Artículos de Opinión | Mike
Eaude * | 27-08-2013 |
Libro
Homenaje a Cataluña
Gerorge Orwell
Virus, 2000
134 pgs. 15€
Desde 1922 hasta 1927 George Orwell
(1903-1950) era policía colonial en Birmania, pero solo diez años después dijo,
refiriéndose a los hechos de mayo de 1937 en Barcelona: “[…] cuando veo a un
obrero de carne y hueso en conflicto con su enemigo natural, el policía, no
tengo necesidad de preguntarme de qué lado estoy”.
Fue un viaje de 10 años desde defensor
armado del imperio británico hasta defensor armado de la revolución socialista.
Cuando llegó a Barcelona el 26 de diciembre de 1936, comentaba:
“Si me hubieran preguntado por qué me uní a
la milicia, habría respondido ‘para luchar contra el fascismo’ y si me hubieran
preguntado por qué luchaba, habría respondido: ‘simplemente, por la dignidad
humana’”. Durante sus 6 meses en el Estado español, hasta el 23 de junio de
1937, cuando tuvo que huir malherido, Orwell pasó de ser un demócrata
anti-fascista a un revolucionario.
Cambio
Ese ex-alumno de Eton College, la cuna de
la clase dominante británica (David Cameron estudió allí), viajó a Barcelona
para defender la democracia contra el fascismo, pero al final entendió que el
fascismo es una forma que toma el capitalismo y, por tanto, convenía luchar
contra el capitalismo. Es decir, aceptó la línea del POUM, el pequeño partido
revolucionario con el cual luchó en el frente de Aragón. Luego Orwell
evolucionaría a posiciones socialdemócratas —fue siempre un buscador inquieto—
y hacia el final de su vida cometió el error indefendible de pasar una lista de
‘posibles comunistas’ al servicio secreto británico. Sin embargo, durante la
redacción de Homenaje a Cataluña en 1937-38, era POUMista.
Esta toma de posición política es la razón
que explica la marginación de Homenaje a Cataluña, que vendió solo 1200 copias
durante la vida de Orwell. No interesaba ni a la izquierda pro-estalinista ni
al capitalismo, a diferencia de Rebelión en la granja o 1984, libros
anti-estalinistas que los ideólogos del capitalismo podían distorsionar. No fue
hasta el final de los ’60, cuando surgió una nueva generación tanto
anti-estalinista como anticapitalista, que se recuperó Homenaje a Cataluña.
Es un libro que los partidos del comunismo
oficial encuentran especialmente difícil de digerir porque es el testimonio de
un cambio, por parte de alguien que al principio estaba de acuerdo con las
posiciones comunistas. Nos cuenta que, en las interminables discusiones en las
trincheras, él defendía la idea de derrotar primero a Franco y después ya
habría tiempo para hacer la revolución. Parecía de sentido común.
Luego, su experiencia en el frente y en los
días de mayo de 1937, cuando centenares murieron en las calles de Barcelona en
la derrota del poder anarquista, le hizo entender que el PCE y el PSUC no
querían postergar la revolución para ganar primero la guerra: ahogaban la
revolución ya en proceso para “asegurarse de que nunca tuviera lugar”. Homenaje
a Cataluña cuenta el cambio en Orwell provocado por su propia experiencia, lo
que implica que era más difícil desacreditar a Orwell que a cualquier teórico, con
su posición ya formada de antemano. En diciembre de 1936 Orwell se alistó a las
milicias del POUM casi por azar; en mayo del 37 volvió al frente con ellas por
convicción.
Conviene hacer un inciso importante: no se
trata de una discusión histórica, sino de un debate sobre la estrategia de la
izquierda muy vivo hoy día, a pesar del colapso del ‘comunismo’ estalinista. La
mayoría de las y los comentaristas contemporáneos de la guerra civil defienden
el frente popular, es decir la alianza entre una burguesía ‘liberal’ y la clase
obrera para luchar contra el fascismo, un eje central de la política de Stalin.
¡No defienden nunca a Stalin, pero están de acuerdo con la política de Stalin!
Por ejemplo, el historiador Paul Preston me dijo: “No deberías creer todo lo
que dice Orwell. La única política realista era la de Negrín”. Negrín era el
Presidente de la República que se alió con el Partido Comunista. Permitió el
asesinato de POUMistas y la ilegalización del POUM porque, para seguir la línea
del Frente Popular, era necesario aplastar la revolución desde abajo que había
estallado en julio de 1936.
Revolución
El pasaje más famoso de Homenaje a Cataluña
evoca esta revolución liderada por anarquistas en Barcelona, “[…] donde la
clase trabajadora llevaba las riendas […] cuadrillas de obreros se dedicaban
sistemáticamente a demoler iglesias. En toda tienda y en todo café se veían
letreros que proclamaban su nueva condición de servicios socializados; hasta
los limpiabotas habían sido colectivizados y sus cajas estaban pintadas de rojo
y negro […]”.
