29.08.2013 – Javier Caraballo
Es la última tonta del Twitter. Tonta oficial y con
balcones a la calle, como dicen en Cádiz, la ciudad de la que Teófila Martínez es alcaldesa desde los 90. Fue
por una rueda de prensa en la que los periodistas le preguntaron sobre no sé
qué polémica de una de las fiestas locales, con amplio despliegue de críticas
en las redes sociales, y en esas a la alcaldesa de Cádiz le dio por decir que
lo que ella no entendía es que hubiera gente que acude al Ayuntamiento a pedir
ayudas para comer, y luego resulta que tiene una cuenta en Twitter.
Lo
dijo así: “Tanto Twitter y tanta opinión… Oiga, que aquí lo que más llamativo es
para esta alcaldesa es que hay gente que viene a pedir ayudas al Ayuntamiento,
para comer, y resulta que tienen una cuenta en el Twitter. Que sepa yo eso cuesta dinero, ¿no?”. Si la polémica de
las fiestas locales ya lideraba las redes sociales en Cádiz, la intervención de
la alcaldesa voló literalmente por internet y se convirtió pronto en trending topic en Twitter, donde, como se puede
imaginar, a la alcaldesa le llovieron las mofas como si le hubieran arrojado un
barreño de aceite y plumas, como en la Edad Media; una catarata de burlas que
la ponían como la tonta del Twitter.
Burlas, mofas y más risas, un incendio en internet, lo
que quieran, pero lo que se ha quedado en segundo plano, como ocurre tantas
veces, es que, en el fondo, la alcaldesa de Cádiz tenía razón.
El auténtico escándalo es la desvergüenza, tan común en España, de vivir del
cuento. Eso que aquí se conoce como picaresca y que, en puridad, no es más que
un abuso descarado de aquellos que hacen todo lo posible por apañarse una ayuda
del Estado, de la región o del ayuntamiento para no darle nunca más un palo al
agua.
Eso que aquí se conoce como picaresca y
que, en puridad, no es más que un abuso descarado de aquellos que hacen todo lo
posible por apañarse una ayuda del Estado, de la región o del ayuntamiento para
no darle nunca más un palo al aguaLa alcaldesa de Cádiz, es evidente, no
tuvo su día de gloria en aquella rueda de prensa en la que se hace un lío
inexplicable con algo tan elemental como redes sociales, conexiones a internet
y teléfonos de última generación, que se supone que es lo que quería decir: que
no puede entender que haya gente que pida ayudas sociales para comer y que
luego se les vea en el bar de enfrente, enganchado a su móvil, ‘tuiteando’
cualquier ocurrencia. Un móvil con conexión a
internet, claro que cuesta dinero mantenerlo; y es incompatible con
una persona que no tiene dinero ni para comer.
Por eso, lo curioso es por qué, cuando se dicen estas
cosas, nadie parece escandalizarse por el hecho en sí, sino que el trending topic se reserva para la metedura de pata
de la alcaldesa. ¿Será porque estamos habituados a esas pillerías? ¿Será porque
en España este tipo de comportamientos no son socialmente reprochables? Por eso
que se decía antes, la picaresca, y que se refleja en tantos aspectos de la
vida laboral. Hasta hace unos años, por ejemplo, la misma provincia de Cádiz
figuraba, de forma sorprendente, a la cabeza del absentismo laboral en
España. La provincia con más paro era, a la vez, la provincia con más
faltas al trabajo. Impresionante.
Había casos tan flagrantes como el de la antigua
fábrica de Delphi, que experimentó en sus cinco
últimos años de vida un incremento del absentismo laboral del 83 por ciento.
Cuando cerró sus puertas, más del 14 por ciento de la plantilla se ausentaba
del trabajo. El cierre de la compañía ha sido una de las últimas tragedias
industriales de la provincia, y seguro que la marcha de la multinacional se
habría producido con esos niveles de absentismo o con los contrarios, porque
esa es la inercia implacable de los tiempos, siempre en busca de mercados
laborales más baratos, pero si no vemos en esas cifras de antes un escándalo social digno de analizar, es que estamos
ciegos.
De todas formas, hablamos de Cádiz, sí, pero serviría
cualquier otro ejemplo. Para que nadie caiga en la tentación de volver a agitar
las banderas del tópico andaluz, puede repasar, por ejemplo, el último informe
sobre el absentismo laboral en España. Ahí se señala, en primer lugar, que,
pese a la crisis, pese a las dramáticas cifras de paro, todavía seguimos
liderando las estadísticas mundiales de este índice, y, en segundo lugar, que
por regiones Asturias, Galicia y País Vasco son las comunidades más
absentistas, mientras que Baleares, Canarias y Andalucía, son las menos.
El estudio que dio a conocer
en junio pasado la empresa de RRHH Adecco destacaba que España todavía está a la cabeza de los países con unas tasas de
absentismo laboral más elevadas de los países desarrollados, con una
media de 11,4 días de trabajo perdidos por empleado y año. (La tasa de
absentismo se define como el porcentaje de las horas no trabajadas respecto a
la jornada pactada efectiva, sin contar vacaciones, festivos ni horas perdidas
debido a ERTE). Para hacernos una idea, frente a esos 11,4 días de media de
absentismo en España, en Estados Unidos, que es el extremo opuesto, se registra
una media de 4,9 días por trabajador y año. En Europa, las medias son más
aproximadas a la realidad española.
A diario criticamos el despilfarro político, el
desmadre de las Administraciones, el descontrol de los presupuestos, el abuso
de los asesores, los privilegios de los cargos públicos... A diario criticamos
todo eso con razones fundadas, pero también a diario nos olvidamos de mirar
alrededor, a la realidad que pasa más desapercibida a nuestro lado. Un tipo que
va a pedir una ayuda social porque dice que no tiene para comer y, sin embargo,
guarda en su bolsillo un móvil de última generación conectado a internet. A
diario olvidamos, en fin, que la regeneración de la clase
política comienza con la regeneración de la sociedad.
Fuente: www.elconfidencial.com
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