Pues que sepan todos
que daríamos nuestros higadillos por echar de aquella piedra hasta a los monos
FERNANDO VICENTE
Mientras Cospedal buscaba cómo
organizar lo de los sobresueldos —mi sucesora seguía en Cuidados Intensivos—,
yo me dediqué a hacer más pruebas para aparecerme, que ya iba siendo hora. Me
metía en algún despacho vacío y lo intentaba con los miembros superiores e
inferiores, a pesar de que el abrigo —en qué hora— apenas si me dejaba moverme.
Los de la fantasmagoría me habían dejado bastante solo, que también ellos se
habían ido de vacaciones. Es que es agosto, me dijeron.
Menos mal que se había quedado
Paquito Fernández Ochoa, que como era de nieve, se iba de vacaciones en
invierno. “Perdona”, me dijo, “que no haya venido antes, pero es que he estado
esquiando por ahí”. Me enseñó algún truco y pude verme los zapatos, que lo
mismo le pido al limpia de Arenas que les eche un cepillado, aunque no sé yo si
los fantasmas…
Hice la prueba con mi cuñado, que
siempre es bueno tener a un familiar a mano. Por lo que pueda pasar. Que si un
libro de registro, que si unos tíos con maletines, que si diles que no estoy…
—¿Rosalía? Soy tu hermano Antonio.
Verás, te llamo porque he visto aparecer un brazo dentro de un abrigo como el
que tiene tu marido, y luego me ha parecido ver su cabeza… Sí, sí, con la gomina
y los rizos, claro… ¿Que estoy obsesionado y veo visiones?, ya, bueno, eso he
pensado yo, pero es que el otro día vi las solapas del abrigo… Que ha sido un
golpe muy fuerte, dices, sí, será eso… Lo mismo me lo estoy inventando todo…
¿Te vas ahora para Soto?…
El corpóreo seguía con el nuevo
partido, pero le noté preocupado.
—Sí, verás, Luis, es que nos duele
España.
—Ya.
—A todos. Nos duele a todos. Sergei
está hecho polvo. Y no te digo nada de Carnicerito, que se le nota el dolor en
los bíceps, que los tiene como más pachuchos…
—¿Y es mucho preguntar por qué os
duele España, Luis, precisamente ahora?
—¿Y tú lo preguntas? Gibraltar,
Luis, Gibraltar. Ese pedazo de España que todos llevamos en nuestro corazón
grabado a fuego, como los lingotes de Fort Knox, que fíjate qué comparación más
tonta me ha salido…
—Hombre, Luis, tampoco…
—… Esa brizna de España que arde en
nuestro patriotismo…
—Oye, Luis…
—… Ese trozo de roca robado a
nuestro sentimiento patrio…
—Me parece Luis, que estás
exagerando un poco…
—… Y aquí estamos todos, en el
PPAI…
—¿Pero no era PPIA?
—Sí, pero me gusta más así. Fíjate
cómo suena, fíjate: PP…AY!!!
—Mucho mejor, sí…
—… Decía que aquí estamos todos en
el PPAI, dispuestos a dar hasta la última gota de nuestra sangre para echar a
los ingleses de esa sagrada tierra española, que nuestra vida nada significa
frente a la defensa del honor, mancillado una vez más por los súbditos de la
pérfida Albión. Y estamos muy preocupados, además, por el patrimonio de Arias
Cañete, pobre criatura… Que Margallo siempre resucita Gibraltar en agosto (ver Leandro,
el fantasma de La Moncloa, 30-8-2012) y luego nada. Aquello de Pitingo y el
himno británico, por ejemplo, estaba muy bien…
—Qué facilidad de palabra, oye…
—…Si es que yo tenía que haber sido
parlamentario, que ya me lo dice Carnicerito, con esa cabeza que usted tiene,
qué gran senador hubiera sido. Senador no, le digo yo, que no sirven para nada,
un sueldo absurdo, otra gavela más de esos políticos corruptos que habría que
suprimir de inmediato, otra medida imprescindible que tampoco se atreve a
llevar a cabo este pobre PP, al que una bruja y unos traidores están llevando
al desastre…
—Ya, bueno, Luis, es que no sé si
te acuerdas, pero nosotros fuimos senador. En dos legislaturas. De 2004 a 2010.
—No me digas, Luis. ¿Y qué hacíamos
allí?
—Nada.
—Ah.
—Bueno, más de 4.000 euros al mes,
durante seis años, unos 300.000 euros, que sumados a los sueldos de gerente y
tesorero, más…
—Basta, Luis, basta, que estábamos en
que nos duele España. Oye a mis chicos. ¿Nos duele España?
—¡¡¡¡Mucho, muchísimo, mogollón!!!,
se oía al fondo.
—Lin todavía no se anima a gritar
porque le sale mogolón y le da vergüenza. Así que aquí estamos, Luis,
dispuestos a llegarnos hasta la verja, y una vez allí…
—Pero si estáis presos, Luis…
—Bueno, ya, sí, pero se trata de
que ahí fuera entiendan que es necesaria nuestra presencia en ese haz luminoso
que representa a nuestra España, todos los partidos, sin distinción de credos,
convertidos en una sola alma para arrancar ese noble Peñón de las garras del
imperialismo británico…
—Yo creo que no os van a dejar
salir…
—Pues que sepan todos que daríamos
nuestros higadillos por echar de aquella piedra hasta a los monos. Un peñasco
con monos, es que hay que verlo… Ya le hemos dicho a Trillo que se vaya
preparando, que él es nuestro hombre para decirle cuatro cosas bien dichas a la
reina, porque cuando nos duele España…
—¡¡¡¡Mucho, muchísimo, mogollón!!!,
se oía al fondo.
—… Y mientras, sabes, se olvidan otros
asuntos…
(Nuevo telegrama de Trillo,
hiperactivo. Corazón embajador español rebosa pecho embajador español. Stop.
Perejil es el modelo. Stop. ¿Está por ahí Josemari? Stop. ¿Declaro guerra?
Stop. Nuevo partido me empuja a la acción. Stop. Solo advertir que me llevaron
a ver barcos británicos. Stop. Tela. Stop. Para lo que valga. Stop).
Fuente:
www.elpais.com
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