Desde la primera página, cuando Orwell
conoce al miliciano italiano en el Cuartel Lenin, el libro es una historia “de
la gente de abajo”. No era el estilo de Orwell escribir desde la distancia y se
interesó poco por las maniobras de los políticos. Igual que cuando era
vagabundo en Inglaterra y lavaplatos en París (Sin blanca en París y Londres –
1933) o cuando indagaba en las condiciones de vida de la clase obrera en El
camino a Wigan Pier (1936), quería vivir con la gente y no observar desde
fuera. Así que, en la guerra civil, comparte la experiencia de los soldados
rasos. Nos mete en medio de la tropa, que se preocupaba por “leña, comida,
tabaco, velas y el enemigo” en este orden. Cuenta sobre las ratas insolentes,
tan grandes como gatos. Una guerra justa no hace que la guerra sea más
agradable.
Su estilo es directo, con una voz cálida,
lejos de los tonos pomposos de muchos libros de memorias de la guerra civil,
escritos en el estilo falsamente heroico del ‘realismo socialista’. Orwell
escribe como si estuviera charlando: “Me acuerdo… No sé si podré explicar…
Admito que, a primera vista… etc.” Establece un tono de confidencias, de
honestidad.
Los cuatro capítulos ambientados en Aragón
son magistrales. Consigue plasmar la intensidad de lo vivido: se convirtió en
escritor de primera fila (antes no lo era). Y clave en el éxito de sus
descripciones es la alegría de Orwell. En esta historia sórdida de piojos,
ratas y excrementos, con un frío que pela, Orwell está feliz. Está feliz porque
participa en una guerra justa contra el fascismo y porque se siente, este
hombre solitario, por única vez en su vida, en una sociedad igualitaria, “donde
era más normal que la gente fuera anti-capitalista que pro-capitalista”.
Su alegría en la lucha colectiva, a pesar
de su odio a la suciedad y el caos, llena el libro. Se ve en la observación de
detalles excéntricos: “[…] campesinos que llevaban flores silvestres en la
oreja. Al anochecer, solían salir con redes verdes a cazar codornices.
Extienden la red a una cierta altura sobre la hierba y luego se echan e imitan
el grito de la codorniz hembra. Cualquier macho que lo oye acude sin tardanza;
cuando están debajo de la red, arrojan una piedra para asustarlos, ante lo cual
pegan un salto y quedan atrapados en ella. Aparentemente solo cazaban machos,
lo cual me pareció injusto”.
La última línea es puro Orwell, un
apasionado de la justicia. La contrapartida de la alegría es su enfado con la
injusticia, con la traición de la revolución. Esta rabia sale varias veces,
pero un ejemplo queda en la mente. Después de los hechos de mayo, otra vez en
el frente de Aragón, ve a un chico de unos 16 años malherido en una camilla con
la mirada ausente, y piensa en los propagandistas estalinistas, lejos de las
balas y del frío, escribiendo en la prensa londinense que este chico era… un
fascista.
Era “la gran mentira”: no una
interpretación diferente de eventos complejos, sino una falsificación
consciente de la realidad. Esta gran mentira, invirtiendo la realidad, nutriría
sus famosas novelas posteriores anti-estalinistas, Rebelión en la granja y 1984
(ninguna tan fresca y conmovedora como Homenaje a Cataluña).
El Orwell de 1937 es una parte importante
de nuestra tradición. No solo nos ofrece un testimonio sin parangón de la revolución
española y su traición, sino que nos sugiere unas lecciones: la necesidad de la
honestidad delante de la mentira, la importancia de escribir (y hablar) con
claridad y el compromiso de contar la verdad, aunque sea una verdad difícil.
Despolitizando a Orwell
Hay varias ediciones de Homenaje a Cataluña
en castellano. La más reciente es la nueva traducción de Debate (2012), una
edición cara con fotos. Más económica es la de Virus (2000), que utiliza la
traducción argentina de los años ’60 (y fuente de las citas de este artículo).
En catalán hay una edición de 2010, en traducción de Ramon Folch (Edicions 62).
Desafortunadamente, las tres, como todas las ediciones en inglés ahora, quitan
de en medio dos capítulos de explicación política para ponerlos como apéndices
al final. La idea es que se lea más como un libro de aventuras, sin el
‘aburrido’ análisis. Sin embargo, debilita el libro, al quitar el movimiento
dialéctico desde acción a análisis y a acción de nuevo, y falsifica su impacto
político.
* Es militante de En lluita / En lucha
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