Creado por Lucas León Simón.
Blog del autor: http://lucasleonsimon.wordpress.com
Se cuenta
que hace muchos años, hubo una ciudad situada al Norte del Sur de una
península, donde había tantos ladrones como mentirosos. Y tantos de estos como
moscas. Y estas, las moscas, en ocasiones ocultaban la luz del sol. La ciudad,
quizás por un oculto destino, había estado gobernada por esa infusión con
chorreras que a la que llaman “la izquierda”.
La última
regidora de aquella ruina de ciudad perdió la estima de su pueblo en
conciliábulo permanente con orondos curas, con pasteleos populistas en
procesiones, peroles y manos pasadas por el lomo al conservadurismo trincón y
rancio, de aquella urbe de los mil y un cuentos.
Y entonces
aparecieron ellos. Con gomina y corbatas azules los donceles, y con ropita de
Barbi y bronceados rayos UVA las doncellas. Su discurso en las plazas,
probablemente “dopados” tras beber en la fuente de algún gürtel cercano,
hablaba de austeridad y eficacia.
Dicen los
juglares que la “eficacia” quedó al descubierto al poco. Eran más inútiles que
el pene del Sumo Pontífice.
Y la
austeridad se puso, también al poco, en la fresquera. El alfaquí que los
mandaba, con un aire entre lívido, como sacado de una película gay de Visconti,
y de trincón a secas, comenzó subiéndole el sueldo a cinco de sus lanceros. Por
encima de la media y de lo que había dicho-prometido. Continuó- en forma
encubierta de subírselo a casi todos- haciendo “tenientes de alcalde” (de
sobaquillo) a una novena de ellos, rodeándose de “asesores” y “expertos” al
cheque-mensual-vivo, entre los que estaba una extraña “asesora de políticas
transversales”. Que nadie sabía para que servía, excepto para cobrar la tela
marinera.
En estas
que se descubrió el pastel y se supo que el alfaquí de la corbata azul, el del
cuento de la eficacia y la austeridad, cobraba de las arcas del reino entre
74.000 y 76.000 dinares anuales, más que la vice-muñequita-linda del reino y la
mayoría de los visires o ministros de aquel estraperlo, que se lo zampaba en
crudo y que era como una ninfa masculina del engaño general.
El
alfaquí, en pelea con su gomina, había declarado que no se presentaría a la
reelección si al término de su mandato había “un solo parado más que cuando
(dopado) se presentó”.
A la mitad
de su hégira no había “un solo parado más”. Había seis mil.
Y luego
vinieron las perdices y unas extrañas aves blancas sobre fondo azul, como las
corbatas, y la ciudad del Norte del Sur se sumió en una profunda, profunda
siesta.
Y colorín
colorado, esta historia no ha acabado.
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