
intervenir en el ámbito de las confesiones y las confesiones no pueden
interferir en el ámbito estatal. El España el Estado es fiel cumplidor en su no
intervención en el ámbito religiosa, pero la confesión católica está
continuamente presionando para abolir o penalizar prácticas por el mero hecho
de considerarlas herejes (dogmas u opinión diferente a la ortodoxia de su
religión), entrometiéndose en áreas que debería de competir únicamente al
Estado. Incluso abortando la revisión de los enormes privilegios sociales,
fiscales, políticos y administrativos que esta iglesia posee
desde 1418, con su legión
de acólitos en todos los estamentos de la nación chantajea al Estado
aconfesional para anular Leyes en contra al interés de la Iglesia, incluso
contraviniendo dogmas eclesiásticos como son los pecados capitales y sociales:
Sin tapujos reclaman
al Gobierno del presidente Rajoy medidas en el ámbito social y cultural. “Acuerdos
contrarios a la lógica democrática, ya que consolidan la casi omnipresencia de
la Iglesia Católica en instituciones y espacios que no son los suyos:
hospitales, ejércitos, ceremonias civiles, etc., sin olvidar su constante
intento de injerencia en las políticas sociales así como en el desarrollo
legislativo regulador de los derechos civiles, la moral pública, la
investigación, etc. Un poder de coacción moral incompatible con el pluralismo
ético y cultural de la sociedad española y con el ejercicio de las libertades
que consagra nuestra Constitución”.
Se oponen a la separación y el divorcio, pero tiene el Tribunal de Rota
donde únicamente acceden personas por un módico precio superior a seis cifras.
Exige la penalización
del aborto, aun en peligro de la madre o malformación del feto, entrometiéndose
en la libertad personal e individual de la mujer un organismo regido
exclusivamente de hombres, mientras calla en los recortes para ayudas a las
familias en guarderías sociales y la dependencia en general.
Están contra
investigación con células madre embrionarias. Aunque represente un avance para
salvar vidas.
Impone la asignatura
de religión (católica) en la enseñanza y la elección o destitución de los
maestros de religión (sin tener título oficial de maestros), pagados por
el Estado.
Callan por las
restricciones en la enseñanza pública, porque controlan la mayoría de las
escuelas privadas y subvencionadas.
Imponen 10 de los 14
días festivos del calendario español.
Y en los últimos 10
años ha conseguido apropiarse, por el sistema de inmatriculaciones, más de
4.500 propiedades públicas, entre ellas la Mezquita de Córdoba, con la
complicidad de los poderes públicos de este soterrado “lobby” en la mayoría de
los partidos políticos, propiedades que ha engrosado los más de 100.000
inmuebles que poseen en España
exentos del IBI al igual que los edificios públicos dedicados a seguridad
ciudadana (comisarías), servicios
educativos públicos (colegios) y penitenciarios (cárceles), o a la defensa
nacional (cuarteles), los inmuebles de la
Cruz Roja, las sedes diplomáticas de otros países y las estaciones de ferrocarril.
Sin contar las exenciones de impuestos de que goza la jerarquía católica en sus
miles de propiedades rústicas y urbanas, al margen de los incontrolados
ingresos por la venta de entradas en visitas a sus catedrales y centros
religiosos restaurados con dinero público.
La hipocresía de la
Iglesia Católica se demuestra desde hace seis siglos al incumplir de uno de los
7 pecados capitales recopilados y clasificados por Gregorio Magno (540-604).
La avaricia: “el
afán o deseo desordenado y excesivo de poseer riquezas para atesorarlas”.
Y en uno de los cinco pecados sociales
promulgados por Benedicto XVI el 17 de marzo del 2008, “no te
enriquecerás hasta límites obscenos a expensas del bien común”.
Es necesario proclamar la laicidad del
Estado como si fuese una nueva Reconquista, en este caso para la
abolición de los privilegios de la Iglesia Católica desde hace 600 años.
Eliminar la influencia religiosa donde los laicos diseñen, ordenen y
apliquen las leyes, usos y costumbres de una sociedad, dejando a los clérigos
solo el ámbito de sus organizaciones religiosas y cumplan con su ortodoxia y no
caigan en otro de los pecados sociales proclamados por Benedicto XVI, “no
provocarás la injusticia social”.
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