Natalia, trabajadora social de 39 años,
cobra 400 euros mensuales que destina íntegramente al pago de las facturas. Del
resto de gastos se hace cargo su padre, que es pensionista
La tasa de pobreza pasó del 10,7% al 12,7%
entre 2007 y 2012, según un estudio de la Fundación Alternativas sobre la
desigualdad en España
El 35% del empleo que se generó durante el
mes de julio tuvo como fórmula más repetida el contrato temporal de jornada
parcial
25/08/2013 - 20:14h
Natalia (nombre ficticio) revisa las facturas del mes.
\ S.P.
Natalia (nombre ficticio) trabaja cuatro horas diarias como contable en un
pequeño despacho de abogados. Tiene un contrato temporal a tiempo parcial. Echa
cuentas, pero nunca salen. Los 400 euros que ingresa al mes en su cuenta
bancaria no le llegan para pagar los gastos del día a día. Por si fuera poco, a
sus 39 años también carga con una hipoteca cercana a los 500 euros mensuales y
dos hijos menores de edad.
La situación de Natalia no es única en España. Según losdatos de paro registrados en el mes de julio,
el 35% del empleo que se generó durante el mes pasado tuvo como fórmula más
repetida el contrato temporal de jornada parcial. Esto es, una suerte de minijob que,
en el caso de la temporada estival, suele estar vinculada a la hostelería.
Es precisamente en este sector en el que esta trabajadora social ha
encontrado un pequeño respiro económico. Desde que se diplomó en 2011, Natalia
no ha encontrado ni un solo empleo relacionado con su formación. Ni siquiera ha
tenido la oportunidad de asistir a una entrevista. Ahora, además de realizar
labores como contable de lunes a viernes, trabaja los fines de semana en un bar
cercano a su casa. No tiene contrato y cobra en función de la caja que se hace
cada día. "Somos tres personas trabajando los fines de semana. Cada una
nos llevamos un 10% de la caja. Con 60 euros salimos más que contentas",
explica. Los días en los que la caja está floja vuelven a casa con 20.
"Aun así me compensa. Todo lo que sea un ingreso adicional, por mínimo que
sea, se agradece".
Tener un empleo y estar en riesgo de exclusión social ya no es un
contrasentido. Como ya publicó eldiario.es, la subida de
precios, la pérdida de poder adquisitivo, el empeoramiento de los servicios
públicos y los trabajos precarios han provocado el crecimiento del número de
personas que, a pesar de tener un trabajo, rozan la pobreza. Según un estudio
de la Fundación
Alternativas sobre la desigualdad en España, entre 2007 y 2012,
la denominada tasa de pobreza pasó del 10,7% al 12,7%.
La pensión de M., el padre de Natalia, y la ínfima prestación por desempleo
de su pareja han evitado poner a su familia al borde del precipicio. "Todo
lo que entra en mi cuenta bancaria lo dedico a pagar las facturas y la
hipoteca. Mi salario no llega ni para sufragar los gastos básicos",
comenta con entereza Natalia. "Es mi padre quien se hace cargo de hacer la
compra diaria. Yo, si es que en una semana he tenido más ingresos, puedo
permitirme ir a por leche o huevos".
Inestabilidad emocional y sentimientos de inferioridad
Como cada día a las cuatro de la tarde, Natalia acude al pequeño piso que
hace las veces de oficina. Minutos antes, como suele ocurrir, comenta que
quiere dejarlo, que no aguanta más. Es consciente de lo necesario de su
flaco salario en un momento en el que su familia vive prácticamente de la
pensión de jubilación de su padre.
A su pareja, actualmente en paro, le resulta cada día más insoportable
"ver cómo la humillan por 400 míseros euros". Desde 2012, año en el
que ingresó en la empresa, Natalia ha ido firmando contratos de una duración
máxima de 6 meses. Antes, trabajó durante un tiempo en una oficina que no llegó
a pagarle ni un euro. "Cambié de empleo con vistas a mejorar mi situación
y, la verdad, no sé si ha empeorado".
Marcelo Amable, doctor en Salud Pública de la Universidad Pompeu Fabra, ha
definido las diferentes dimensiones del concepto de precariedad laboral. La
inestabilidad del empleo, unida a la "indefensión de los trabajadores ante
la capacidad de disciplina inherente a la relación salarial" y al
"conjunto de relaciones sociales de poder en el ámbito de trabajo"
configura una realidad que sufren día a día en sus empleos millones de
trabajadores.
El aumento de la precariedad laboral, la carga de unas hipotecas cada vez
más caras y la pérdida de valor de la vivienda hacen crecer la desazón de
multitud de personas cuya salud puede verse afectada por sus condiciones de
vida. "Mi puesto actual me ha creado mucha desconfianza en mí misma. Me
siento maltratada cuando me tratan con tanta soberbia", manifiesta
Natalia. La inestabilidad emocional o la aparición de sentimientos de
inferioridad se han convertido en el día a día de esta madre de familia que
cada semana se plantea dejar su empleo.
En la víspera de empezar sus vacaciones, recogió todas sus cosas de la
oficina en la que trabaja. "En cuanto me salga una oferta, me voy. Mi idea
es no volver en septiembre", explica con firmeza. Desde el principio, su
jefa le advirtió de que no cobraría ninguna de las pagas extras. Ella ya ni le
pregunta por el tema y se resigna: "Si tengo suerte, a lo mejor ese dinero
me lo incluye en la liquidación".
Salir a cenar o ir al cine
se han convertido en actividades fuera del alcance de Natalia. "Cuando
alguien me propone salir a tomar algo, no sé qué decir", explica. En
alguna ocasión muy puntual y por el mero hecho de relacionarse acepta. "Y,
claro, para una vez que digo que sí, me da una vergüenza tremenda no pagar una
ronda, como suele hacerse con amigos". Se queda pensativa y reflexiona en
voz alta. "Entonces lo hago. Después llego a casa con 30 de los 40 euros
que había cobrado ese domingo y me arrepiento".
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