El primer
ministro David Cameron ordenó contactar a directivos del periódico The Guardian
para presionarlos a destruir información polémica que él prefiere esconder; son
las más recientes noticias del Reino Unido, uno de los paladines de la
democracia occidental. Pero la historia no termina ahí.
Internacional
| Luisa María González - PL | 26-08-2013 |
Ante la
negativa de la publicación a obedecer, la decisión fue enviar a agentes de la
seguridad a hacer el trabajo: eliminar los archivos secretos filtrados por el
exanalista de la inteligencia estadounidense Edward Snowden.
“Los estados
miembros de la Unión Europea (UE), incluido el Reino Unido, ponen el grito en
el cielo cuando algo semejante ocurre en países de otros continentes”,
alertaron los integrantes del grupo Socialistas y Demócratas del Parlamento
Europeo.
Es un
escándalo, agregaron, la manera en que las autoridades británicas intimidaron
al periódico y violaron los derechos que protegen las libertades de información
y expresión.
El pasado 20
de agosto, el editor del diario británico The Guardian, Alan Rusbridger, había
denunciado que agentes del Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno
(GCHQ) destruyeron los discos duros de las computadoras donde almacenaban las
informaciones secretas provistas por Snowden.
Según el
periodista, el hecho ocurrió cuando ya habían recibido varias advertencias por
parte del Gobierno acerca de la necesidad de destruir los datos.
Hace un
tiempo, “fui contactado por un alto oficial que decía representar la posición
del primer ministro, David Cameron. A ello le siguieron dos reuniones en las
cuales él demandó la devolución o destrucción de todo el material en que
estábamos trabajando”, explicó.
El diario no
obedeció la solicitud, agregó, lo cual suscitó nuevos encuentros con figuras
gubernamentales en las cuales la demanda era la misma: entregar toda la
información de Snowden o destruirla.
CONFIRMAN
DENUNCIA: LA ORDEN VINO DE DOWNING STREET
Un día
después la denuncia de Rusbridger se confirmó y la fuente fue el propio
Gobierno: el primer ministro en persona había ordenado al funcionario de su
gabinete Jeremy Heywood ejecutar las acciones que ya conocemos.
Con aire de
infalible lord inglés, el vocero de Downing Street -así se conoce la residencia
del jefe de gobierno por la calle donde se ubica-, Nick Clegg, explicó al mundo
las razones de la intromisión gubernamental en el trabajo de la prensa: la
preservación de la seguridad nacional.
Si esas
informaciones caen en las manos equivocadas, declaró, podrían significar una
amenaza para la seguridad del Reino Unido.
¿Y qué
elementos riesgosos contienen los documentos secretos filtrados por Snowden?
En esencia,
la manera en que los servicios secretos (NSA) de Estados Unidos operan para
vigilar a millones de personas en su país y en el mundo mediante las comunicaciones
de teléfono e Internet, para lo cual colaboran con sus pares de otras naciones,
principalmente la inteligencia británica.
Desde
mediados de junio último, los periódicos The New York Times y The Guardian
comenzaron a publicar las informaciones confidenciales filtradas por el
exanalista de la NSA, quien poco después debió huir de las autoridades de su
país y asilarse en Rusia.
Las
revelaciones causaron revuelo mundial, en tanto evidenciaron un asalto a la
privacidad ciudadana en niveles que la gente y algunos gobiernos no parecen
estar dispuestos a tolerar.
De hecho,
recientemente se conoció que la seguridad norteamericana tiene capacidad para
espiar más del 75 por ciento de todo el tráfico en Internet en ese país.
Tras las
primeras informaciones sobre la cuestión, Washington y Londres, protagonistas
del espionaje, se apresuraron a justificar el programa de vigilancia con
palabras mágicas: seguridad nacional y lucha contra el terrorismo, como si en
el planeta no hubiera ya demasiados conflictos en nombre de esa misma excusa
(dígase Irak, Afganistán y Libia, entre otros).
No obstante,
los acontecimientos recientes parecen indicar que el Reino Unido decidió poner
freno a la ola de descubrimientos sin importar cuán lejos debía llegar.
ARRESTO E
INCAUTACIONES EN CASO SNOWDEN
El
periodista de The Guardian que divulgó los documentos de Snowden se llama Glenn
Greenwald y su compañero, el brasileño David Miranda, fue detenido de manera
sorpresiva el 18 de agosto último en el aeropuerto Heathrow de Londres, cuando
hacía escala en un trayecto de Berlín a Rio de Janeiro.
Las
autoridades lo mantuvieron retenido por nueve horas en las cuales lo
interrogaron, amenazaron y le incautaron todos los dispositivos electrónicos
que llevaba consigo.
Un día
después Miranda denunció la ilegalidad de su detención, posición que el
gobierno de Brasil apoya y así lo expresa públicamente en pronunciamientos
diplomáticos. En este sentido, los senadores del país suramericano exigieron
explicaciones por la acción que calificaron de injustificada a partir de la
ausencia de evidencias concretas contra el joven.
Por su
parte, la policía defendió sus procedimientos y aseguró que estaban basados,
una vez más, en las leyes de lucha contra el terrorismo, pues Miranda podría
llevar consigo datos potencialmente útiles para los terroristas.
Más tarde,
la ministra británica de Interior, Theresa May, declaró conocer de antemano que
las autoridades policiales detendrían al brasileño, y aseguró apoyar totalmente
esta decisión.
En resumen,
lo sucedido deja pocas dudas acerca de dos cuestiones: primero, el Reino Unido
ha realizado actos extremos dirigidos a impedir la continuidad de las polémicas
revelaciones de Snowden; segundo, todo ha transcurrido con la anuencia, e
incluso bajo las órdenes, de los más altos dirigentes del Gobierno del país.
“Las medidas
tomadas por las autoridades británicas en torno a The Guardian están fuera de
sintonía con los postulados de ese país sobre los derechos humanos universales,
incluida el área de los medios de comunicación, la protección de los derechos
de periodistas y la vida privada”, observó al respecto el portavoz de la
cancillería rusa, Alexander Lukashevich.
ESTAMOS EN
LA ERA DE INTERNET
Para el
editor Rusbridger los hechos recientes constituyen un indicio de un peligro al
acecho: la profesión periodística puede enfrentar en el futuro grandes
complicaciones para su funcionamiento, derivadas del gran aparato de vigilancia
articulado por el Estado.
“No estamos
en ese punto, pero puede no pasar mucho tiempo antes de que sea imposible para
los periodistas tener fuentes confidenciales. La información, de hecho, la vida
humana en 2013, deja ya demasiada huella digital”, señaló.
Pero esa
moneda tiene otra cara: en la era de las nuevas tecnologías, aunque alguien
borre o incaute información, nunca podrá quedar con la certeza total de que no
existan otras copias.
Al referirse
al asunto, el presidente de los socialistas y demócratas del Europarlamento,
Hannes Swoboda, consideró que la destrucción de los archivos de The Guardian
fue apenas un acto simbólico, pues se sabe que hay copias de la información en
otros lugares.
Por su
parte, Rusbridger vaticinó que continuarán pacientemente haciendo su trabajo:
“seguirán las revelaciones, aunque ya no sean desde Londres”.
*Periodista
de la redacción Europa de Prensa Latina.
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