27.08.2013 – Matías Vallés
Nada queda al azar cuando se dilucida el futuro del
trono. La boda por amor entre Felipe de Borbón y Letizia Ortiz conllevó la firma de unas aparatosascapitulaciones matrimoniales, redactadas, como suele
decirse, por un prestigioso bufete de abogados con dos linajes enlazados y una
tilde en cada uno de ellos. En otras geografías preocupará la cláusula que, en
caso de ruptura del vínculo, sitúa a las hijas habidas en el
matrimonio a disposición del padre y de la corona, un punto que
ilustres juristas consideran absurdo y repudiable por los tribunales. En
Mallorca inquieta con más fuerza la disposición que otorga a la posible divorciada una residencia de verano,
dado que cabe la posibilidad, terrorífica para la huésped y la anfitriona, de
que se trate del palacio de Marivent o equivalente.
Si bien el contrato no contempla el comportamiento de
Letizia antes del nada deseable divorcio, la futura Reina se comporta como la
presidenta del comité de empresa de La Zarzuela. Veranear en Mallorca es un
trabajo, tiene derecho a sus jornadas de asueto durante los fines de semana y
la jornada laboral no incluye horas extras. Princesa a tiempo parcial, ha
firmado un contrato temporal en estricto cumplimiento de las instrucciones
de Juan Rosell para la masa laboral del país. Ambos
odian los contratos indefinidos. El Príncipe pensaba por el contrario que había
tenido la suerte de encontrar a una periodista curtida en los sacrificios y
ausencia de horarios de la profesión, por lo menos en su versión legendaria. De
nuevo, una sorpresa mayúscula por ambas partes.
La futura Reina se comporta como la presidenta
del comité de empresa de La Zarzuela. Veranear en Mallorca es un trabajo, tiene
derecho a sus jornadas de asueto durante los fines de semana y la jornada
laboral no incluye horas extrasLa hipótesis de una condena mutua al
veraneo perpetuo de Letizia es suficiente para que los mallorquines deseen la
recuperación de la estabilidad matrimonial y la disipación de los nubarrones
que periódicamente se ciernen sobre las parejas más ejemplares. Aunque Letizia
apenas si ha pisado Mallorca en agosto, ha causado incluso consternación su
posición dominante en la pareja, en especial entre autoridades mallorquinas
-todas ellas del PP- acostumbradas a un reparto de roles más clásico. Si
leyeran a Lewis Carroll, habrían concluido
que la Princesa “está en una edad incómoda”, como decía Humpty Dumpty de
Alicia, que rima con Letizia. Dado que el Príncipe aúna los rangos de esposo y
heredero, está demostrando un estoicismo ejemplar respecto de desplantes cuya
multiplicación pondría en duda sus dotes para el trono.
Siempre tan optimista, La Zarzuela creía haber
solucionado hace años lo que denominaba problemas de carácter a ajustar. Dicho
en lenguaje shakespeariano, el palacio estaba convencido de
haber domado a la fierecilla. En concreto, Letizia había manifestado
que no quería fotógrafos mosconeando a su alrededor si decidía salir de compras
o al cine. Curiosamente, por tratarse de una periodista, quería poner coto a su
derecho a la intimidad y a la imagen, que según la célebre sentencia del
Constitucional se diluye y destruye respectivamente en el caso de personajes
públicos que han elegido su situación de privilegio. Con notable optimismo, la
Casa del Rey creía haber imbuido a la Princesa de las exigencias casi inhumanas
de su rol.
La perspectiva de coronar a la primera Reina sindicalista de España no tiene
únicamente aristas negativas. Letizia se ha enfrentado en actos públicos a
sectores empresariales omnipotentes que no esperaban sus arremetidas,
interrogando por ejemplo a los hoteleros sobre los puntos más punzantes de su
gestión. En su última reencarnación bordea además la vigorexia. Ha desarrollado
una adicción por las carreras que también puso en práctica en el complejo de
Marivent, y piensa ya en participar en maratones. Sin embargo, no estaba
preparada para tres imponderables: para ser abucheada, para admitir que siempre
habrá un Rey por encima de ella y, sobre todo, para la espera interminable de
una sucesión que confiaba en obtener antes de que se apagara su estrella de
personaje de la Familia Real más solicitado por los organizadores de actos
públicos.
Fuente: www.elconfidencial.com
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