29.08.2013
Se está gestando, en la Agencia Tributaria en general y en el cuerpo
de Inspectores de Hacienda del Estado en particular,
una insurrección de la que debería tomar buena nota el ministro del ramo, Cristóbal Montoro, alias 'risitas'. No vaya a ser que
se encuentre con un plante en el peor de los momentos posibles que le impida aún
más cumplir con las fantasiosas cifras de recaudación tributaria que tiene
presupuestadas.
Ha sido coincidiendo con la canícula
estival que las podaderas de las buenas palabras, las propuestas de reforma
organizativa, la demanda razonada de medios técnicos y humanos de los
profesionales de ese organismo se han tornado en lanzas que apuntan
directamente a la incompetencia de los principales profesionales del
ministerio. La falta de amparo sentida ante el sainete de la compraventa de fincas falsamente atribuida a
la infanta Cristina o las declaraciones del siempre oportuno
presidente de la CEOE, Joan Rosell,
iniciaron unas hostilidades que, de no reconducirse pacíficamente, prometen un
otoño calentito, informativamente hablando.
Sirva como primer ejemplo el sorprendente
‘Manifiesto por la Profesionalidad de los Trabajadores de
la Agencia Tributaria’, que vio la luz el pasado 25 de junio. En él, los trabajadores del
organismo público se quitan los pelos de la lengua y deslizan perlas como las
siguientes: "No podemos estar de acuerdo con un Sistema Tributario que
cada vez se aleja más de los principios constitucionales de igualdad y
progresividad", "la Amnistía Fiscal es
un verdadero insulto a los trabajadores de la AEAT y a todos los ciudadanos
-afortunadamente una mayoría- que pagan religiosamente sus impuestos" o
"España es el país de nuestro entorno con menos empleados públicos por
habitante destinados a la lucha contra el fraude".
Si se deja a un lado ese rancio tufillo sindical que
impregna buena parte de la declaración, se descubre una enmienda a la totalidad
tanto a la estructura como a la operativa del modelo fiscal patrio por parte de
aquellos que tienen que lidiar a diario con quienes lo sostienen, esto es: los
contribuyentes.
Para que la cosa no caiga en el olvido, ha
sido el que fuera presidente de la Organización Profesional de los Inspectores
de 2004 a 2007, y posterior portavoz de la misma, José María Peláez Martos, el que se despachó el pasado
22 de agosto en Cinco Días con una pieza
demoledora de titular extraordinariamente revelador: "Cambios en la Agencia Tributaria, 310 ceses en 18 meses" (esto es, el
periodo de gobierno del PP).
La referencia temporal no es baladí ya que
todo el artículo gira alrededor de una idea fuerza: el Partido Popular - como
antes hiciera el PSOE - está usando el principal instrumento de fiscalización
pública del Estado a su servicio. Por si hubiera alguna duda, he aquí el
arranque del segundo párrafo: "Ocurre que no se aborda de forma valiente
uno de los problemas principales de la AEAT: la falta de
independencia en sus actuaciones y el frecuente sometimiento a
criterios ajenos a lo estrictamente técnico".
¿Cóoooomo? Aunque en la raíz del problema,
denuncia el autor, se halla el abuso en la libre designación, da igual. Lo
relevante, lo sustantivo, es que quien está lidiando a diario con el delito o
la irregularidad advierte de que su trabajo se ve condicionado por no se sabe
qué intereses. Perdón, sí se sabe. Más recaudación, ejemplaridad, ¿y, y, y? Al
terminar con los circunloquios y usar el mensaje directo, despierta a los pocos
ciudadanos de a pie que no se habían caído aún del guindo y advierte a sus superiores políticos. Estamos aquí,
ojito.
¿Problema? Faltará ese tan español ‘a que
no hay huevos’ que se podría llevar por delante al ministro. Al tiempo. Porque,
al igual que ha sucedido con reivindicaciones similares de los inspectores del Banco de España, también cuestionados
popularmente, esta denuncia requiere de concreciones para cobrar legitimidad.
Las cinco preguntas básicas del periodismo se echan aquí de menos si entendemos
que el deber profesional no pasa por ocultar la irregularidad, sino por denunciarla:
qué, quién, dónde, cómo y cuándo.
No obstante, no descarten, como
señalábamos al inicio del post, un otoño
calentito. A los inspectores les han dado palos, les han quitado zanahorias, se
les niegan los medios actuales y las reivindicaciones seculares y, como las
cosas vengan como parece que vienen por el lado de los ingresos, se les va
a someter a una presión insoportable. Un cóctel
como ese, querido Cristóbal, ¿quieres que te explique cómo acaba?
Fuente: www.elconfidencial.com
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